ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

viernes, 28 de febrero de 2020

IMPORTANCIA DE LA ENSEÑANZA DEL DIBUJO Y DEL COLOR



Dibujo hecho en pizarra por un niño








IMPORTANCIA DE LA ENSEÑANZA DEL DIBUJO Y DEL COLOR


Hay profesores que son héroes del entusiasmo, del entendimiento y del tesón. Profesores conscientes de que han de saber un poco de todo para poder instruir sobre cualquier materia a los niños que estén a su cargo, sobre todo en zonas rurales. Cueste lo que le cueste, han de enseñar el dibujo y la práctica luminosa del color para que al infante, sorprendido ante la maravilla que descubre tras sus trazos, abra los ojos al cielo y se le iluminen como soles. El dibujo es un medio a experimentar y a estimular, pues concurre con las otras disciplinas que se enseñan a un mismo objetivo: el desarrollo de saber potenciar las facultades del niño. Aprender a poner atención a lo real y cercano, a lo que se toca y estimula, a lo que se siente y respira tanto en contacto con la naturaleza como lo que se vive en el ámbito familiar, es necesario para lograr que lo valore, estime, y personifique, con la sinceridad de la inocencia. La naturaleza cercana que toca y respira es de capital importancia, pues le pone en comunicación con lo sensible. La naturaleza es, bajo mil aspectos, el modelo eterno, el libro abierto donde ejercitarse en sensibilidad, poesía y existencia. La práctica del dibujo y del color, al desarrollar y estimular el espíritu de observación, destapa la ardiente curiosidad a la vez que abre al origen de todo conocimiento, ya que el arte, en su intento impulsivo e imposible de reproducir la naturaleza, se acerca a ella buscando equivalencias, reflejos y modelos, consiguiendo lograr que los niños se sientan estimulados y en correspondencia.

El ser humano no reproduce la naturaleza. Es un acto imposible, pero sí un espejo donde mirarse y reconocerse. En la búsqueda de esas interpretaciones que de ella entusiasmado puede descubrir, reside el arte desde que el hombre comenzó a tomar un tizón encendido o un palo con resinas para representar aquello que le inquietaba en su latir cotidiano sobre las paredes de una cueva. Aquellos que dicen que dibujar un cuerpo humano, salir al campo y llenar un papel de colores queriendo apresar lo que sus ojos en el paisaje ven, es realizar una servil y banal copia o imitación, se equivocan: lo que hace el pintor, niño o grande, con esa práctica –fijémonos en los impresionistas-, es intentar hallar la afirmación de la propia libertad creadora, la importancia de su intrínseca autenticidad trascendiendo.




Barcelona, febrero del 2020.
©Teo Revilla Bravo.

martes, 25 de febrero de 2020

LA FRAGILIDAD DE LA VIDA



"La fragilitat de la vida". Obra de la artista alicantina Perceval Graells. 






LA FRAGILIDAD DE LA VIDA


Cargado de recuerdos los hombres
de los  valles umbríos, habitan 
en poblados donde se tiende al sopor
estival o letargo invernal, 
donde los huesos son vidrios frágiles, 
muertes maleables y desmedidas,
cadáveres que entre brumas 
silenciosos respiran .

Hay silencio, humildad, y un resignado
frágil hacer, ante la intolerancia común
que aterra, hijos de la sombra, 
vidas sin vivir, fraternales luminarias 
durmiendo el sueño profundo del sopor 
y la ignorancia.

Volvieron los ecos entre cantos de agua,
reflejos de sol, gérmenes de pinos,
blancas colectivas casas, sonidos de violines
y libros como andamios mágicos donde 
se construye –flora, fauna y paisaje- 
con mimo alegre la conciencia colectiva.

