ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

viernes, 29 de noviembre de 2019

INVIERNO EN EL VALLE


"La urraca". Obra del pintor impresionista francés, Claude Monet, pintado durante el invierno de 1868-1869. 







INVIERNO EN EL VALLE


Un aire impreciso recorre la silueta
de la animosa luna que se desplaza
perezosa entre santullanas montañas
 y verdes alcores al encuentro afortunado
 de la dicha:
                   cuarzo y luz,
 pendiente arriba, ladera abajo,
en círculos lentos de infinito cósmico.

Del norte gélido pareciera llegar
la noche alargándose en agrimensuras
aquietadas mientras conquista espejos
en las dormidas aguas del marjal.

Ajenas,  las mentes abandonadas al sueño
que ronda los entornos de los pueblos
palentinos, duermen. El invierno,
como dios tabernero, achispa de hielo
los ámbitos limpios de la helada negrura.

El estero, el río, los arroyuelos fugaces,
en la madrugada fría del enero montaraz
son luces oscilantes, entre plateadas
sombras donde la sonrisa de la luna
se refleja aventurera y descarada.



OCÉANOS DE LUNA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.












miércoles, 27 de noviembre de 2019

LEER POESÍA


 Detalle de un cuadro de Gustave Coubert, en el que aparece el poeta Baudelaire leyendo en su estudio.







LEER POESÍA




      Leer poesía puede ser una experiencia única, penetrante, intensa, enriquecedora. Una práctica de gran calado humano y a la vez de gran misterio. La poesía tiene algo especial de lo que carecen el resto de las obras escritas, como es el poder de dictar bellamente el modo de querer, de anhelar, de necesitar, de reír o llorar, de vencer el tiempo, el miedo y la muerte, asuntos que se nos hacen inexplicables. La poesía se intuye más que se comprende. Se podría comparar con las quimeras tras las que vamos o con los sueños que nos invaden a menudo. Llegar a cada verso, sentirlo resuelto y sabiamente construido, es placentero, pues juega a mover y remover al lector, a estimularlo y zarandearlo por dentro, a llevarlo hacia una claridad mental con poder de transformación. La poesía aligera el aire que se respira, sólo hay que dejarse abandonar a la aventura de leerla y recitarla sutilmente. Si conseguimos la dejación de razones y nos dejamos por ella llevar, llega beneficiosamente a instalarse dentro de nosotros dejando paz y serenidad, aunque a veces también angustia; en todo caso, algo, un no sé qué especial, que acierta a complicarnos y enredarnos por dentro, pues incide en cuestiones especialmente sensibles. También puede lograr aliviarnos, quitarnos miedos, sentir a esa verdad que privativamente escondemos, o lograr iluminarnos revelándonos como mejores personas.


        La poesía nos ayuda a rehacer la relación grata que tenemos con el tiempo, con lo acontecido que nos alegra o duele, con la vida y sus circunstancias. Nos reconcilia, nos reconforta. Y todo ello, flotando en el ánimo sin lenguaje fijo creando signos y símbolos en el alma, situándola, arropándola. No obstante, como poetas, nunca podremos expresar claramente y con certeza lo que deseamos comunicar, pues cada poema es un intento inconcreto, es una necesidad vital por expresar que en alguna medida nos deja una frustración ante la sensación de tener un impulso literario fallido. 

      La poesía –palabras sorprendentes e inesperadas- está más cerca de la percepción, que de la propuesta prosaica. Ese es su juego. Un juego donde se logran conclusiones armoniosas, que a veces nos hacen perder el equilibrio con sus saltos cuantitativos, con los descubrimientos que realiza el parlante, con todo eso que hace que la sangre fluya ligera con cada verso, con cada palabra, con cada poema.

