ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

jueves, 19 de diciembre de 2019

ANTONIO GAMONEDA, GENEROSIDAD Y ALTRUISMO





ANTONIO GAMONEDA, GENEROSIDAD Y ALTRUISMO


 A Antonio Gamoneda al escribir le sube la presión sanguínea, nos dice con cándida sinceridad de persona sumamente sensible. A Antonio Gamoneda no hace falta presentarle, es un poeta grande entre los grandes en el que se cumple con justicia que el poeta esté en el lugar que le corresponde por su talentosa obra, por su sentimiento vivo, por su humanidad. Generosidad y ultraísmo, que nos deja -verso a verso- reflejados en cada poema como si de una corriente de agua cristalina se tratara. Virtuosa, inconmensurable, emocionante obra la suya.

Tuve la posibilidad de comunicarme con él en varias ocasiones mediante carta -no frecuenta medios digitales-, pudiendo sentir su cálida mirada dirigida al papel mientras me leía y luego mientras me escribía, así como su abrazo al finalizar la misiva con temblequeante mano de octogenario aún firme, caligrafía de rasgos muy personales cargada de afectos y cálidos efectos. Sus cartas últimas llegaban cargadas de mucho  aliento en momentos en que mi hijo, aún niño, corría serio peligro luchando por su vida en un hospital de Barcelona. Mi agradecimiento a él, a Juan Antonio Pellicer que nos hizo llegar el mensaje de ánimos, así como a tantos amigos y conocidos que estuvieron pendientes y cercanos alentándonos y mimándonos con el corazón en esos momentos, es infinito.

Cuando un poeta con sus altos valores y reconocimientos literarios se detiene a escuchar y leer imprecisos versos de un aficionado a las letras valorando un libro que una editorial se atrevió a publicar con la humanidad que él lo hizo, sin previo conocimiento ni antecedentes, explicándote humildemente lo que para él es la poesía, estimulándote a continuar por el rumbo emprendido aportándote consejos y reflexiones, es que estamos ante alguien de una humanidad considerable. Su naturalidad amigable en la misma correspondencia, lo demuestra. Gamoneda es una persona a la que no se le sube los premios a la cabeza, un enorme, sencillo, virtuoso poeta, un referente de nuestras letras, bien cultural que nos pertenece a todos pues aparte de escribir y aportar tanto al mundo literario trata a la persona que a él se acerca con suma naturalidad. No todos –escritores, artistas, gente afamada por un motivo u otro- obran así. Más bien sucede lo contrario: raros son los que permanecen honestos a su esencia primigenia, si es que tuvieron alguna vez esos valores. Digo esto al tener cierta experiencia en llamar a algunas puertas sin resultados, aún sabiendo que se ha escuchado muy bien el timbre desde dentro. La fama suele confundir, suele perdernos, es mala consejera, ojalá no caigamos en sus malas artes allá los que se dejen vencer por ella, pues al final todo viene reflejado en las obras. 
Gracias por tu afecto, estimado Antonio.





Vayamos a lo importante: El poeta leonés –aun nacido en Oviedo un treinta de mayo como el que ésto escribe- nos deja estos días una nueva sorprendente continuación de su obra. Se trata de un libro con guisos de singularidad –todos sabemos que su obra ha permanecido aislada de cualquier tendencia poética- como lo son todos los poemarios de su magna obra. Pero éste se antoja especial, quizás por la avanzada edad del poeta: “Canción errónea” lo titula. Y lo hace con esa sensación de dudas que todo ser humano que se precie tiene a la hora de escribir,  máxime si como en el caso de Antonio se es prácticamente autodidacta, lo que todavía le hace más grande. Sobre todo cuando sabemos que pasó por la pobreza y la miseria de la Guerra civil, que tras ésta consiguió hacer con esfuerzo de voluntad estudios medios que combinó con un trabajo como recadero de banco. Quizás por eso, Gamoneda, queda fuera de ínfulas y de ordenanzas canonizadoras pese a haber cobrado notoriedad al recibir el premio mayor de las letras castellanas. Es un poeta sencillo, un hombre de barrio leonés habitual y coloquial, que se llena de emociones y nos las cuenta con maravillosas alegorías poéticas. Como bien escribe Casado sobre él, “Gamoneda no desarrolla propiamente un relato, ni siquiera cuando anuncia que va a hacerlo; los hechos se fragmentan en sensaciones, en detalles aislados de su contexto trasportando ecos de tiempos anteriores. La mirada está sometida a un núcleo obsesivo que la absorbe dirigiéndola, de forma centrípeta, hacia lo que el poeta llama interiorización”. Canción, que el poeta dice que es “Errónea” -en realidad  pertenece al título de un poema anterior que afloró en el poemario convirtiéndose en epígrafe de todo el libro. Los poemas dentro de las páginas, quedan intitulados, formando un reguero de versos compensados con la edad del autor. Son poemas autobiográficos, como lo son todos los escritos desde el inicial “Blues castellanos”. Gamoneda se nos presenta en este libro recorriendo miserias y estercoleros, pisando detritos, removiendo rebuscallas hospitalarias, despojos y residuos, bestiario habitual al que fiel lleva a cuestas.