Aprender que hay -huéspedes 
de los bosques- que cruzar 
las espesuras,
concienciar,
luchar,
sudar,
sufrir,
verter lágrimas,
sonreír,
amar,
escarbar,
escupir,
maldecir,
morir y,
al color del albor 
-vagabundos del espacio- 
resurgir…


OCÉANOS DE LUNA

(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.



sábado, 22 de febrero de 2020

EL ARTE , LA CULTURA, COMO ESPACIO DE LIBERTAD.





Karel Appel. Litografía offset firmada en plancha. Grupo Cobra. Expresionismo.







EL ARTE, LA CULTURA, COMO ESPACIO DE LIBERTAD.

                             

Reivindicar la literatura y por ende la poesía como innegable espacio de libertad, es reivindicar el placer de leer y  escribir dando rienda suelta al sentimiento más importante: la vida. Y en relación a ésta, cuanto nos rodea y afecta reaccionando a estímulos que necesitan traducción inmediata, de tal modo que dejemos constancia de nuestras inquietudes, sean del tipo que sean, en el momento en el que por imperativos de expresión vital necesitan ser desahogadas. La literatura es parte fundamental del ser, como lo es la pintura o cualquier forma artística que tras cubrir necesidades primordiales necesita dejarse oír y hacerse realidad como sentimiento necesario de superación, con el añadido de que puede ser recibida-percibida por el otro desde la necesidad de compartir y aprender.

Así nace el sentido estético de la existencia, definidor de quienes somos, hacia dónde vamos o qué metas queremos cumplir. Buceamos en el alma por pura necesidad metafísica de comprender el universo íntimo que habitamos o nos habita -presencia frente a ausencia-, así como en el entorno general que nos rodea y  para bien o para mal nos forma. Si esto tuviera un respaldo, un tiempo alcanzado, una valía normalizada a través de estamentos sociales, el hombre no se sentiría tan relegado y resentido, tan olvidado y según cómo menospreciado y abatido, ninguneada su libertad de expresión; ni se convertiría el arte en algo eminentemente comercial y burgués, pese a la implícita bohemia que conlleva como atrayente reclamo propagandístico. La sociedad tiene el deber de patrocinar y proporcionar los elementos culturales necesarios, para que la gente se desarrolle y pueda libremente expresarse. Son referencias justas, pero que se soslayan. Lo vemos con gran preocupación en cuanto aparecen dificultades –crisis- donde se muestra a las claras  la desnuda  insensibilidad de los gobernantes que prefieren bombas a libros. Falla el sistema y se resiente el bien cultural, labor que el estado mediante medios eficaces como la educación, la apertura de escuelas, bibliotecas, espacios comunes, ayudas al libro, exposiciones, museos, actos lúdicos y festivos, etcétera, tiene sin excusas el deber de proteger y potenciar.



Barcelona.-2012.
©Teo Revilla Bravo.













miércoles, 19 de febrero de 2020

CANTABRIA



"Amapolas en el Valle de Santullán" 2002. Obra de mi autoría.








CANTABRIA


Estribaciones centrales de la cordillera,
techumbres  blancas, nidal genuino donde
brotó imponente Cantabria  formando –rincón
de embelesos- espacios, voluntad, destino.

Mirando alturas estelares aprendí a respirar,
a sentir el frío, estremecerme, tiritar;
a buscar el arrebato libre del alma por caminos
y senderos del santullano valle de la infancia,
belleza montaraz, pueblos, aldeas, gentes;
villa minera de Barruelo hoy dolido,
casi perdido y exhausto, donde el invierno
templa las músicas maravillosas llegadas
-entre ventiscas y glaciares- vivificadas
y armonizadas de la serranía blanca.

Riscos, cascadas que se rompen entre piedras,
pastoreo, briznas de yerbas, huésped de  bosques
de robles y avellanos avanzo, animales paciendo,
aromas a tomillo y a espliego, a flores y vientos,
niñez, sorpresas, esperanzas, lealtades, cantos.

