«La atmósfera norteña, los colores del campo, los bosques y la sierra, la naturaleza siempre esplendorosa de los contornos cántabros y palentinos, unido al ambiente especial generado en la cuenca minera barruelana con sus vidas marcadas por la cercanía de la muerte, la angustia y la esperanza, hicieron brotar en mí el sentimiento y la sensibilidad que muy temprano me llevaron a la poesía y a la pintura, así como a toda forma de arte, pábulos de expresión y vida»
"Nocturno" Obra del artista madrileño Rubén de Luis.
ANTE UNA MIRADA
Ante una mirada nacida de semblante provocativo
me detengo atraído por la fuerza magnética,
exuberantes ademanes, alma de mujer,
fiero cuerpo seductor instigadoramente
atrevido
que injerta en el ánimo fragancias
sexuales,
ríos de sangre en las venas, arriesgados
deseos,
sentidos abismos, suplencias de ámbar...
Vuelo, vuelo,vuelo, y al cabo me detengo resignado
exagerando como loco imágenes de lo
no tenido
deseado, suspirando con pujanza lo estrangulado
en el pensamiento, lo nunca
superado por no poseído,
loyerto, todo eso a lo que se va dando entierro
para revivirlo en vago recuerdo de lo
que pudo haber sido
─cuerpo de luz y belleza─ y no fue.
Preguntas. Destellos atrevidos con
los que configurar
una cosmogonía de formas bailando en
torno
a mentes arrogantes alzadas al
aire de lo imposible,
amores y desamores, fatuos trofeos
de desdichas,
fracasos, sádicos pesares, vibrantes pero
torpes remedos
de imposible felicidad…
Me esfuerzo. Doy a las sensaciones
honda realidad,
y también obligado reposo en un intento
por descifrar
mensajes burlando pasiones y señuelos
falaces,
tentativas por relegar a la nada lo
visceral sentido
y encontrarme, torvo campesino, definitivamente
retratado en lo bello muriendo y
naciendo a cada instante,
hablando de amor junto al estanque,
removiendo pensamientos, yéndome hacia el
eco
inexplicable de los sonidos que agigantan ─talismán
seguro─ la sonoridad del alma, verdadero
corpus
de amor y vida.
Retrato de María Zambrano de la pintora Amparo Climent.
MARÍA ZAMBRANO Y LA POESÍA
“Pensar es ante todo –como raíz, como acto- descifrar lo que se
siente…”
El pensar vivifica, el hombre es el ser
que padece su propia transcendencia, nos decía María Zambrano. Esta mujer, que
conoció guerras y exilios, fue una de las principales figuras del pensamiento
del pasado siglo, una innovadora que defendía la necesidad de lo poético en
toda indagación filosófica, así como la negación del pensamiento único que se
imponía durante los años treinta y cuarenta en toda Europa. De hecho, sus
libros contienen trazos de la mejor poesía escrita en prosa castellana, quizás
influida en alguna medida por la amistad que tuvo con poetas de la Generación
del 27 como Luis Cernuda o Miguel Hernández. De la importancia que tuvo en ella
la poesía, da fe también la amistad que tuvo en el exilio mejicano con Octavio
paz y León Felipe entre otros. En Méjico publicó “Pensamiento y poesía en la
vida española” y “Filosofía y poesía”, obras singularísimas, que dan idea de su
entrega vocacional a la poesía.
El exilio le fue fecundo, según ella, al darle libertad de
pensar, algo que siempre evocaba ya que creía era el mejor motor de vida
que puede tener el ser humano,
consciente de que si se hubiera quedado en España de no haber vencido la
dictadura, se hubiera acomodado entre las ataduras mentales de una facultad
cualquiera. Pasó temporadas por varios países dando charlas y clases. En Puerto
Rico y después en Roma, escribió obras como “El hombre y lo divino”, “Los sueños y el tiempo”y “Persona democracia”, distinguiéndose a lo largo
de su prolija carrera por buscar esa libertad ansiada -singular, personal- y el
saber, reflejados en unas obras cargadas de sensibilidad, diversidad e
inteligencia. En todo ello supo conjugar, fructíferamente, filosofía, razón y
poesía. Con su generosidad, inteligencia, solidaridad y creatividad, supo
abrir caminos a la razón y a la justicia. Una mujer que como tantas -algunas en
el olvido aún- con su compromiso y profesionalidad abriéndose caminos cuando a la mujer se le cerraban, contribuyó a mejorar
aspectos políticos, sociales, artísticos y literarios.