      El problema que surge al leer para acercarse a la poesía, comprenderla y sentirla, es que hay  poetas que aún siendo increíbles y únicos como Rimbaud, Vallejo, TS Eliot, o Baudelaire,por poner algunos ejemplos, pueden ser complicados de entender pues compusieron poemas crípticos que hay que leer y releer cuando no estudiar o investigar para deducir qué querían decirnos o qué trataban de transmitir. Son poemas generalmente ostentosos, con palabras que no se terminan de comprender y que pueden resultar aburridas si se carece del hábito lector. Es fácil encontrarnos con gente que nos dice: “No leo poesía, porque no logro entenderla”. Por este motivo, muchos lectores se alejan de ella pensando que comprenderla es imposible pues lleva a realizar un esfuerzo especial ya un estudio profundo de sus autores. En algunos casos es cierto, pero también es cierto que hay poetas sorprendentes que se pueden leer e intuir con una sola lectura, poetas idóneos para introducirnos en ese rico universo y avanzar en él.

        Aunque compleja, la poesía es un canto, una relación entre el silencio y la significación, que no deja de asombrar. El poeta crea palabra y belleza, con la sabiduría de quien encuentra el mensaje apropiado sabiendo mantener en él la música que previamente lo ha poseído. Eso influye de manera definitiva en la emoción que el lector pueda hallar, tal si fuera una tormenta perfecta o una calma total; en todo caso, con la poderosa fuerza de hacernos navegar y quizás, quizás, apaciblemente en gozo en ella naufragar.



Barcelona. Octubre de 2016.
©Teo Revilla Bravo.




lunes, 25 de noviembre de 2019

JUANA INÉS DE LA CRUZ



Fragmento del retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, Miguel Cabrera, ca. 1750 (Castillo de Chapultepec).





JUANA INÉS DE LA CRUZ

Se dice de Juana Inés de la Cruz, Juana de Asbaje o Juana Ramírez, de nacimiento entre 1648 al 1651, que fue niña prodigio, hecho que la convertiría en  mujer de muchísimo entendimiento y cultura, rebelde e inconformista, dueña de un lenguaje poético que la haría célebre y destacada en nuestras letras castellanas. Su madre fue criolla y el padre militar español, lo que propició que aprendiera a leer a muy corta edad, dicen que sobre los tres años, en un siglo, el XVII, y en un lugar, México, nada propicio para mujeres que intentaran sobresalir en algo a ellas no asignado.
Juana Inés tuvo la osadía de hacer frente a esa dura e injusta realidad de la época, dedicándose denodadamente al estudio y a la escritura. Para huir de posibles casamientos que enturbiaran y encarcelaran estas inquietudes literarias, se supo enfrentar a la autoridad, sortearla y aún vencerla, pues no convenía que la mujer pensara. Y lo hizo metiéndose a monja, primero en la orden de las carmelitas, luego en la de las jerónimas, no tanto por vocación divina aunque la hicieron adjurar en nombre de Dios cuando era católica de fe, sino con el fin de poder hallar el espacio necesario donde dedicarse a sus efervescencias intelectuales interiores, celda propicia que supo transformar en una verdadera biblioteca (que luego la obligarían a vender), punto de encuentro cultural donde poder echarle horas, junto a otras mojas interesadas, al conocimiento y al pensamiento de ese Dios del que otros pensaban que renegaba. Según Octavio Paz fue una poetisa intelectual, docta y erudita. Gracias a su determinación, la literatura tardía del Barroco, siglo de oro de las letras en español, ganó una de sus escritoras más sobresalientes, amén de ser pionera en la lucha por la igualdad de género, referente del feminismo cuando esta palabra ni asomaba por el diccionario ni existía siquiera en el pensamiento de aquel tiempo.
Fue gracias al afecto (algunos sospechan que lésbico-platónico, aunque nadie sabe cómo fue en realidad la relación entre ambas, se cree que hubo amor intenso pero no sexo) entre la monja y la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, protectora y promotora de su obra, que sus poemas, sobre todo los del desvelo amoroso hacia la condesa de Paredes, unos cincuenta, lograran salir a la luz tanto en México como en España.
A esta monja jerónima, hay que leerla calurosamente apartando espesos velos y vendajes, sin prejuicios ni tabús sexuales, algo que debería estar aparcado en el tiempo aunque por desgracia aún siguen presentes en sectores cerrados y no tan cerrados de la sociedad. En relaciones humanas apasionadas como las vividas por la monja  y la condesa de Paredes, nada importa género o sexo de aquel o aquella a quien se ama. Juana Inés fue también, en ese sentido, todo un revolucionario ejemplo.