Hoy la luna fulgurará  en el cielo, 
perezosa y pálida, hasta muy tarde…



OCÉANOS DE LUNA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.





lunes, 17 de febrero de 2020

LA MELANCOLÍA COMO IMPULSO DE CREATIVIDAD


"Melancolía" 1984. del artista noruego  Eduard Munch.


        Munch fue considerado como uno de los padres del Impresionismo.  En esta obra tenemos ante nuestros ojos un individuo que parece ausente, quizás pensativo, existencialista, triste o reflexivo, pudiera ser que invadido por la melancolía y la soledad, estados de ánimos que al parecer fueron constantes en la vida del pintor. 









LA MELANCOLÍA COMO IMPULSO DE CREATIVIDAD


La vida viene dada de contrariedades, de grandes o pequeños contrastes y disconformidades. Entenderlo así favorece poder trascender y cruzar fronteras. Es lo que hacen los artistas, los creadores en general, gente maravillosa que nos ayuda a hacer crecer el aspecto más sensible ahí donde se dibuja el alma en toda su noble y humana extensión. La melancolía, tan presta a invadir el espíritu sensible y vulnerarlo de algún modo, ha sido compañera inseparable de la creatividad en todas las épocas y ámbitos del desarrollo humano. La filosofía, las artes y aquellos otros campos que requieren experimentar y pensar la vida de  manera más profunda, han hallado en ese temperamento melancólico inesperadas fuentes de propuestas originales, arriesgadas, conmovedoras, apasionantes. El vínculo no es casual. No obstante, ser melancólico no implica necesariamente ser creativo.

El artista hace de cuanto siente, dos cosas muy importantes: la primera, aceptar sus emociones como parte ineludible de lo que es y de lo que vive; la segunda, tomarlo como punto de partida para realizar su quehacer artístico. Hoy en día el término melancólico no se emplea en el sentido que se empleaba cuando la sociedad no exigía esconder sentimientos, pongamos por caso en el Romanticismo. Hoy, si nos sentimos tristes y perdemos el entusiasmo desanimados, la tendencia es negarlo, hacer como que no sucede, fingir que estamos bien y tratar de convertir la melancolía en otra cosa –un aforismo, una pintura, una composición poética, una partitura, lo que sea, pues la melancolía no está bien vista, se la considera como una debilidad. El malestar, la tristeza, parecen haber caído en desuso, no están de moda, no se comparten, se les aísla pues solo se estima lo que produce felicidad aunque sea falsa y se confunda con el triunfo. No podemos ni debemos aniquilar los sentimientos ni las emociones, pese a las coacciones e intereses sociales enfocados a conseguir fortaleza y laurel de triunfo. Si lo hacemos con la melancolía, asociada al arte, aniquilaríamos una fuerza cultural mayor. La vida está hecha de aquello que nos conmociona, duele o enamora; por tanto, hemos de considerar la vida en todos sus matices, tomando las consideraciones pertinentes en cada caso que se presenten.

Valoro el término melancolía, porque es un gran disparador de la reflexión, del arte, de la literatura; habita en nuestra sangre, forma parte de nuestras energías, nos habla a través de las células, nos lleva por caminos y senderos a través de nuestras actitudes e inquietudes para ayudarnos a conocernos y actuar de mejor modo.



Barcelona, febrero del 2020. 
©Teo Revilla Bravo.







viernes, 14 de febrero de 2020






"Mujer Bereber marroquí". 1988, obra de mi autoría.




"Ella, con media sonrisa, nos enseña la belleza entre la tímida mirada de su atavío y el guardado recato cultural, tribal, se se quiere. Hermosura diferente, como la variedad de mariposas; flor oculta descubierta entre peñascos...." 
José Gómez Nin.


"Una facultad específica del artista es que la imaginación sea superior a la razón y al entendimiento. Dejemos volar la imaginación".
Teo.








lunes, 10 de febrero de 2020

EDUARDO CHILLIDA


"El peine del viento" Eduardo Chillida.






