"Desnudo bajo una escalera", obra de Marcel Duchamp
MALAS PRÁCTICAS EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO
El arte contemporáneo, también llamado conceptual o de vanguardia, se percibe con novedosos miramientos y en ocasiones con recelosas perspectivas. No deja de ser un arte controvertido y de resultados imprevisibles. Variable y mudable, emerge como la vida misma desde la alocada velocidad que nos impone la sociedad.
La música, la danza, el teatro, el cine, la misma literatura, todo arte en general, requiere el interés de un público que en muchos casos ha de pagar por presenciarlo, leerlo o escucharlo. Un público que manifestará con aplausos o abucheos su conformidad o rechazo.
El arte contemporáneo suele ser visto con asombro y avidez. El espectador y algunos críticos salen de la sala donde se expone, muchas veces sin haber entendido nada o sin haberse identificado con lo visto. No estará preparado dirán algunos. Es cierto que los opinantes de esta disciplina suelen ser con frecuencia crueles a la hora de emitir un juicio, pero también hay apasionados defensores aunque no sepan concretar qué les ha motivado a serlo. Estamos ante un arte arriesgado que necesita de la novedad y de la invención.
Otros no tanto. El cine mismo —podríamos hablar de otras artes— soporta toda clase de análisis, y nadie se rasga las vestiduras cuando la crítica destruye la labor de un director o de un actor por considerar obra e interpretación malas. Cuando leemos un libro necesitamos tiempo y concentración para entenderlo y juzgarlo; el mismo escritor es consciente de lo difícil que es lograr tener éxito, sabedor de que la obra posiblemente no será editada o de ser así acabe olvidada en el viejo almacén de una distribuidora de libros cualquiera.
A veces es precisamente el artista, el que parece vivir encerrado en una burbuja al no querer tener contacto con el público al negar la crítica adversa que se le hizo. Deduce, que si público y crítico no acuden a la sala donde expone o se van de ella desilusionados, es porque no entienden nada de nada. No soporta que su obra sea percibida como una engañifa.
La distinción entre arte tradicional y arte contemporáneo, no deja de ser una deformación estética, hecha por oportunas conveniencias. Se supone que el arte sujeto a un estilo previo, llega través de cánones tradicionales, por lo que se le juzga como clara falta de evolución; el contemporáneo en cambio, se trataría como un arte en avance permanente donde preocupación, estética, y estilo, estarían inmersos en una actualidad en continuo progreso. En ese contexto, el artista se supone que ha de llegar al arte obrando como un creador si desea tener éxito.
El hecho de que alguien adquiera una obra no hace al autor de la misma necesariamente artista. Puede ser adquirida por un ser caprichoso e influyente que paga mucho por ella, elevando al autor solo por este hecho a la categoría de artista, lo que le exigirá dejarse guiar en su labor por un “curador” o vendedor publicista que será quien imponga la idea y el tipo de obras a realizar y exponer.
Al artista sincero, al reclamar una libertad creativa imprescindible para él, ignora y se le ignora en el sentido especulativo del arte. Por ese motivo, cuesta dar con un buen y original artista.
Muchas de las obras de supuesto éxito, trascienden como arte para ir hacia cánones comerciales donde adquieren su valor en relación al precio que alguien impone y otro paga: si el inversor da su aprobación, ponte contento artista, habrás tenido suerte, serás el creador emergente de una obra que no hubiera trascendido sin la farsa mercantilista. Ahí tenemos el por qué algunas obras se las considera arte y caras de adquirir para la mayoría de la gente. Todo obedece a una práctica endogámica que cultivan apoderados, administradores, críticos, y algunos artistas por ellos bendecidos. Al ubicarnos en el papel que ostenta este gremio privilegiado, lo identificaremos como suplantador embustero del arte por un vil metal. Está claro que esa actividad es un escarnio que va en contra de los procesos de la inteligencia más elementales. Práctica por otro lado que disminuye o minusvalora habilidades que se formaron durante procesos que duraron miles de años.
Me temo que estamos, a menudo, ante un arte y un modus operandi intencionado y caprichoso que ha logrado instalarse y dominar el aspecto cultural de nuestro tiempo. El problema es que volverá estúpida en pocos años a la misma condición humana.
Barcelona.-Agosto.-2014.
©Teo Revilla Bravo.