"Ser mujer, ni estar ausente
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo"

Uno de los poemas que Juana Inés de la Cruz dedicó a María Luisa Gonzaga Manrique de Lara.



jueves, 21 de noviembre de 2019

TIEMPO DE LUZ



Obra del cubano residente en Madrid de Francisco Govin, especializado en pintura y grabado









TIEMPO DE LUZ


Tiempo de luz. Lunas crecidas ardientes
y sobrexcitadas saltando sublimes
sobre el abierto espacio, se desbordan
felices. Brillan las formas de la vida,
los árboles crecen, se encauzan ríos,
se ensanchan mares, hay vegetación
renovada, el reino animal se multiplica.

Comienzo afortunado. Adán se acopló
 plácidamente en gozo y amor en Eva
que se hallaba trenzando estrellas
sobre un planetario feliz. Así apareció,
tras terrible e imperdonable pecado
original –obscuro túnel de larga
noche-, la humanidad; de eso hace
mucho, mucho tiempo.

Hasta que  acelerándose en desorden
la luna y las  estrellas comenzaron a caer,
descosidas del entramado universo,
a velocidad de vértigo, precipitándose
- lodo y ceniza- sobre la estéril tierra.
Sublevados tras el castigo a sus pecados,
los hombres, unos contra otros a modo
de hordas salvajes, comenzaron a morir
devorándose, mientras arrasaban convulsivamente
patrias, territorios, escudos, banderas,
encerrados en secas empalizadas de metal.
Fue la guerra, el caos, la destrucción total.

Al parecer no la del ave fénix quien renacido
y libre de sus cenizas, trajo consigo nueva luz
de esperanza, soles y lunas desde donde
el hombre de nuevo crecido por y para el asombro,
creyó iluso retomar el control de su memoria.   



 OCÉANOS DE LUNA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.









lunes, 18 de noviembre de 2019

EL HECHO POÉTICO


"Las visiones de las hijas de Albión" Obra de William Blake, Poeta y grabador británico


      William Blake fue un hombre excepcional, pintor, grabador, filósofo, místico, rebelde, loco,  esotérico, profeta..., prácticamente desconocido en el transcurso de su vida. Y en todo ello, a pesar de la fuerza independiente de cada una de sus facetas, éstas parecen complementarse, formar un gran todo con sus muchas singularidades. Su obra hay que atenderla desde un punto de vista muy especial, fenomenológico, sin prejuicios, acercándonos a ella como niños con los ojos bien abiertos por la sorpresa, ligeros de mente y alma. Su obra  pertenece al Simbolismo y al Romanticismo.  Falleció el 12 de agosto de 1827 en Londres.








       EL HECHO POÉTICO
 

La poesía, en este periodo de confusión literaria y social en que vivimos, ¿debe ser reflexión pensante y no emoción ni percepción sintiente?, ¿ha de destellar como regalo de luz, o ha de construirse como  ingenio donde todas las piezas encajen a la perfección?, ¿se ha de formar arquitectónicamente buscando resultados lineales, acabados perfectos y deslumbrantes?, ¿ha de ceder su puesto intuitivo y sensitivo a un mundo de conceptos concretos y de elucidaciones que demanda la sociedad vertiginosa y alterada donde todo inevitablemente ha de ser entendible encajando en un contexto determinado?

Pudiera ser que los perfiles que nos llegan de la literatura, no naveguen libres y sean manejados -con talento o no- por poderes egoístas,  especulativos o calculadores; que no se la deje fluir tal y como del ánimo arranca, impidiendo que la percepción básica de la misma se desarrolle libre apagándole su raíz emotiva; quizás, al banalizarse la sociedad, estemos ante la muerte de la poesía considerada en su esencia más intuitiva y genuina, o se quiera hacer del hecho poético un simple ejercicio intelectual y arbitrista calculado para beneficio de unos pocos; quizás, quizás, quizás. Tales exigencias dejan sin razón de ser la nobleza del acto poético, habría que llamarlo por otro nombre, ya que se niega la libre y necesaria expresión literaria de quien, inspirado y sincero, necesita escribir en libertad. Todo se trueca y se confunde durante el tránsito de la intuición y del concepto a la obra requerida.

