Obra de Irene Gomis Galán
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA OBRA PICTÓRICA DE IRENE GOMIS
Esta reseña sobre la obra plástica de
Irene Gomis, agudiza en el opinante (ese que uno siempre tiene recelos de ser)
la visión o instinto necesario de ahondar aún más en la percepción de la misma,
de centrarse en el trabajo de una artista valiente y arriesgada que hila, con
suaves filamentos de emociones, una madeja de hechizos artísticos sin duda
sensibles, bellos, singulares. Se trata de un discurso estético de íntimo
sentimiento, que se despliega sorprendente ante los ojos del espectador
con suma originalidad, desde basamentos
creativos personificados y sobresalientes en los que sin querer se deja
envolver y deslumbrar. Fundamentado en ello pretendo, a través de claras
limitaciones, en lo que me es posible tras
esto glosar.
La obra pictórica de Irene Gomis, abre puertas a un panorama atemporal que
al instante impresiona y contagia: se trata de la contemplación de un
prodigioso universo, artístico, creativo singular. Y lo hace (desde la humildad
que confiere a todo mago de la sutileza, de la veladura, de la poesía en color
y del poder del encantamiento) mediante la atractiva textura, introduciéndonos
en un cosmos de ensueños que parece real y posible. Todo ello a través de
ambientes ciclópeos envueltos en una gama de suaves veladuras
y fértiles neblinas de color, imágenes cargadas de aquietado sortilegio, simbolismo más real que secreto,
perceptivo y sugerente, ajustado a la aventurada incursión de la artista en una
atmósfera cercana, donde las cosas que la habitan, aparentemente estáticas o
insinuadas, quedan sumidas en aleve fantasía, libres, contrastadas y flotantes,
envueltas en una hermosa atmósfera, plasmación que nos congratula con la
existencia bucólica y emocional de un retiro compartido con la pintora.
En este rico universo, Irene Gomis configura, tanto en sus elementos gráficos
como en su obra más pictórica y cargada de materia, ideas e imágenes que
reafirman una personalidad en constante superación a través las técnicas y
modos elegidos. Obra a obra se crece, sorprendiéndonos gratamente desde la
humildad y sencillez que su calidez humana y su personalidad creativa
desprenden. Los dibujos, esas líneas sutiles y sublimadas, la estructura de las
composiciones que se enaltecen tenuemente con el color son, en Irene Gomis,
grafismos acertados; vértigos sensibles y disciplinados en armonía fructuosa
sugerida en una primera impresión de la obra, dejándonos un eco deslumbrante,
impreciso y complaciente. Son suaves pero dinámicas exhalaciones; son matices
que se abrazan rozando con frecuencia el simbolismo encantador que nos ofrece
serena quietud. Su pintura va regalando estímulos que nos alcanzan y atrapan
con mensajes diversos, insinuantes y sugerentes, llegados a través de la
belleza y el ensalmo que originan, algo primordial y necesario en arte...
Estamos
ante una entelequia ideal ofrecida a través del magnetismo de una pintora en
estado de gracia; una pintora con fuerte distintivo personal favorecida por el
don del poder creacional, de la facultad para imaginar e ilustrar el
encantamiento poético desde la experiencia propia que hacer llegar serenamente
al espectador. Irene Gomis, aporta así, con cuidadosa exigencia y mimada
experiencia, esencias cabales de un conjunto creativo abierto al conocimiento
emocional y a la lectura apasionada y complaciente -pensamiento o reflexión expresiva-
del hecho artístico. Su obra experimenta una solidez nada rígida y sí vehemente,
producida a través de una acción en constante avance y perspicacia imaginativa
que no deja indiferente.
Una luz, una atmósfera y sus diversas intensidades en conexión permanente,
aparecen en la tela formando ambientes trenzados, de donde escapan súbitos deslumbramientos
–universo prodigioso-, mientras la misma
perspectiva de la composición se difumina suavemente acoplándose a una
atmósfera niquelada de transparencias, todo ello entre sutiles veladuras.
Elementos con los que tenemos la sensación de apreciar una unidad, algo
admirable, instintivamente reconocido y felizmente recuperado emocionalmente como
ese algo necesario y esencial que con frecuencia sentimos que nos falta.
Nos encontramos ante una obra con capacidad para olvidar senderos ya
trillados y recorrer otros nuevos, que sean inventivos, sin líneas divisorias, suaves y como sin hacer
ruido. Una obra que va conformando un ámbito de gran belleza plástica, fórmula
particular de entender y querer expresar –a través del complejo mundo del arte-
un ligado de iluminarias que graviten como sortilegios bellamente orquestados,
algo que aovilla bien con una fórmula sobrecogedora y sistemática, de gran
calado emocional.
La
flexibilidad y originalidad de sus enunciados son otra característica de su
experiencia y de su exigencia, ya que planifica y lleva a la práctica, con
meticulosidad, orden y acierto, la difusión de una función diferente, de
difícil ubicación a la hora de elaborar ese cosmos repleto de naturalidad que
ella expresa y plantea con técnicas precisas y motivadoras. Irene propone al
espectador, una especie de teorema de las formas creativas en constante y rica
innovación, entre soledades y silencios que nos crecen, que nos hablan, que nos
protegen y habitan. Todo ello desde intransferibles elementos sutilmente
novedosos, sensibles y lúcidos, que avanzan sin hacer ruido desde la inmediatez
de lo admirable.
Se diría que la labor del artista en Irene Gomis es romper ligaduras
tenuemente, tratando de poner fin, mediante la belleza y serenidad de su obra,
inquietudes abisales que aquejan a la condición humana. Dejémonos llevar por
esta esforzada y apreciada nigromante del arte, arropados por esa luz mágica plena
de colores, generosa y sensitiva, conmovedora y prodigiosa, plena de genialidad
y hechizo.
Barcelona.-02.-06.-2010
©Teo Revilla Bravo.