ALFONSO
BLANCO, ESCRITOR Y ARTISTA SINGULAR
Los escritos de
Alfonso Blanco -más conocido con el seudónimo Trasindependiente- que comparte habitualmente
con sus amigos en Internet, recogen y relacionan fórmulas epifánicas y
deslumbrantes, que no son otra cosa que términos artísticos de diversos campos
expresivos que le llaman poderosamente la atención. Y lo hace a través de temáticas
escenográficas y visuales de afanoso impacto emocional y beatitud expansiva,
inspiradas en experiencias recogidas en viajes –tema omnipresente-, peregrinaje
primordial donde se nutre de vida y arte haciéndose eco de todo lo bello, curioso,
deslumbrante o inaudito, que ha ido realizando el hombre a través de los siglos.
Todo penetra sensiblemente en su interior. Lo va recogiendo con su cámara
fotográfica en flujo torrencial de singulares fotos, o plasmándolo como
observación en papel oportuno para contárnoslo más despacio luego. Sus
fotografías, pero también sus relatos, incluyen una gran variedad de admirables
imágenes y metáforas, donde se mezclan culturas, objetos, piedras y otros
materiales que no son otra cosa que erosiones producidas por milenarias torturas,
con reflexiones e inspiraciones que nos ayudan a pensar o a caer en la cuenta
sobre algo que posiblemente nunca -de no verlo a su través- hubiéramos podido
considerar.
El arte es un largo
y ancho camino, con muchas derivaciones, del que todos somos transeúntes. En
esa pericia de continuo vagar y observar la vida, anida el deseo exploratorio
de nuestro amigo en un loable intento por descubrir tesoros, a veces no tan
evidentes, que casi podríamos decir que son de los que permanecen ocultos,
envueltos entre luces y sombras esperando que alguien se fije en ellos. Saber
contar como él lo hace lo que descubren sus ojos por ubicuos campos, cielos y ciudades, es su gran valor,
su acierto, su aporte al universo
cultural con el que día a día nos alienta y sorprende.
Se diría que Alfonso Blanco está adscrito a
diversas tendencias artísticas -que a su vez pueden llegar a ser metafísicas-,
donde la geometría, lo espacial y la arquitectura en general, tienen un valor
destacado e importante, sin olvidarse del paisaje y del paisanaje. En ese mundo
de construcciones, diseños, pinturas, panoramas, formas, signos, luces, sombras
y tonalidades, se explica la vida, algo que
hace con exquisita sensibilidad de poeta visual atento y delicado.
Alfonso Blanco hace
uso de un rico don de la palabra, voces que arma con personalidad y talento creando primorosas ensambladuras,
basadas en su innata capacidad para observar, recoger y guardar –antojadiza paleta de buen pintor-
aspectos sobresalientes y emocionales de la cultura de los pueblos y lugares que
visita. En ese mundo del que como ufano espectador hace acopio, creo yo que hay
dos aspectos esenciales: el íntimo, que refleja en sus escritos como algo
personal, emocional y poético, y el que saca a la luz múltiple y fragmentado en
fotografías para acercárnoslo de forma traslúcida y aforística a sus lectores. Se trata de elementos
de un presente andariego lleno de interrogantes, que con su grato perfil de
escritor iluminado plantea desde atalayas lúcidas consiguiendo, al transmitírnoslo,
que ambos aspectos funcionen, asegurándose a la vez la unidad intelectual que hace que el lector quede gratamente
agradecido.
Alfonso Blanco -o en
su caso Trasindependiente- es un
infatigable buscador de grandes corolarios
e iconos culturales: Observa con minucia, investiga, se hace preguntas ante lo que
tiene delante, e intenta hallar respuestas enriquecedoras que posteriormente colorea con delicada personalidad
de gran narrador.
Y hablando de
narrativa, no olvidemos ese hermoso libro aparecido hace unos años titulado “Los dioses en París”, de
recomendable lectura.
Barcelona. Enero de
2019.
©Teo Revilla Bravo.