Hay, pienso, dos formas aparentemente antagónicas de presentar y sentir la poesía. Dos maneras que deberían ir coligadas o ser unicidad, ya que por separado no pueden funcionar bien al quedar desaprovechadas  en un sentido u otro. Los variados aspectos creativos han de convivir en feliz armonía por el logro de una mejor resolución de la obra, partiendo de los sueños -llámense ilusorios- y de los rasgos de inmediatez explícita. Hay que ir creando un espacio de fundamento poético que no devenga en sacralización mística ni lírica solamente, pero  tampoco convirtiéndose en un frío ejercicio mecánico de la voluntad. El anhelo de quien esto piensa es que se entremezclen idea y conocimiento en una identidad propia nacida y crecida a través de sensibilidades que perfilen y delineen poemas, dejando versos más o menos acertados, íntimos y honestos, intentando hallar el mejor ensamblaje posible de los mismos; tender hacia la máxima afinidad del poema, logrando hallar una armonía de conformidad con la que poder crear un paisaje hermoso y perdurable. El ideal del poeta, desde lo más intrínseco del manantial donde surgen los versos, más que ir a una contextura de lo perfecto realizable, ha de crear, como diría Huidobro, “Como la naturaleza crea un árbol que cante con todas sus hojas al son voluble del viento”. O sea, no buscar las formas en nosotros, sino buscarnos a nosotros en las formas.

A expensas de lo dicho, lo que es cierto es que el hecho poético cada uno lo vive a su manera –como sucede con todo en esta vida- desde las propias percepciones, ya que la creación no ha de tener límites prefigurados. Cuantas menos reglas o esquemas fijos e inamovibles mejor, digan lo que digan otros. El hecho poético deviene, desde el núcleo germinal de la sensibilidad de cada cual, como estado gradual; las normas o reglas que se establecen, hay que tomarlas con cuidado valiéndonos de ellas cuando se ajusten al proyecto. Para componer, el arte, en general, no ha de tener limitaciones, ha de ser abierto y dispuesto a cambios constantes. El arte, y con él la poesía, nace del instante mismo en que se produce una emoción espontánea tendente a intentar construir con ilusión y esmero en cuanto se hace proyecto. Luego llega el trabajo diario, donde hemos de dejarnos los sentidos, sustancias, riquezas, logros y desaciertos. Ese origen o fundamento revelado, es el don principal de la creatividad. La dicotomía es una manera de poner trabas a la creación, de hacer del análisis un hecho elitista solo para quienes se sienten dueños de decidir, juzgar y valorar, dictaminando qué es oportuno hacer, cómo se ha de hacer, y qué resultados han de tener. Siempre ha habido abanderados de las reglas y de los términos delimitados, señores que suponen que desde lo acracia de la libertad individual no hay posibilidad de crear arte ni avanzar, siendo todo lo contrario: aquello que se cree dar por acabado como ciclo, hay que mantenerlo abierto para seguir avanzando. La poesía, que no necesita precisamente ni necesariamente de claves cerradas ni ocultas y mucho menos de políticas de procedimientos inquisitoriales, no escapa a este hecho: aún hoy se le sigue poniendo corsés, pautas, tendencias, escuelas, donde unos pocos se mueven cómodos;  no hay más que analizar los laureles y premios que se conceden entre sí,  para darnos cuenta de por dónde van los tiros…

El lector en todo caso, el oidor o espectador, son quienes tienen la palabra, quienes han de descodificar ese estímulo emocional que se le muestra misterioso. Esta es la única validez, la garantía de que se ha entrado en conexión con algo admirable. Autor, lector, oidor, espectador, han de sentirse de alguna forma reconocidos, en y por la conmoción sentida,  en experimentación convincente y conveniente. Fuera de eso todo es  humo o fatua neblina de arrogante iluminado.