La muerte es una compañía, es alguien que camina al lado, que se comunica con quien habla y quien le habla casi como se hace a una amiga ya sin miedo ni esperanzas. Este tránsito de la inexistencia a la existencia y vuelta a la inexistencia, es el giro por donde se mueve el poeta. Vivir para la curiosidad y morir sin saber para qué exactamente, nadería envuelta en nada que nos muestra a través de versos que nos sumergen en la mejor poesía de nuestro tiempo.

Gamoneda es grande, porque es cercano; es especial, porque es amigo; es poeta, porque siente y nos precipita en las honduras del ser al percibir la vida concibiéndola efímera y de contenidos absurdos. Aún así es consciente de que merece la pena, en ese ir del no ser al no ser de la inexistencia a la inexistencia, vivirla, pasar por ella y hacerlo bien, ya que en ese tránsito se concentra todo lo que es posible en nosotros: el amor, la descendencia, la amistad, la decepción, el sufrimiento, la pérdida, el logro…  

Un poema de  Antonio Gamoneda, a quien su amor al arte le ha llevado a incluir a menudo obra plástica de artistas en algunos de sus libros de poesía. 
El poema versa sobre el cuadro "Deux femmes nues enlacées" de otro genio, éste del arte,el gran Pablo Picasso.

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DEUX FEMMES NUES ENLACÉES. PICASSO, 1906- 

 La suciedad está                                                                                                         creciendo hacia la belleza.
Vez abajo: material
ciego, trágico, roído,
cuajo triste de toda
sangre de desecho;
lodos sin tumba, grumos
miserables, esputos
de multitud cobarde.
Mas la miseria tiene
una fuerza: el dolor.
Color de perro y llanto,
de abajo a arriba, nace
desnuda una mujer;
impura como el mundo,
de abajo a arriba, negra.
roja en los muslos, siempre
distinta a la esperanza.
Mas, de pronto, hay un gesto
de paloma en el aire.
Oh, manos poderosas,
gracias por estos senos
humildes; ya dos pájaros
oscuros, dulces, cantan.
Más arriba, más alto,
vivos en la ternura,
los hombros temblarían
bajo un manto de música.
Más alto, más aún
-¡oh salvación !-, dorada,
una cabeza vive,
mira con ojos, piensa
dulcemente en el mundo.



Barcelona.-06.-11.-2012.
©Teo Revilla Bravo.






domingo, 15 de diciembre de 2019

EL ARTE COMO OBSESIÓN


"El papa Inocencio X" El primero pintado por Francos Bacon y el segundo por Velázquez  







EL ARTE COMO OBSESIÓN



El singular pintor Francis Bacon defendía vivamente la figuración, en un momento en que parecía condenada al ostracismo bajo el auge de la abstracción; así mismo, consideraba al arte en general como una gran obcecación del artista. Suyas son las palabras, “Yo creo que el arte es una obsesión de vida y, después de todo, dado que somos seres humanos, nuestra mayor obsesión somos nosotros mismos.” Lo cierto es que cada época necesita volver una y otra vez sobre sus propias representaciones pictóricas, para dar respuesta a sentimientos novedosos que realcen con mayor intensidad  y densidad las obras que el paso del tiempo no puede satisfacer. La imagen sobresaliente sigue siendo la figura humana, cuya génesis plástica deviene como fusión de su temperamento tanto intuitivo como cerebral, punto de partida para comprender mejor su realidad. Quizás lo que nos sobra son los encuadres y los encasillamientos que se hacen de los artistas -en función de sus obras- metiéndolos en diferentes categorías, ya que es algo arbitrario y puede ser que también ridículo.

