ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

domingo, 25 de junio de 2023

MUERTE Y POESÍA

 


"Muerte y vida" de la pintora Cristina Zanchetta.



MUERTE Y POESÍA

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Tanto la muerte como la vida han sido presencia en la poesía desde siempre, penetran en la conciencia de quien escribe instalándose en su ánimo para no salir más. Escribir para morir, morir para escribir, hacer posible muerte y vida a través de la escritura, pues su magnificencia equivale a establecer memoria, huella y similitud, en la tarea de humanizar el pensamiento con libertad.

La muerte conforma la figura del verso y la encarnadura moral de cada poema esté en él real o latente. Es cada verso tenue luz de luciérnaga que ilumina esa noche obscura del alma que cantaba San Juan de la Cruz. A través de esa luz se produce la unión de la labor de morir con la de escribir, haciendo posible la metamorfosis de la negatividad extrema hacia la extrema positividad. Orquestada con precisión y rigor, la muerte contiene todo asomo de existencia, sombra y luz que aguardan pacientes entre lo carnal y excitante tejiendo la urdimbre del final de cada ser. La vida, en el contexto de lo poético, sería  el sol que ilumina, el aire que se respira, el sueño de lo imposible, el sable que reluciente se afila, el constante reproche que nos hacemos, la insatisfacción y a la vez la esperanza necesaria para seguir respirando. El poeta en ese contexto, es la voz luminosa que va muriendo y renaciendo, lenta pero constante, en cada obra.

 

Irrumpe por doquier la melancolía en los versos generando en el poeta la sensación de haber poseído paraísos, puntos emocionales de salvación donde se sueldan, a la manera quevedesca, muerte con vida, vida con muerte, inevitables presencia que en poesía al unirse configuran un todo. En esa travesía de poesía y vida, de poesía y muerte, la reflexión meditativa, se convierten en una forma de forjar versos de alto calado emocional encargados de estimular la propia existencia para intentar ganar, oscilando entre la duda y la certeza, una batalla que nos parece perdida de antemano. En esta labor aparece la luminaria que invoca al amor, al encuentro, a la posibilidad de afianzamiento entre el yo y el otro, la otredad para perpetuarnos y con ella el amor, el gozo, pero también el dolor, la decepción, las palabras dulces y las más mordaces, aquello que nos liga como seres vulnerables a la finitud. La angustia ante este hecho incuestionable, a menudo se convierte en un sinsentido que puede llegar a destruirnos. Saber que hemos de morir, nos puede poner en alerta y estar a la desesperada si no sabemos resolver de alguna manera el enigma que se nos plantea. El cúmulo de tanta inquietud se puede volver en un sinsentido inevitable. La poesía es el arduo camino que emprende el ser desde que nace hasta que muere. Sirve de revulsivo; nos va salvando y sustentado el momento; es vitamina oportuna y fortaleza de espíritu.

 

El tema recurrente de la muerte en la poesía, sirve para ponernos al acecho, para requerir savia vital volcándonos en la fe y en la esperanza pues sin ellas estaríamos obligados a una cita con la peor muerte. Percibiendo todo esto bien, podemos llegar a percibir mejor la obra extraordinaria de todo buen poeta, esa estética arropada de silencios que hablan desde donde cultiva con arresto lo que calla pero está latente, lo manifiesto oculto, el ángel que lleva dentro como metafórico mensajero de luz. El poeta escribe y escribe, y sintiendo que se salva cada vez un poco más con cada verso de las torpezas de la vida y del dolor que provoca pensar en lo irremediable.

 

 

Barcelona. Marzo. 2015.

viernes, 16 de junio de 2023

LA CIUDAD


Barcelona, obra pictórica de  Francesc Labarta Museo Nacional  de arte de Catalunya. 




LA CIUDAD


La ciudad se convierte en algo inhumano cuando no se piensa en las personas, cuando la especulación es la sucia marea que lo arrastra todo. Si no ponemos cuidado para que el espacio público sea habitable, matamos el sentido bienhechor que pueda tener la actividad humana que en ella se origine. Se dice que el hombre la construye y que la ciudad forma al hombre que la habita. No permitamos que brutalice, asfixie y determine la exclusión social de quienes la pueblan, al primar la lógica del mercado y los flujos financieros que solo benefician a unos pocos. Hemos de evitar que nadie trafique con nuestro futuro y el de nuestros hijos, que no lo conviertan  en algo ineludible.