Barcelona.-octubre.-2012.
©Teo Revilla Bravo.








martes, 12 de noviembre de 2019

MANCHAS



 "Los fusilamientos del tres de mayo" también conocido como "El tres de mayo de 1808 en Madrid" o "Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío". Año 1813-1814. del pintor aragonés Francisco de Goya.









MANCHAS    


Manchas a pie de pared, lágrimas
de sangre vertidas. El pelotón pulsó
el gatillo de la venganza
cayendo los cuerpos desplomados
sobre la tibia superficie de la tierra
amada. Eran gente sencilla,
desenfadada, despreocupada,
algunos casi niños, muchachos
alegres, sonoros y sonrosados
del campo, alistados con la ilusión
de vencer el cruel fascismo.
La sangre empapó la vida de las familias,
de los amigos, del amor dejado
con esperanza de feliz regreso.
Soledad inmensa del día a día,
aciagos, devastadores años del treintaiséis
al treinta y nueve ambos inclusive,
cuando los pueblos quedaron desiertos
al proclamarse  victorioso el señor
de la  espada en ristre, de los ojos
fueguinos, del nacional alzamiento,
generalísimo por la gracia de Dios
o del diablo arrasando sin miramientos
con todo odio posible  lo libremente
conseguido por y para bien del pueblo.
Así llegó la represalia asesina,
las cárceles, los juicios sumarísimos,
la obstinada opresión, la miseria
y hambruna de muchísimas familias,
el temor, el prolongado silencio,
la encrucijada angustiosa del corazón
libertario deshabitado en largo exilio.


  OCÉANOS DE LUNA Y  TIERRA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.







lunes, 11 de noviembre de 2019

LA CREATIVIDAD


"Las tres gracias" de Rubens.


Este cuadro de Rubens, “las tres gracias”, es el más famoso de cuantos se han pintado sobre ellas –recordemos la obra de Rafael-, es un cuadro que nos hace reflexionar, según palabras de la profesora de arte en la Universidad Complutense Carmen Bernárdez,   sobre la tiranía de la belleza y sobre la salud por encima de las partes erógenas. En esta obra, los cuerpos femeninos se salen de los cánones de belleza actuales, para complacerse en recrear arrugas, resaltos y pliegues de la piel, se supone que al gusto de la época, ideal hoy para que los jóvenes vean cómo es recomendable valorar otras cualidades del cuerpo femenino.










LA CREATIVIDAD


Las Tres Gracias, eran hijkas de Zaus y de la ninfa Eurinome. Se llamaban Áglae o Aglaya, Eufrósine y Talía. A estas diosas –que simbolizaban la belleza, el júbilo, la comedia y la poesía- les estaba concedida la posibilidad de otorgar a dioses y a mortales los dones necesarios para  llegar a ser un artista.