EDUARDO CHILLIDA


Se han cumplido casi veinte años, el 19 de agosto de 2002, de la muerte de Eduardo Chillida, uno de los más importantes artistas vascos, genio sin lugar a dudas de la escultura del siglo XX. Dejando atrás  fastos y conmemoraciones que a veces dan la sensación que sirven para desempolvar algo para volverlo a su sitio de inmediato y olvidarlo porque hay cosas más importantes que esperan, sí que pensarlo ha propiciado que me detenga en él un momento para contemplar una vez más su obra intentando, con estas grandes limitaciones que produce no tenerla real ante los ojos, admirarla a través de fotografías que propicia Internet por ejemplo, y hablar un poco de las sensaciones que me producen así como de la persona, ese poco que se nos es dado conocer y con muchas limitaciones en mi caso expresar.
  
Éuscaro universal, fue un hombre cabal e íntegro. Una persona asentada en su lugar de origen como un árbol se asienta con toda la naturalidad en la tierra creciendo y creciendo, robusteciéndose y al hacerlo ir  abriendo brazos amigables y fraternos a todo el mundo. Su obra fue reconocida internacionalmente desde los primeros años de su carrera, por su enorme singularidad y por su calidad inmediata, recibiendo premios y galardones con mucha frecuencia. Sus esculturas, gravitaciones  y dibujos, se encuentran repartidos por importantes museos del mundo, pudiéndose ser contemplados también en galerías de diversos países, destacando las de Alemania, país con el que tuvo una muy buena relación artística y al que acudía con cierta regularidad ya que le consideraban un verdadero maestro.

Entre sus obras destacan el primer Peine del Viento, tres esculturas de acero incrustadas en rocas que miran al mar, obra instalada al final del paseo de Ondarreta en Donosti, en la bahía de la Concha, y  que forma parte, creo, de la colección permanente del Museo Reina Sofía; o las esculturas de madera de la serie Abesti Gogora, pertenecientes a museos de Estados Unidos como el Museum of de Houston o el Art institute de Chicago.

A lo largo de su extenso itinerario de maduración y crecimiento, el artista no dejó de cuestionarse profundamente, con viva inquietud y curiosidad, todo aquello que sentía como relevante en su compromiso artístico y humano. Para ayudarse a esclarecer estos cuestionamientos y dudas que todo creador tiene, Chillida se valió de la literatura de una manera muy eficaz. Solía usar para escribir hojas de cuadernos, de blocs, de papeles sueltos hallados al azar, de reversos de dibujos o trazos. Escribía a mano con su peculiar caligrafía –lo hacía empleando palabras con mayúscula-, cuanto se le ocurría y sentía era importante para avanzar. Así fue  originando reflexiones e inquietudes de uso propio, anotadas a vuela pluma sin orden ni premeditación como ligero apunte tal y como aparecían en su mente inquieta, llevándolo a lo íntimo para poder consignarlo luego estableciendo argumentos sensatos a sus propias preguntas. Así abordó cuestiones como la percepción, el conocimiento, la tierra, el mar, los derechos humanos o la misma fe, aspectos en los que el nexo común es el tono sensible y poético en que están escritos, poesía que trasladó a sus magnas obras escultóricas con suma sensibilidad, fuerza y cuidado. En esos escritos, rindió homenaje a personas que le fueron afines y a quienes admiraba, como Gabriel Aresti escritor y poeta de la lengua vasca, el escritor también vasco Pio Baroja, el poeta catalán Joan Brossa, el pintor Joan MIró, Mark Rothko pintor ruso-estadunidense, la filósofa malagueña María Zambrano, etc.. De todo ello saldría un impresionante libro muy recomendado para quienes siguen su obra en particular, y para cuantos aman el arte en general.

