ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

viernes, 8 de enero de 2021

OTOÑO EN LA MONTAÑA PALENTINA




"Acebo" Obra de mí autoría. Óleo. 





  OTOÑO EN LA MONTAÑA PALENTINA


      En La Montaña Palentina, las colinas, picos y serranías, se elevan hasta las mismas nubes confundiéndose con el cielo neblinoso del atardecer. La luz tamizada por la serena hora, se desparrama y atempera por íntimas e insondables forestas plenas de frondosos tapices, hojas amarillas de los abedules, doradas de las hayas, verdes de los robles, creando junto a caminos, bosques, cristalinos ríos y arroyos precipitados en cascadas desde las cumbres, un espacio admirable de armonía y belleza.

   Conformidad y primor en los tonos grises, y en la amplia gama de marrones pardo rojizos casi negros en cortezas de troncos y  ramas de los árboles. La Montaña palentina se halla cómoda en cualquier estación  del año, y late con extraordinaria fuerza en el corazón del otoño cántabro despertando emociones. Admirable es verla aletargarse, mimosa y perezosa, ante los primeros copos que van cayendo suavemente cubriendo las cimas cordilleranas de blancos albures. La ladera, los bosques, los prados, los huertos, se contagian de la gran variedad de tonos y contrastes. Los suelos se adornan con una bella estera de caídos frutos y hojas, alimentos necesarios para corzos, venados y ganados, que aprovechan los últimos brotes del herbaje antes de que lleguen nieves mayores y el largo invierno lo impida.

     Las panorámicas que se contemplan desde La Montaña Palentina, con el paso de los días van mudando de timbres y tonalidades tentando a la contemplación y a la poesía, dejando gratas sensaciones a quien se  aventura a adentrarse por valles, sierras y collados, predispuesto a sentir lo natural poético en plenitud.

      Impresionantes huellas en la nieve o en el fango, dejadas por zorros, lobos y jabalíes o por el oso pardo guarecido en lo más alto e intrincado de estos montes, puede ver el atento caminante a su paso. Otra visión sorprendente que puede tener mientras sendera y mira el cielo, es el vuelo de las aves que emprenden viaje hacia lugares menos fríos. Notará también, aquí, allá, la ausencia paulatina de vacadas, yeguadas y rebaños,  recogidos poco  a poco en cabañas o cuadras cercanas a los pueblos. Ahí el humear de los fogones y chimeneas, avanzado el otoño, es intenso: sus gentes se preparan, junto a la lumbre, a pasar el crudo invierno que no tardará en llegar cegado de  fuertes ventiscas.

    Mientras todo esto puede apreciar el caminante paso a paso por trochas y senderos abriendo y cerrando portillos que dan acceso a los prados, el arrendajo, el buitre, el milano, el águila, van formando vuelos circulares por el cielo en busca de alimentos, deslizándose incansables por encima de las rocosas cumbres. Como la del Espigüete, mole natural endiosada sobre los profundos valles que la elevan, u otras cumbres que invitan a duro y silencioso ascenso como en el caso del mítico Curavacas en lo alto de Cervera, o en Valdecebollas en el lado de Brañosera.

    Trepar, sí, por alcores y altozanos; encaramarse por lomas empinadas, pararse a contemplar las soberbias panorámicas, apreciar los pueblecitos lejanos, adivinar vaguadas, valles, serranías, pueblos, embalses… Lograr coronar animosos, si el día lo permite, esa cúspide aparentemente cercana desde donde disfrutar la visión espectacular de una panorámica que sin duda nos dejará extasiados.

     La montaña late, nos habla, nos da alientos, nos llena de energías. Todo en ella se vuelve más sutil y sosegado, dejándonos semblanzas y momentos maravillosos a pie de un arroyo, bebiendo  fresca agua de manantial, tropezando con pequeñas cascadas alegres y frescas, un torrente bullicioso, o un pilón abrevadero; quizás sesteando tendidos en un prado, o caminando por la verde senda  sintiendo el viento azotar nuestros rostros. 

     De regreso, brilla el sol dejando al irse por el horizonte rojizo la sensación del poder imperecedero del tiempo, del agua, de la nieve, del cierzo, de todos los elementos naturales, sensaciones de salud y armonía.

    La nieve ha comenzado a caer con mayor intensidad cargando las ramas de los robles sobre el sendero. Una nieve que quizás nos traiga añoranzas de un verano que dejó por estos lugares cántabro-palentinos, aromas y sabores a frambuesas, moras, fresas, avellanas, endrinos, manzanilla, té, enebro, tomillo, amén de un sinfín de emociones, recuerdos e imágenes imposibles de describir y olvidar.

 

Barcelona.-noviembre.-2O13.

©Teo Revilla Bravo





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