La creatividad aparece, desde la asociación novedosa de hechos artísticos previos y legítimos que se dan en todo autor, con la idea y el efecto de conseguir nuevos propósitos a través del desarrollo de las propias inquietudes. La creatividad es un estado especial de conciencia, que permite generar a través del magnetismo producido por un don inherente, una red asombrosa y compleja de conexiones  e interrelaciones sensitivas, eso que permite al artista identificar, plantear, plasmar y resolver, problemas o inquietudes íntimas o del medio en el que vive, de manera relevante y divergente. Según Venturini, la creatividad, sería la capacidad humana de modificar la visión que se tiene del entorno a partir de la conexión con el yo esencial. Eso permite al hombre generar nuevas maneras de relacionarse en el contexto en que coexiste y crear nuevos objetos,  aventuras o desarrollos culturales, a través de estructuras habilidosas y composiciones esmeradas necesarias en toda sociedad que evolucione para bien. Esta actitud y poder de transformación mediante el arte, tendría un componente genético establecido, que facilitaría el posible desarrollo posterior, obrando como individuo comprometido con el tiempo  que vive. Sea como sea, la idea primigenia es interferida en cuanto aparece este impulso asombroso, disposición y llamada al arte que se va convirtiendo en algo preciso y necesario.
El boceto latente se genera y crece en la mente -punto de partida de toda labor sea plástica, musical, de arquitectura, literatura, etc.-, en esa masa craneana que define todo comportamiento existencial haciéndonos únicos y personales. Ese germen encerrado en ebullición a la espera de realización, puede fundamentarse en un sueño, en fuerte inquietud, en  imagen asombrosa, en idea recogida al azar, en pensamiento o razonamiento sobre lo divino o humano; puede fundamentarse en lo poético existencial y personal como es la visión de un horizonte que plasmar, la estructura de una flor, la textura de una hoja, el relieve de una montaña o cordillera, la línea divisoria entre el mar y el cielo... Esa energía retenida (que no es otra que la que nace de vivir con intensidad los acontecimientos) comienza a ponerse en marcha, con espíritu de adaptación, desde que somos conscientes de los estímulos que nos han provocado. Si apreciamos la necesidad de crear a partir de los mismos creyendo que es para bien, sentimos que hemos de obrar de inmediato desde nuestras pequeñas o grandes posibilidades, desde nuestras capacidades sensitivas e intelectuales, haciéndolo avanzar en el intento de contribuir con un granito de arena a la acción benefactora global.  
El arte, lo imaginado o soñado, las señales que nos proporciona un sentimiento magnánimo, debe de tocarnos directamente las fibras impresionables haciéndonos reaccionar; ha de devolvernos a la meditación, al momento interior de donde surge toda idea sensible y transformable, imponiendo anhelo y arresto, iniciando un diálogo, creando juicios de valores con fuertes connotaciones simbólicas y conceptuales, hablándonos con un lenguaje único que propicie las potencialidades más perceptivas, de manera que seamos conmovidos positivamente -afecto-efecto- generándose esa emoción artística -inquietud y sensibilidad- que pueda proyectarse hacia la realidad transformable. No debemos olvidar que la creatividad se relaciona con nuestras habilidades, con nuestras aptitudes y enfoques sobre una situación que tiene lugar, ineluctablemente, dentro de nuestros propios límites personales, sociales y culturales.
La técnica adquirida para realizar cualquier tipo de obra ha de estar al servicio de lo poético, ser parte del lúcido y mágico engranaje del sentimiento: obra sin poesía es obra muerta, se dice con acierto. La obra ha de ser desnudada de su originalidad para pasar a ser subordinada a momentos de complicidad con el espectador, lector,  admirador, etc., lo que convenga en cada caso, ya que se revela a través de un diálogo con el espacio atendiendo a estados anímicos -lo que es y en cuanto se es- al activarse la imaginación, campo o zona donde se alberga la primitiva idea, el discernimiento, la percepción, desde donde comienza a surgir la posibilidad de la obra bienintencionada posiblemente mediante la inspiración y el esfuerzo creativo que devienen a veces, las más con mucho tesón y esfuerzo, como sin apenas nos diéramos cuenta. Cualquier estímulo puede hacer que florezca una evidencia clara sin interferencias ni contraataques, ahí donde lo incorpóreo se hace corpóreo, donde lo perceptible expresado, lo onírico simbolizado, lo imaginario poético.  Sensaciones, que  se abrazan a través de una necesidad latente de transformación y provocación que lo harán   emerger y prevalecer a través de esa corriente o magma eternamente cambiante que llamamos arte. 
Los elementos que forman lo llamado poético o bello, forman vida al momento a través del mágico desarrollo que como verdadero procedimiento o método plantea requerimientos, interrogantes e inquietudes, recurriendo a la interioridad del alma, al estado de necesidad, al desahogo emocional inmediato. Así se forma ese bucle hermoso que entra en contacto con los propios sentimientos a través de lo hecho compartido, aún sin ser a veces conscientes de cuánto mantenemos y de cuánto aparentemente olvidamos pero permanece. El arte se revela siempre como necesaria convulsión, acomodándose a la vida social. Como nos diría Antonio Gamoneda, «La memoria también está hecha de olvidos». En cuanto al arte, todo pareciera estar, de una manera u otra, expresado, pero la verdad es que a la vez hay sensaciones que nos dicen que todo resta por hacer. El arte intensifica, da razón de ser a la vida, es absolutamente ineludible, sirve para contrarrestar el lado  oscuro, contradictorio, perverso o negativo de la sociedad, quedando como tributo fundamental para mantener el desarrollo y equilibrio emocional de la misma humanidad que lo alienta.

