The New Eden, 1923 (Litografía) Obra del pintor inglés, Austin Osman Spare.
Desde bien niño, fue atraído por el ocultismo. Ya de mayor, Austin Osman funda el grupo Zos Kia Cultus, un sistema de magia que él mismo inventó tras haber pertenecido a la Orden de la Aurora Dorada, una sociedad hermética y secreta de carácter esotérico, algo reflejado claramente en su obra pictórica. Fue sin duda un personaje singular, siniestro -no sé si malévolo- y muy encerrado en sí mismo.
PRODIGIOS DE LA VIDA
Zygmunt Bauman,
sociólogo polaco: “Somos, pues, artistas de nuestras vidas,
tanto si lo sabemos como si no, si queremos como si no y si nos gusta como si
no. Ser artista significa dar forma a lo que de otro modo no la tendría”.
Cuando se establece un círculo en torno, cuando nos
rodeamos de un contexto intangible para intentar protegernos, lo que se logra y
quizás sin querer se pretende, es encastillarnos, cerrar puertas, permanecer supuestamente
seguros a modo de aovillada protección. No queremos ser lastimados, no queremos
recibir ningún mal que venga del exterior, nada que nos obligue a profundizar e
involúcrarnos en la inmensidad del yo global. Participar en ello nos abruma, nos
incomoda, nos hace sentirnos inseguros. Preferimos quedarnos en la opacidad dentro
de lo más íntimo y personal, aunque nos aleje de todo lo que pudiera sernos
interesante y necesario. Esa protección, pretendida como seguridad, no deja de
ser una errónea encerrona que nos aparta de la libertad impidiéndonos
disfrutar de lo que la vida plena de colores nos ofrece. Tratamos así de resguardarnos
de posibles decepciones y agresiones, manchas que todo uso del camino junto a
los otros conlleva; preferimos sentirnos víctimas, más que actores.
Hay que deshacer círculos, desterrar anillos,
ceñidores, y encerronas; hay que buscar la sorpresa en el día a día, sin temor; el misterio, la luz, el momento de máxima conexión con la humana existencia; e intentar
hallar un logro a cada momento, revelándosenos una faceta específica de la que no
teníamos constancia, sentir crecer la sensibilidad que deslumbra, la emoción
poética de notarnos artífices y partícipes de un universo cada vez más armonioso
y humano.
El arte proporciona parte de esos valores de los que
intentamos impregnarnos, mientras aprendemos y descubrimos los senderos de la
vida; el arte es un hilo conductor, que contiene mensajes sublimares en los que
apoyarnos con firmeza, asegurándonos una forma y manera de ser desde los que
estimar la vida. Belleza, criterio. Razones nobles para sentirnos
intuitivamente diligentes y vivaces. Concisión y clarividencia. Dos premisas
para funcionar equilibradamente impregnándonos del arte, tan necesario y sustancial
como el respiro. Disfrutar. Trabajar. Establecer un diálogo con la naturaleza.
Sentir sus maravillas. Vivir en y por la experiencia de asombrarnos día a día pese al esfuerzo, y a veces pese al mismo sufrimiento. Sin esfuerzo, tesón y sufrimiento,
la vida no ofrecería capacidades positivas para hacerla digna de ser vivida. Tonos,
gamas, composiciones, códigos, movimientos que se organizan, forma, contenido, arte
y más arte. Y el azar, que juega sus bazas mostrando aspectos sorpresivos, con
los que no se contaba. Prodigios de la vida...
Barcelona, enero de 2018.
©Teo Revilla Bravo.