Para acabar este breve repaso sobre el escultor vasco, decir que su extraordinaria obra nace de preguntas que el artista se hace en ciertos lugares que son vinculantes a su sentimiento vital. En su caso, los costeros del País vasco y las de todo el cántabro en general. Así tenemos, a parte de los de Donosti, el sorprendente “El Elogio del Horizonte” en el cerro de Santa Catalina de Gijón. Esas interminables preguntas interrogando al mar, al aire, al  horizonte  o a la luz atlántica que tanto le abstraía e iluminaba. Que fueron respondidas generosamente, lo demuestra la  agudeza de su magna obra. 








Barcelona.-Diciembre de 2012.
©Teo Revilla Bravo.

viernes, 7 de febrero de 2020


Gustave Klimt "La vida y la muerte" (1916)








POESÍA Y MUERTE
                                                                       


La muerte es el tema principal de la poesía lírica. Ésta nos recuerda que vivimos con el tiempo en estados de ánimo cambiantes, en avances de ideas y acontecimientos, que inevitablemente nos conducen a través de la vida a la muerte. La existencia se convierte así en una especie de epigrama sobre la tumba, en un continuado adiós a nuestra estancia en la tierra.

En este sentido, la poesía es, instante a instante, renovación; es más vida y es más aliento de muerte. Quizás perdida entre las estrellas más lucientes de la sensitiva galaxia por donde deambulamos y nos perdemos conscientes de que Tánatos, la personalización griega de la muerte, no es más que una neblina, un velo o nube que va apartando a la persona viva precisamente de la vida. Para los griegos, que no tenían un vocablo para la muerte, uno no moría, sencillamente se oscurecía.

Los poetas deben de despreocuparse en lo posible de semejantes cuestiones, Han de comprender que es más que probable que con ellos mueran sus poemas, que de estos nunca más se vuelva a hablar, otros vendrán a reemplazarlos con aspectos nuevos y lenguajes más contemporáneos, a pocos se les es dada la recompensa de que sus obras trasciendan. En todo caso, la poesía seguirá existiendo. Quizás porque es una forma de inmortalidad alternativa, pues un poema puede influir en otros poemas y de esta manera mantenerse vivo ajeno a modas del lenguaje, y de igual modo que en él viven y perviven poemas anteriores, algo similar a lo que sucede con cualquier manifestación artística. Uno se pregunta: ¿Es realmente esto que escribo esencia de inmortalidad, o hemos de pensar que un poema triunfa del todo cuando fomenta su propia revisión provocando su desaparición como una forma resuelta de estar muerto? La nada -con toda reserva abrumadora al decirlo- es la hermana razonable de todo lo sentido-vivido, el apogeo de la pasividad, la ausencia que no conoce límites, es a la vez el sueño original y su fin; en última instancia, el vacío que anhela la memoria. Quizás por eso, porque somos seres de múltiples comienzos, nos pasamos la vida intentando superar el propio nacimiento…


"¿Qué es morir?
Morir es
alzar el vuelo
sin alas
sin ojos
y sin cuerpo"

Poema de Elías Nandino, poeta mexicano.



Barcelona, febrero de 2020.
©Teo Revilla Bravo.






martes, 4 de febrero de 2020

LA PALABRA


"Retrato de Paul Cezanne" realizado entre 1895-1896 por Gustave Geffroy. 







LA PALABRA


La palabra en poesía cobra en ti
trascendencia de salmo. El afecto
se comunica, surge el vocabulario
del apego, se instala en el mismo
corazón como preciado don surgido
de respiraciones estelares.

Para ir escalonando sonidos
convirtiéndose en voz declamada,
en acabado perfil, en brillante
luminoso relámpago, gran
silencio de verdad en el que solo cabe
el vocablo que hoy asombrosamente
nos ilumina.

Crece el sentimiento –pájaro enorme
que despliega alas- , la idea en común,
la letra escrita como sensible poema,
el invento del canto y la metáfora,
la grandeza del hombre, el amor
en común, la esperanza, la vida.