Jesús Moreno Sanz,
filósofo a su vez y experto en la obra de María Zambrano, está convencido de la
alta calidad de la autora, a quien coloca al nivel intelectual de Unamuno y
Ortega.
"San Jerónimo leyendo una carta" Obra del pintor barroco francés Georges de La Tour
CONTESTACIÓN
A UNA CARTA DE MARC V. SOBRE LA CRÍTICA
Marcs, te entiendo perfectamente.
Ojalá fuera tan sencillo como lo planteas. Te muestras exigente al desear que
se comenten y aprueben o desaprueben tus poemas adecuadamente. Sé que el hecho
de escribir, de lanzar lo escrito a la ventura de quien pueda leerlo y juzgarlo,
ha generado en ti ansiedad de ser comprendido y quizás, quizás, por saber en
qué y por qué no lo eres o no lo eres tanto.
Dónde acertamos o erramos al dejar
de escuchar la lógica para que el poema surja hermoso, bien fundado, entendible
o no pero mágico, armoniosamente
acertado, y así lo sientan posibles lectores, es complicado saberlo. Lo primero
a tener en cuenta para poder juzgar algo, es centrarse qué se lee
y cómo se lee. No hay fórmula exacta, todo puede ser en arte
cuestionable, y así sucede con la poesía.
Formamos minoría en la práctica
poética y, la mayoría de quien escribe de esa minoría lo hace por una necesidad
imperiosa de desahogo, cuidando, eso sí,
en acertar con las palabras apropiadas que hagan del poema una obra bien
construida.
Recogemos -o intentamos- la estela
artística que otros poetas nos fueron legando, con la idea obstinada de seguir
agrandándola con un tesón sugerentemente atractivo. Así apareces tú con tus
poemas, con tus reclamos, con tu angustia por superarte en cada verso y ser
entendido. Eso es bueno. Otra cosa es la crítica, la corrección, el visto bueno
de quien no se atreve a juzgar. Ese es mi caso. El poema es, o ha de ser, una
obra abierta a gustos e interpretaciones, y creo que a nadie corresponde
entorpecer esa riada de emociones, no al menos a quien no se considera crítico
literario, sí ser emocional.
Aun habiendo transcendido recogiendo
eco de los sentimientos de un lector ante lo escrito, debemos ser cautos. Esos lectores son escasos. Aún los de los
grandes poetas lo son. Neruda se quejaba - precisamente él- de ello, al decir
que no se leía su poesía. La poesía la escriben y la leen los propios poetas.
Por eso las editoriales se resisten a publicarlas ya que lo consideran un acto
de heroísmo editorial, al suponer que conllevan pérdidas más que ganancias.
Habría que tropezar, en este caso, con una editorial especializada en poesía y
con un editor altruista que se ocupe de
ello, pero aún así generalmente no arriesgan. Hay que tener esto muy en cuenta
a la hora de sentirnos comprendidos o ignorados. Sin pretenderlo somos minorías
que no cuentan, como no sea para ofrecer un señuelo cultural de cualquier
estamento social o político con la concesión de algún premio en fiestas
patronales. Esto de la poesía es un círculo, que se cierra prontamente.
Por otro lado, estos bardos que
escriben y leen poesía desde el silencio más religioso, suelen mostrarse
remisos a juzgar la labor de otros. Eso es lo que me sucede. Hay miedo a herir
susceptibilidades. O quizás por creer, como te decía, no estar a la altura de
poder ofrecer una opinión pertinente bien razonada (¿se razona la poesía?). No tengo vocación, ni intelecto,
ni ínfulas, ni ganas de crítico, sí de lector al que si le llegan al alma unos
versos los agradece profundamente. Uso y abuso de la crítica conmigo mismo, eso no lo puedo evitar, cuando
repasando y repasando descalifico versos, estrofas o poema enteros, por no
hallar satisfacción al creer haberme perdido en el intento. Esto nos sucede, Marc, a los que somos exigentes y perfeccionistas. Lo uno conlleva lo otro. Me gustaría saber discernir
debidamente, poder hacerlo ajustándome a tus requerimientos calificando o
analizando debidamente tu poesía que, créeme, valoro bien, y dejarte
anotaciones precisas sobre esto, aquello o lo otro. Quizás haga un intento
especial sabiendo que lo deseas, intentando ser ayuda ante la duda pese a no poder satisfacerte en lo fundamental, no es mi vocación.
