LA TRADUCCIÓN. ALGUNAS CONSIDERACIONES
La traducción, compleja en sí misma, se encuentra presente en cualquier modalidad
literaria: libros, películas, páginas de arte, canciones, discursos, tratados,
disertaciones, panegíricos, etc. Para algunos es una de las artes más decisivas
de cara al futuro humano, aunque es indudable que lo es ya en el presente.
Traducir es transportar y aunar impresiones, emociones y
letras, de una lengua a otra, de unos pueblos a otros, en una continua
traslación de culturas y efectos, propiciando la hermandad y unicidad de gentes
y lenguas. La traducción es la señal con la que contamos para hacernos una idea,
en nuestra imaginación, de los efectos, maneras literarias y sensibilidades,
que se producen en otros lugares de distinta habla. El traductor idea el
lenguaje más apropiado que cree para pasar algo que interese de una lengua a
otra, sin menoscabo en lo posible de su esencia primigenia, algo siempre
complicado. De ahí la importancia de que el traductor sea fiel intérprete. La
labor que realiza, se asemeja a la del poeta cuando concibe un lenguaje personal
al escribir sus versos, al ir formando un lenguaje entre gentes diversas que
relacione y aúne el mundo, acomodándolo a un contexto extensivo de verdadero mestizaje
cultural.
Desde el punto de vista del intérprete, el texto que ha de traducir se
encuentra con las peculiaridades de la
otra lengua en cuanto a estructura y retórica, a veces complicadas de
solucionar y trasladar a la propia. Lo bueno de este esfuerzo, es que la
traducción sobrepasa las murallas meramente lingüísticas para participar de una
perspectiva cultural que incluye las connotaciones de términos y expresiones
coloquiales de la lengua tratada. Entre las estrategias básicas de la
traducción, resalta el mantenimiento de una estructura paralela en ambas
lenguas. Las dificultades que encierra el trabajo, no ya de traducción
solamente sino que también del trasvase de contenidos, se ven superadas por la
utilización en la lengua de origen de recursos de estilo produciendo evocaciones dificultosas a veces
intransferibles.
La traducción, para Edouard Glissant, poeta y filósofo
martiniqués, es fuga, es salida, es el arte de la levedad. Al ir traduciéndose
una obra de una lengua a otra la integridad neta desaparece, ya que va
despojándose de parte de su ritmo primigenio así como de la asonancia de su
escritura y de la esencia misma con la que fue concebida. El traductor intenta crear algo similar de
intenso a lo leído, pero no logra al traducirlo algo que sea exactamente igual
y ha de adaptarse renunciando a la plenitud original. Eso sí: salvaguardando el
fondo, la totalidad-mundo de la misma, la parte positiva de cualquier obra que
ha de ser trasladada a otra con el máximo de semejanza. Lo importante es recomponer
los pasajes del mundo que nos unen como seres, engrandeciendo culturalmente tanto los valores particulares
como los universales.
Barcelona. Enero. 2015.
©Teo
Revilla Bravo.