Fono de voces que arden un momento,
y en el reflejo deslumbrante de tu aurora
callan...


OCÉANOS DE LUNA LLENA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.









sábado, 1 de febrero de 2020

CAMBIA, TODO CAMBIA…




Imagen procesada bajada de Internet.







CAMBIA, TODO CAMBIA…

A menudo nos comportamos como niños antojadizos, deseosos de que todo lo ansiado nos llegue cuanto antes. Soñamos con devorar experiencias en un afán por exprimir la vida, impulso que parece acompañarnos desde que al nacer salimos frágiles e indefensos al mundo. La vida es un avance continuo, nos lleva a tomar caminos, a aprender e intentar triunfar personalmente en lo que sea, aunque ese esfuerzo a menudo vaya acompañado de grandes o pequeñas desilusiones, de piedras chicas o grandes puestas en el camino. En todo ese recorrido hay que asumir  cambios, practicar la humildad, aprender, saber controlar en lo posible ese extraordinario trayecto vital y personal al que estamos abocados.
Todos ante una expectativa ilusionante hemos deseado que llegue ese momento mágico, esperando que se haga eterno. Quizás el que marca la llamada del amor en todos sus perfiles, momentos fuertes y sólidos como islotes que se levantan firmes en medio del mar. En todo caso, los buenos momentos vividos, se quedan impresos en nuestra memoria orientándonos de algún modo. Estamos hechos de actos acertados y fallidos, que van estableciendo personalidad y  dejando recuerdos. Con ellos la vida discurre día a día. Son el tic tac de un reloj que no se detiene, algo que a menudo nos puede asustar y complicar obligándonos a pararnos y reflexionar. No obstante, eso es precisamente avanzar, construir, alentar existencia, conscientes de que somos breves inquilinos en un mundo que aún considerándolo imperfecto está lleno de cosas maravillosas. No hay que temer ni menospreciar los años que se van cumpliendo, sí a la vida que dejamos de vivir de manera irresponsable al convertirla en un tiempo vacío hueco de emociones. Hemos de aprender a sentir cada instante con la mayor vehemencia posible, haciendo de la existencia algo permanente que tenemos que mimar para que resulte lo más plena posible.
Cambia, todo cambia. Hay que romper anclas y desatar amarras para progresar. Sin embargo, en todo este trayecto, permanece algo sustancial: la esencia, punto fijo de nuestro pequeño universo particular, cálida esfera donde nos identificamos y reconocemos, siendo prioridades y protagonistas de nuestras vidas, conscientes de que el amor, el respeto al otro, nuestro anhelo por ser mejores y más sabios, han de permanecer equilibrados en lo posible relativizando con honestidad y valentía todo aquello a lo que nos aferramos creyéndolo necesario pero que entorpece, como pueden ser aspectos del trabajo, de la familia, u otros condicionantes sociales. Todo en la existencia es un aprendizaje que va marcando los valores que hemos de poseer y que son parte de la esencia vital, raíces nutridas por el apego, aspectos no fijos que  evolucionan y nos cambian.
No dejemos de ser reflejos de ese frágil niño que permanece en nuestro interior. Ilusionarnos, ser espontáneos dentro de la sabiduría adquirida, disfrutar de las cosas sencillas, amar, experimentar, atreverse a la aventura dejando atrás superados errores, nostalgias vanas, sufrimientos que fueron inevitables. La existencia no espera a quien se detiene en sus opacidades pues éstas amordazan, aturden y coartan. La vida ha de seguir buscando la luz y la libertad maravillosa de cada amanecer reflejada en nuestra asombrada mirada. Crezcamos con ella. Hagámoslo con ilusión, optimismo, sencillez y valentía, conscientes de lo frágiles que como seres somos.



                                                                                             
Barcelona, enero de 2020.
©Teo Revilla Bravo.