Exijamos unas ciudades menos dañinas, más justas, mejor pensadas y diseñadas, que se acabe con el urbanismo tecnocrático; reivindiquemos que vecinos y residentes puedan hacerse cargo de poder solucionar sus necesidades, determinar qué hacer con los perjuicios como ruidos, suciedad y aglomeraciones, así como gozar  de los beneficios y poder interferir en su inevitable complejidad y desarrollo.

 

Barcelona, marzo del 2023

©Teo Revilla Bravo






sábado, 10 de junio de 2023

DILIGENTE

 


"Muerte y vida" obra de Gustav Klimt. Una reinterpretación suya de la "danza de la muerte". 






DILIGENTE

 

Diligente, secreto, templado,

el día que me asiste, en quien

me miro, a quien debo la vida,

el que ahora respiro en sentido

amor. la compañía, la soledad,

y entre otras cosas vanas

lo hierático de escribir,

aquello que emerge deshojando,

impresiones, horas y minutos.

Lo noto pasar,

como la acción del mar lo hace 

a ritmos tranquilos a veces, 

acelerados y convulsos otros, 

alterando cuerpo y mente,

ardimientos, naufragios, corajes.

 

Soy un suspiro ceñido  a una nube

pasajera. Un pálpito varado

en la vorágine del movimiento 

agitado de un bello atardecer, 

que como mi alma va huyendo 

venturoso, alterado y sin destino. 


Se observa cómo la luz del día 

se debilita momento a momento 

por el entramado urbano de L’Hospitalet, 

destino de sombra y luz, 

metáfora de  vida y  muerte, 

convergiendo en infinita  quietud 

de destino.

 

 BROTAN LAS PALABRAS

© Teo Revilla Bravo






 


sábado, 3 de junio de 2023

EL SÍMBOLO EN LA OBRA ARTÍSTICA

 
"Hércules y la Hidras de Lerna" 1876 de Gustave Moreau, pintor francés precursor del simbolismo





EL SÍMBOLO EN LA OBRA ARTÍSTICA

 

En la obra artística, el símbolo viene a ser lo básico, la génesis. Nos conversa para que manejemos los bocetos que realizamos tras planteamientos previos, algo que se desarrolla en nuestro cerebro con ganas irreprimibles de salir con fuerza para hacerse realidad. Es la idea, y es la imagen que relampaguea con fuerza de eclosión.

El símbolo es también la efigie inicial. Aparece cuando todavía no se comprende el significado real ni la fuerza que pueda llegar a tener la obra. Lo hace para provocarnos e impulsarnos a desarrollarla, sea sobre papel, a color, a la lápiz, con las manos sobre las teclas de un piano, manejando un buril, el barro, o lo que sea. Esto permite que el esfuerzo que hagamos navegue hacia el exterior, materializándose en un punto indefinido y neutro habilitado como alegoría que se irá abriendo a una cosmovisión que influirá, en un sentido u otro, en el artista primero y en el espectador después.

Se trabaja la obra con temor a fracasar, pero también con esperanza e ilusión  en verla emerger libre y avasalladora. Se Trabaja, hasta escuchar el “Déjalo, no lo toques más, no lo vayas a  perder" oportuno,  momento en que caemos en la cuenta que la obra no puede terminarse  pues el arte carece de final. A partir de ese momento sabemos que ha de retroalimentarse magnetizando de una forma u otra a quien con sensibilidad se acerque a ella, pues se ha conseguido una integridad expresiva y una exploración infinita que generará en el artista y en el espectador una desazón, una indeterminación creativa, un desahogo emotivo, un providencial desconcierto.

El arte (intermediario entre el hombre y el universo) tiene que buscar una representación que conjugue la unidad de uno y la infinita complejidad del otro. Para que eso sea posible, es necesario valerse del símbolo como parte de su estructura, tanto desde el punto de vista formal, como desde el mensaje que se pretende divulgar, pues es un puente entre los conceptos (abstracciones) y los cuerpos físicos (materializaciones). En una pintura, por ejemplo, sería los tonos y colores, la estructura o composición, los personajes si los hay, los elementos representados (una flor, un mar, un libro), todo lo que conlleva un mensaje cifrado.

 De algún modo impreciso recibimos sensaciones –u objetos- y emitimos conceptos, que intentamos plasmar como mejor sabemos A eso, y solo a eso, le llamamos expresión artística. El símbolo sería la apertura y arranque de todo el  proceso.

 

 

Barcelona. Marzo. 2015.

©Teo Revilla Bravo.