Una flor pintada, nunca es real, siempre será la imagen de una abstracción del mundo con mayor o menor enfoque de lo que sentimos como real. Todo arte, en rigor, es en alguna medida figurativo y abstracto a la vez, pues el tema elegido siempre llegará inspirado del sueño artístico, de la conciencia, y del mundo que lo rodea. Las imágenes que aparezcan luego en la obra, serán el resultado de esos encuentros, pero también de la obsesión pictórica que tenga el artista por determinados elementos o temas. En la intuición personal la conciencia llega a entrar en la esencia de los fenómenos que la deslumbran o inquietan; los vivencia y reflexiona –objetos, colores, seres y cosas- para significarlos, nombrarlos, y darles sentido. La imagen habla desde la sensación, y la conciencia intenta reflexionar a partir del manejo que se ha hecho del color, de la línea, de la mancha, de las variaciones de tono, de la figura y del fondo programado.

Cuando uno hace memoria de la pintura, de lo que ha visto en ella o leído,  cae en la cuenta de las diferentes técnicas y recursos en que se vale el artista para diferenciarse, para potenciar sus cualidades, para participar en esta fiesta maravillosa que es crear artísticamente algo recreando situaciones que atraen u obsesionan. El artista intenta hallar, en los objetos a tratar, equilibrios y acrobacias que los señalen y personalicen apropiadamente, se posiciona ante el objeto como si fuera una cámara -testigo enamorado- intentando captar con avaricia lo esencial y potenciarlo lo más posible. Tener una cultura visual amplia y profunda es primordial, más aún si no está ligada a una corriente determinada o a unas modas tan perjudiciales como vanas. Aun manteniendo una constante relación con su entorno inmediato, aún campeando entre la cultura vigilante que impone sus normas y conductas sociales, el artista es un ser solitario y obsesivo que necesita de su tiempo y de su tranquilidad. Para indagar profundamente, para unir la exquisitez de la forma, para desarrollar su innata sensibilidad estética, para filtrar, para descubrir interlocutores como Velázquez, Rembrandt, Goya, Picasso, Schiele, Gustav Klimt, o Bacon, etc., que le potencien e iluminen el camino; en fin, en definitiva, para trabajar.


Barcelona. Veintiocho de octubre de 2016.

©Teo Revilla Bravo.



El pintor Francis Bacon en su estudio

         A Bacon siempre le interesó el aspecto más amargo de la existencia y sus obras son metáforas de la lucha del ser humano con su entorno. Su personal lenguaje pictórico muestra los aspectos más misteriosos e inquietantes de la condición humana; sus retratos no buscan el parecido de los rasgos físicos del modelo, sino su condición espiritual. En cuanto a la técnica pictórica, Bacon fue un perfeccionista y dominó como nadie la mezcla simultánea de los componentes de azar y orden. En sus obras se combinaba un interés por la fotografía con su admiración por los grandes maestros de la pintura, especialmente por Velázquez, Rembrandt y Goya. 
       En mi caso te explayas con acierto pleno sobre un artista cuya obra considero fundamental (y con un título perfecto). Pero creo que no es solo una cuestión de gusto personal sino que la obra de Bacon forma parte del signo de los tiempos que vivió y devuelve ese signo al espectador transformándolo en terrible belleza. Sus estudios, sus casas, fueron lugares de acumulación de todo tipo de objetos e imágenes que él recogía y que convertía en un caos que era su base para devolvernos sus lienzos llenos de esa limpieza sucia que los caracteriza y que nos atrapan como espejos, aunque quizá insinuando que los deformes somos sus espectadores y las formas y colores brutales que vemos son la realidad que quizá queremos olvidar. Felicitaciones.
Alfonso Blanco 

sábado, 14 de diciembre de 2019

ROTO QUEDA…


"Pintura absurda de una postura sin sentido" Obra pictórica de Virginia Maury, México.









ROTO QUEDA…


Roto queda el silencio en el fugaz asomo
donde se amplía absurda y tenaz la tristeza
sólo queda y a oscuras el duende de los versos
que en la tarde se inflama intruso mirón hasta
estremecer por completo el alma y llenarla
de vagos ensueños embrollos y conjuros

un tropel de buenas intenciones -estrategia
de la escritura- me asiste en estas horas 

locas mientras voy insistentemente deletreando
el nombre que das a los destellos que tus ojos
–sutil melodía mirada lunar- van asumiendo
bordeándolos primero y penetrándolos después
hasta llegar a las entrañas mismas del abismo
silenciando en mi mente lo sensible que hay
–ritmo de herida sendero entre robles- de ti en mí

ha lapidado la memoria un inútil canto de silencios
de recuerdos de arenas rojas y de gestas guerreras
en un día en el que el corazón latiendo aflicciones
se duele -placer no gozado- intentando llenar
vacíos -caminaré esta noche por la frágil línea
del desencanto- calladas ausencias sombras verdes
blancas eternales memorias en el confín lánguido
y molesto del sin sentido atroz de las palabras huecas