Tienes razón, cuando me dices que
hablar de poesía, de nuestra poesía, es la causa primera de nuestra correspondencia
de ahora y de nuestra amistad de siempre. Lo celebro.
Volviendo a lo mismo, discúlpame iteraciones,
juzgar la labor de otros no es agradable, al menos no lo es para quien esto escribe. Nunca
sabes cuándo te pasas o cuándo te quedas corto, cuándo habla la amistad o el
afecto, cuándo infravaloras una labor hecha con sinceridad, sensibilidad y
delicadeza quizás porque quien escribe no nos cae del todo bien, o nos resultó
pedante y pesado en algún momento. ¿Influye esto en la valoración de una obra?
Sin duda. Quizás sea por eso que resulta embarazoso y complicado escribir sobre
la labor ajena, saber encontrar las palabras justas. Nos falta humildad y
conocimientos suficientes como para reconocerlo y encajar una
crítica, así como para hacerla sin parecer pretenciosos y engreídos. Es
complicado.
De todas formas, Marc, cada cual
es como es. Creo que deberíamos aceptarnos así y dejar de querer estar expuestos
a valoraciones ajenas aunque ayuden. Al exponer una obra a un posible un lector,
dejamos abierta ciertas posibilidades: que agrade o no agrade; que se lea como algo creativo o
como algo que no lo es tanto; que ni siquiera se lea sea bueno o sea malo, algo
que suele suceder valorándose desde el limbo literario donde habita el adulador
o el inicuo. Ya sabes: encajar una mala crítica,
es lo que peor se nos da al ser humano: nuestro orgullo nos lo suele impedir
intentando huir de una verdad que no satisface y disgusta- “Dices las verdades
y pierdes las amistades”. Por eso, cuando se hace una observación sobre un
poema hay que hacerlo con respeto y delicadeza, teniendo siempre la confianza y
el visto bueno del otro. ¡Cuántas vocaciones artísticas han roto una dura y
cruel crítica! El problema con el que tropezamos, es que el poeta que ha
intentado hacer su escrito de la mejor manera con su tiempo y esfuerzo, es
generalmente un alma sensible y susceptible: si recibe una mala crítica con
severas valoraciones a la contra, se hunde; si se le alaba y se le complace por
conformarle, se le engaña y perjudica. Como ves, muy complejo.
Antoni Tàpies, pintor catalán, ejemplo de compromiso social a través de la pintura, fuertemente vinculado con los cambios sociales que se produjeron en España tras el final de la Guerra Civil.
EL COMPROMISO EN LA POESÍA
La poesía -y la
literatura en general- como actividad intelectual que es, hay que pensar que no
puede esconderse de las condiciones económicas y sociales que afectan a la
sociedad a la que pertenece quien la escribe. El género más sensible dentro de
lo que consideramos lectura, el más sustancial en cuanto a la denuncia de injusticias, es
la poesía, siempre moviéndose entre minorías. Y esa poesía crítica que se va desarrollando a lo largo de la historia, no es más que un compromiso
existencial -incómodo para muchos-, expresión de una actitud moral firme ante los hechos indignos que en la sociedad se suceden.
El poeta comprometido, se halla ante sí mismo con su lenguaje abstracto, abstraído del parlante y del oyente, tiende a
desarrollar su obra con la libertad que su pensamiento le otorga. Es,
una vez sentida la conciencia, una exigencia reflexiva, ringlera de
pensamientos que le definen como persona. Escribir se convierte de eso modo, en un compromiso con las causas que entiende honestas defendiéndolas con la palabra –herramienta única- que considera más apropiada.