Barcelona.-Octubre.- 2012.
©Teo Revilla Bravo.





sábado, 2 de noviembre de 2019

ELEMENTOS DE INSPIRACIÓN: “El Romanticismo”


"Las espigadoras" también conocido como "Las cosechadoras" es una obra realizada por el pintor francés Jean François Millet en 1857. Se conserva en el Museo de Orsay, París. 


Millet fue una de las figuras claves de la pintura francesa dentro de esta corriente realista. La obra  se engloba en las que realizaba un nutrido grupo de artistas que, rechazando las formas pictóricas y sociales de la época, fundamentaron su vocación pictórica en aspectos netamente naturales.












ELEMENTOS DE INSPIRACIÓN: “El Romanticismo”

“Yo no soy sólo socialista, sino también demócrata y republicano partidario de la revolución; en una palabra y sobre todo, un amigo sincero de la auténtica realidad”  - Courbet.


Hay que escoger –a veces llegan solos- elementos de inspiración que nos permitan acercarnos a la obra posible y al mismo tiempo, cómo algunos creadores  contemporáneos, introducir nuevas miradas y aportes al realismo, ese estilo que por fortuna pasen los años que pasen, sigue presente. Acercarnos, aún siendo conscientes de que aunque la realidad cambia con el paso de los tiempos su apariencia y esencia, siguen siendo las mismas: versátiles, esquivas, difíciles de atrapar por no decir que imposibles. Parte del acierto se lo debemos a Gustave Courbet, considerado el mejor exponente del realismo, quien aportó una verdad liberada, sin idealización alguna, realizando una declaración acerca de su uso a través de un manifiesto que se denominó “El pabellón del realismo”, desafío técnico de trabajar con la luz, el color y el espacio.

El Realismo es un intento -desde el ardid visual e inmanente del concepto de mímesis- de mostrar lo visto y vivido del modo más verídico y objetivo posible, cubriéndolo con ciertas veladuras de romanticismo con el que guardaba estrecha relación al comienzo, derivando luego en un trasfondo completamente opuesto a éste al resistirse a embellecer la realidad con símbolos considerados del pasado. No podemos olvidar que este movimiento aparece (entre otros países como Alemania o Inglaterra) en Francia con el derrocamiento de Luis Felipe, potenciándose con la proclamación de la II República y más tarde con el advenimiento de la Comuna que elevó la dignidad del trabajador y luchó por la respetabilidad del pueblo. El artista, consciente de las nuevas situaciones, se hace solidario representando esa realidad con talante crítico lo más objetivamente posible y a modo de compromiso. Los académicos, reacios y tardos en asumir novedades, los acusaron  de recrearse en lo feo, en lo vulgar, en lo morboso e incluso en lo obsceno. No les importó: se reafirmaron en ello haciendo oídos sordos a las críticas, plasmando aspectos amplios de la vida cotidiana que vivían y sentían necesario mostrar.

En el Realismo se imponía el detalle de objetos llegados por simpatía o contraste: texturas, iluminación, sombra, volumen, y en dibujo la representación de personas lo más detalladamente reales, así como copias o  reproducciones de cosas inanimadas, como un cielo, una flor, el ferrocarril, la industria, plazas, cafés, circos, teatros, parques, rocas, escenas de playa, o incluso entierros y actividades similares. La temática era y sigue siendo inagotable, generándose una obra antropomorfa y personal por muy exacta que se quiera hacer: el artista posee un amplio campo de representación, tanto en temática como en intención, algo que distingue a este estilo pictórico de la fotografía. Porque el artista ve con su retina, pero sobre todo con una mirada llena de vida, exponente de lo que su alma siente. Al ser su propósito fundamental representar objetivamente la realidad, se le consideró un arte sin estilo. Pero el artista, aún creyéndose en su obra fiel a cuanto le rodea, digan lo que digan otros, siente que  crea e inventa. Bienvenida sea su permanencia en el tiempo.  



Barcelona. 25 de octubre de 2019.
©Teo Revilla Bravo.