“SOLEDADES” (Provisional)
Cuaderno XVIII
(Del 04 de febrero de 2013, al 12 de enero de 2014)
©Teo Revilla Brav
o




jueves, 12 de diciembre de 2019

EL MERETRICIO EN LA PINTURA




Henri Toulouse-Lautrec "Rue des moulins el reconocimiento"










EL MERETRICIO EN LA PINTURA

“Lo que me parece más bello de París es el bulevar. (…) A la hora en que las farolas de gas brillan en los cristales, cuando retumban los cuchillos encima de las mesas de mármol, voy paseando por allí, apacible, envuelto en el humo de mi puro y mirando a través de él a las mujeres que pasan. ¡Aquí se extiende la prostitución, aquí los ojos brillan!”, escribió el escritor Gustave Flaubert a Ernest Chevalier en 1842.

Como no podía ser de otro modo, el tema de La prostitución no  quedó fuera de  la observancia artística. En París, entre los años 1850-1910, fue tratada por diversos autores entre ellos Vincent Van Gogh, Pablo Picasso, Édouard Manet, Cézanne, Degas, etc., quienes a través de sus sensibilidades artísticas trataron el sugerente tema, desde distintos ángulos, llevándolo cada cual a su modo y manera de manejar el pincel.



Manet,  "Olimpia". Esta obra supuso el inicio de la modernidad


La ocupación peculiar de estas damas avivó la musa no sólo de pintores, sino que también de escultores y fotógrafos -técnica entonces incipiente-, así como en quienes se dedicaban al ejercicio literario, confirmándose como tema recurrente en movimientos tan diversos como el academicismo, el naturalismo, el impresionismo o el expresionismo. La prostitución se ejercía -y se ejerce- tanto en descampados o en plena calle como en lujosos salones en práctica habitual pública, o bien de forma ocasional morbosamente clandestina.


En el salón de la rue des Moulins de Toulouse-Lautrec


Picasso - Les Demoiselles d'Avignon - 1907

Es interesante recordar cómo la prostitución explícita aunque prohibida, se viste de luz y ambigüedad para atraer las miradas de paseantes y curiosos, principalmente alrededor de los cafés de la Cité parisina a los que una mujer honrada y de bien nunca acudiría sin ir acompañada. Una de las estampas más características al caer la noche, cigarrillo y absenta en mano, era ver a estas mujeres cómo esperaban la llegada de clientes. Este ambiente es el que sugieren en sus obras sobre el tema, Manet, Degas, Van Gogh y otros. Los cafés-concierto y cabarets, crecieron en número por aquellos años, siendo un foco muy atractivo para gente bohemia y artistas.


Barcelona. Diciembre de 2019.
©Teo Revilla Bravo.














lunes, 9 de diciembre de 2019

MONTAÑA PALENTINA


"Puente sobre el río Camesa" 2019. Montaña Palentina. Fotografía de Karyn Huberman.






MONTAÑA PALENTINA


Magnitud de belleza recogida entre
un mar a lo lejos presentido y la alta
montaña que enamora. Baja la brisa
despacio regodeándose caprichosa
-flor de agua y luz- entre valles y alcores
formando hilos crecidos en vaporosas
redes de frágiles esmeraldas.

El pueblo, dormido en el valle,
esquinado en el tiempo, entre brumas
dispuesto, despierta a la luz mientras
el aletargado polen desvistiéndose
juguetón se abraza al impreciso
amanecer que estalla.

Se agitan los vientos, vuelan las aves,
se enredan las plantas, pacen reses
en la majada liberándose de las últimas
consecuencias que dejó la noche al caer
en los ribetes plateados de un sol que en lento
rutilante claror de amarillo se inflama.

La bella gradación de tonos, azules,
pardos, verdes, armonizados por la música
del alegre zorzal  acodado tembloroso
en el mirador de los vientos donde se oxidan
las veletas, por el acrisolado valle perezosa,
modificándose a cada instante se desliza...