Y lo hace, empeñándose con destreza y arte en decir lo que en su interior está
queriendo ser dicho, con el propósito de que su mensaje llegue a todos,
especialmente a aquellos que ni siquiera tienen voz para poder denunciar los
abusos a los que con frecuencia son sometidos. Siempre hubo poetas sensibles a motivos de angustia y amenaza que han escrito con acierto y
generosidad sobre lo que emociona, enamora, alegra, o provoca esperanza o
desesperanza como es la injusticia en sus múltiples facetas. Lo importante en cada caso, es el compromiso ético de llevar su
verdad al verso.
El egoísmo, el
fanatismo, la injusticia, los grandes males sociales que nos aquejan, suelen ir
acompañados de intereses monetarios, de sucios negocios avarientos entendidos como
explotación, algo que tienta mucho a hombres y mujeres de cualquier época y
condición social. El poeta, en ese contexto, estorba; es la anomalía que
escarba conciencias, el que lucha desde el silencio para intentar equilibrar la balanza y favorecer la
igualdad, algo que a menudo se hace difícil de lograr: el contrapeso, es fuerte.
Para ejemplarizar lo
expuesto, dejo, a modo de colación, fragmentos de un poema del irreverente, clásico y
enorme, Francisco de Quevedo:
DON DINERO
Poderoso caballero
es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado
es hermoso aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Es galán y es como un oro;
tiene quebrado el color,
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Son sus padres principales,
y es de noble descendiente,
porque en las venas de oriente
todas las sangres son reales;
y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos,
no pierde su autoridad;
pero, pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y pues hace las bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
mirad si es harto sagaz,
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra;
y pues al pobre le entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.
El cantautor Paco Ibáñez, le puso música en los años sesenta:
La Gioconda -cerca de veintiún mil personas al día pretenden verla- es una de las pinturas más populares, si no la más popular a nivel planetario, asociada al arte con mayúsculas desde que la pintara el gran Leonardo da Vinci. Con el tiempo se ha convertido en un símbolo de feminidad, quizás, como apunta el poeta Pedro Salinas, por haber llegado audazmente a ese extremo de dar la cara a todo quien la contempla, presumiendo a la vez de que no hay quien traspase la envoltura de sus pensamientos, el semblante magnético de su rostro, y sobre todo que no hay quien pueda acercarse al secreto que celosamente desde hace siglos guarda. Barcelona, enero de 2020.
Enfrentarse a la La hoja en blanco, es notar cómo ésta desprende el espectro amenazador de una gran responsabilidad, que diría Pedro Salinas. Toda hoja en blanco es una experiencia y es también, para quien se asoma a ella sin temores, bloqueos ni trastornos de ansiedad, creyendo en lo que se está escribiendo, un universo maravilloso, una ineludible exigencia a intentar resolver bien. Su alba mudez es un reto a nuestra capacidad de expresarnos. Gran compromiso, enorme aventura, suerte.
Pintor representante de la pintura romántica, que supo llevar hasta sus últimos extremos, brillantemente, su pasión por captar los efectos dramáticos de la luz durante tormentas, tempestades y demás desastres naturales...
TORMENTA DESATADA
Al borde de la locura general,
dónde van, de dónde vienen,
dónde se ganan, dónde se pierden
con o sin alicientes queriéndose
o no queriéndose las ilusiones...
Quizás intenten realizar un acto
de amor en medio de la tormenta
que se ceba con la ceguerabruta
de la noche que anonada almas,
violenta corazones, barre fantasías,
siembra temblores...
Para no ver cómo lloran las flores
ni se afligen las nubes y no ver
cómo sin esperanzas no se puede
gozar ni vivir este turbio mundo,
para no ver cómo vuelan las aves
desde sus alcores desiertos hacia
infinitos pairados de papel y espuma,
cierro puertas y ventanas sintiendo
cómo se pierde el eco de la música,
cómo la luz de la estrella que brillaba
lejana se apaga; lo hago sabiendo
que no queda futuro que cumplir,
que duele el alma, que la vida es
la práctica de un engaño engarzado
tozudamente en la garganta.
No obstante, mientras sienta que tú
existes, mientras la vista se extienda
más allá de valles y montañas
iluminada de colores o escondida
entre sombras en leve rumor de luces
y brisas, mientras me lo permita
la vida, engaño o no engaño, amor,
seguiré avanzando por la trémula
ternura de tu alborotada mirada.
“SOLEDADES” (Provisional) Cuaderno XVIII (2013- 2014)