Pintura de Nicolás Walker.
OLVIDARSE DEL TIEMPO
El
tiempo es limitado, inventado para conformidad del hombre que recrea así la
historicidad de su paso por la vida. A cierta edad se es consciente de que hay
que olvidarse de horarios y fechas, que hay que seguir ese mandato de la
naturaleza que es existir, dejando de lado, en lo posible, tiempo y condicionantes. Vivir en plenitud. Como si estuviéramos ante el único instante
posible de nuestras existencias….
Pasamos
por edades y es hermoso, llegados a un punto concreto, recordarlas,
contrastarlas, valorarlas, estrujarlas, sacar un provechoso resumen de ellas, algo
que logre ser integrador para sentir mejor la esencia –goce, dolor- que emana de la sensibilidad de cada cual, aceptando
lo inevitable como es el duelo, los amores frustrados, los venenos que vamos
acumulando y hemos buenamente de desemponzoñar. Observar nuestro pasado e ir
soltándolo en un proceso de limpieza interna, se hace necesario. Es la
aceptación de uno mismo. Es continuar con el aprendizaje que nos siga incorporando
al genuino desarrollo personal, ese que debe conducirnos a la paz de espíritu deseada. Se trata de Madurar humildemente, sintiendo lo mucho que nos falta para crecer
interiormente. Hemos de curar decepciones y fatigas ocasionadas por la vida, entre
otras las que nos provocan ciertos momentos que pasamos en familia, como es la
independencia de nuestros hijos, la ruptura de la pareja si se produce, la
enfermedad, la viudedad, la muerte de un pariente o amigo próximo, las
circunstancias preocupantes de un trabajo o actividad. Todo eso, puesto en cura
y en salud, nos ayuda a aceptar lo inevitable, a saber convivir con ello conscientes
de que nos aporta nuevas experiencias.
La
vida está llena de circunstancias imprevisibles e irrecuperables. Todo deja
huella irremediablemente formándonos de manera inexorable, pues queda integrado
en nuestras energías presentes. Algo así como el pintor que va cuidadosamente
seleccionando aspectos necesarios para lograr su obra, componiendo e
incorporando diversos detalles y materiales con el fin de dar a la escena final
una beneficiosa impresión de emotiva totalidad, suma global donde se puedan
extraer los significados más ocultos. Hemos de ir trenzando lo vivido-sentido,
como se trenza un cordel. Eso nos representa, nos lleva a la comprensión de uno
mismo y de su entorno, contribuye a la clarividencia deseada.
Por
todo ello es substancial saber decir adiós, aprender a despedirnos de todo
aquellos condicionantes que sabemos perjudican o estorban el encuentro de uno
mismo con la paz anhelada.
Barcelona,
abril del 2018.
©Teo
Revilla Bravo.