 OCÉANOS DE LUNA
(Cuaderno  VIII. De 1984 a 1987)
©Teo Revilla Bravo.






viernes, 6 de diciembre de 2019

HOJA DE OTOÑO




"Hojas de otoño" Obra de Mª Angeles Molinero Sisamón








HOJA DE OTOÑO   

Hoja de otoño Sin presente verde,
sin reflejos luminosos, hoja rota.
El árbol te ignora y caes al suelo
sin aprender a seguir el viento
equilibrista que vaga sin destino,
hundida entre fangos,
embarrada en desamparos.

Cuánta pena en el tono de tu cabello;
cuánto desánimo y tristeza;
cuánto aislado silencio cubriéndose
de sombras en cuerpo ausente,
cuánta duda en el vaciado rostro
de la mañana.

Umbral en penumbra, el instante
es hoja amarilla; el gesto,
término de los veintitantos años;
vida incipiente, savia sagrada
asomando con tristeza y a la vez
con ánimo a la ventana abierta
del primaveral empuje de la esperanza.

Entre dificultades de barros y nieblas,
inhalas con poder ardiente
suaves brisas entre álamos y robles
perdidos en el bosque cántabro;
melodías juveniles, soles de tibia
primavera, tiempo de vino y rosas.

Y esa sed que quema más allá del alma…


DESDE EL FONDO
Cuaderno V. 1978-1980
©Teo Revilla Bravo.





martes, 3 de diciembre de 2019

LA CLAVE (sobre el hecho poético)


Joaquín Sorolla, "Retrato de Juan Ramón Jiménez" 








LA CLAVE
                                                 
                                                                          (Sobre el hecho poético)



La clave para encontrar la razón profunda de la poesía, ha de ser filosófica. El poeta se pregunta. El poeta indaga en las emociones e intenta contestar a través de ellas  el porqué de su serenidad o angustia. Y lo hace con acento de elevados desahogos, alejado en lo posible de influencias y vanas modas al uso y abuso de lo que se escribe. La creación, a la manera de Rilke, nace de la soledad como ámbito y sostén. Ahí inicia su desarrollo -insistencia-persistencia- sobre una  idea matriz surgida al azar de las propias vivencias. En consecuencia: el hecho poético es, debe ser, ajeno en principio a movimientos externos, a influencias literarias más o menos en boga, aunque el poeta se implique necesariamente en alguna tendencia,  nadie está libre de influjos y otros contaminantes.

El hecho poético pertenece al ámbito personal íntimo y exclusivo donde no tiene fin al ser aliento de por vida, permanente corriente de flujos emocionales. El poema no acaba al escribirse; transciende; explora en sí mismo con cada lectura, haciéndose indeterminadamente necesario; es, con cada posible leedor, prolongación que se agranda con el paso beneficioso del tiempo. Por eso es difícil encontrar límites divisorios o terminables, pues es una aventura hacia lo absoluto, una unidad armónica de identidad y de conciencia donde el hecho comunicativo se relaciona con el mundo en sutiles vibraciones de  belleza perdurable, unicidad de significación que deviene del método y  disciplina del propio ensueño, entelequia que anhela ser expresada con celo de ilimitada diafanidad.

Hay que saber remontar el lenguaje común, hasta embellecerlo; hay que conformar con simetría estructural -cuerpo, color, volumen, ritmo, espacio-, una arquitectura relevante a través de voces mudadas en poemas, edificios maravillosos de nobles sentimientos, plectros de lo que llamamos emoción.

La poesía es vida y es inteligencia; son luces, colores, sentidos, magia, serenidad, símbolos, visualizaciones; es el yo enfrentado al todo, a la angustia de ser y dejar de ser como lo entendía muy bien Brines en  poesías con reflejos pesimistas: el yo, frente al terror y el horror que en el humano se produce con frecuencia. “Más que el ser en sí mismo”, recordando a Jaime Siles, ha de intervenir la conciencia, el deseo de hacer transcender los propios pensamientos, bien en desvelos, bien en remansos,  bien en impetuosidad de desahogo. Todo a través de una armonía métrico-visual que alcance y llene los sentidos, ahí donde el valor sensorial supera el conceptual –vaciamiento anímico absoluto- y cada parte  constituida es concluyente e ilimitada.

En resumen: hay que ir superando el forcejeo entre sistema y significado, entre lo imaginado y lo real, entre lo ácrono y lo atemporal en que a veces se debate el pensamiento, e ir hacia la obra perfecta intentando fundir inteligencia con exaltación en el eterno instante de la nada profunda…



Barcelona. Octubre de 2012.
©Teo Revilla Bravo.