ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

lunes, 10 de febrero de 2020

EDUARDO CHILLIDA


"El peine del viento" Eduardo Chillida.






EDUARDO CHILLIDA


Se han cumplido casi veinte años, el 19 de agosto de 2002, de la muerte de Eduardo Chillida, uno de los más importantes artistas vascos, genio sin lugar a dudas de la escultura del siglo XX. Dejando atrás  fastos y conmemoraciones que a veces dan la sensación que sirven para desempolvar algo para volverlo a su sitio de inmediato y olvidarlo porque hay cosas más importantes que esperan, sí que pensarlo ha propiciado que me detenga en él un momento para contemplar una vez más su obra intentando, con estas grandes limitaciones que produce no tenerla real ante los ojos, admirarla a través de fotografías que propicia Internet por ejemplo, y hablar un poco de las sensaciones que me producen así como de la persona, ese poco que se nos es dado conocer y con muchas limitaciones en mi caso expresar.
  
Éuscaro universal, fue un hombre cabal e íntegro. Una persona asentada en su lugar de origen como un árbol se asienta con toda la naturalidad en la tierra creciendo y creciendo, robusteciéndose y al hacerlo ir  abriendo brazos amigables y fraternos a todo el mundo. Su obra fue reconocida internacionalmente desde los primeros años de su carrera, por su enorme singularidad y por su calidad inmediata, recibiendo premios y galardones con mucha frecuencia. Sus esculturas, gravitaciones  y dibujos, se encuentran repartidos por importantes museos del mundo, pudiéndose ser contemplados también en galerías de diversos países, destacando las de Alemania, país con el que tuvo una muy buena relación artística y al que acudía con cierta regularidad ya que le consideraban un verdadero maestro.

Entre sus obras destacan el primer Peine del Viento, tres esculturas de acero incrustadas en rocas que miran al mar, obra instalada al final del paseo de Ondarreta en Donosti, en la bahía de la Concha, y  que forma parte, creo, de la colección permanente del Museo Reina Sofía; o las esculturas de madera de la serie Abesti Gogora, pertenecientes a museos de Estados Unidos como el Museum of de Houston o el Art institute de Chicago.

A lo largo de su extenso itinerario de maduración y crecimiento, el artista no dejó de cuestionarse profundamente, con viva inquietud y curiosidad, todo aquello que sentía como relevante en su compromiso artístico y humano. Para ayudarse a esclarecer estos cuestionamientos y dudas que todo creador tiene, Chillida se valió de la literatura de una manera muy eficaz. Solía usar para escribir hojas de cuadernos, de blocs, de papeles sueltos hallados al azar, de reversos de dibujos o trazos. Escribía a mano con su peculiar caligrafía –lo hacía empleando palabras con mayúscula-, cuanto se le ocurría y sentía era importante para avanzar. Así fue  originando reflexiones e inquietudes de uso propio, anotadas a vuela pluma sin orden ni premeditación como ligero apunte tal y como aparecían en su mente inquieta, llevándolo a lo íntimo para poder consignarlo luego estableciendo argumentos sensatos a sus propias preguntas. Así abordó cuestiones como la percepción, el conocimiento, la tierra, el mar, los derechos humanos o la misma fe, aspectos en los que el nexo común es el tono sensible y poético en que están escritos, poesía que trasladó a sus magnas obras escultóricas con suma sensibilidad, fuerza y cuidado. En esos escritos, rindió homenaje a personas que le fueron afines y a quienes admiraba, como Gabriel Aresti escritor y poeta de la lengua vasca, el escritor también vasco Pio Baroja, el poeta catalán Joan Brossa, el pintor Joan MIró, Mark Rothko pintor ruso-estadunidense, la filósofa malagueña María Zambrano, etc.. De todo ello saldría un impresionante libro muy recomendado para quienes siguen su obra en particular, y para cuantos aman el arte en general.

Para acabar este breve repaso sobre el escultor vasco, decir que su extraordinaria obra nace de preguntas que el artista se hace en ciertos lugares que son vinculantes a su sentimiento vital. En su caso, los costeros del País vasco y las de todo el cántabro en general. Así tenemos, a parte de los de Donosti, el sorprendente “El Elogio del Horizonte” en el cerro de Santa Catalina de Gijón. Esas interminables preguntas interrogando al mar, al aire, al  horizonte  o a la luz atlántica que tanto le abstraía e iluminaba. Que fueron respondidas generosamente, lo demuestra la  agudeza de su magna obra. 








Barcelona.-Diciembre de 2012.
©Teo Revilla Bravo.

4 comentarios:

  1. Me ha encantado este breve repaso sobre la vida de este magnífico artista vasco.
    Algunas cosas las desconocía y me han servido para ampliar conocimientos.
    No he tenido oportunidad de ver su obra "El peine del viento" y mira que lo tengo cerca...
    Gracias por tu aportación a su figura.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Has de ir a conocerlo, Maripaz, que, efectivamente, te queda cerca y te agradará. Además aprovecharás a dar un paseo por La Concha algo también muy estimulante.
      Un abrazo.

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  2. La verdad es que nunca había leído acerca del artista, conocía su obra, al menos las más conocidas, pero se agradece conocer algo de su pensamiento y de hecho me invitas a averiguar algo más del hombre, del artista, del escultor de sueños o el que entendió quizá la profundidad del aire, sin duda fue un artista atrevido que no se quedó en lo típico, indagó y creó generando magia. Gracias y besitos

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    1. Fue un artista con mucha personalidad, Karyn. Incluso en el contexto político que le tocó vivir. Consecuente en todo. Un gran hombre y un generoso artista.
      Un abrazo.

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