ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

miércoles, 29 de noviembre de 2017

EL OBSERVADOR


Obra de Pier Paul Rubens. Autorretrato. 1623. Florencia, Galería Uffizi 






EL OBSERVADOR


Para que el arte exista necesita de un observador que lo traduzca, sensitivamente, al mundo de lo real. Sin oportuno observador, el arte se convierte en una cosa gélida que muere para la emoción, siendo como es necesario, pues ha acompañado al hombre a lo largo de su historia como manifestación cultural, que así siga in saecula saeculorum, amen.

Uno se acerca a la obra con curiosidad y expectativa pensando que encontrará ciertos beneficiosos atributos. Pero a veces también con cierto temor, al pensar en la imposibilidad de conseguir entablar un diálogo propicio y correcto.  La obra está  ahí, acabada, a la espera, aparentemente distante, aguardando unos ojos que se posen intencionadamente en ella, la perciban, y arrebatados la mimen. Para que esto suceda ha de hacernos aflorar lo íntimo inquieto, lo delicadamente sentido: alegría, tristeza, belleza, encantamiento, sueños, e incluso estupor. Sin embargo, pese a esa apariencia que pueda tener de lejanía, la obra ha sido creada por una mujer o un hombre posiblemente muy parecidos al que extasiado o no luego la contempla; por tanto, es reflejo y expresión de ese artista. Por un motivo u otro, lo creado debería de tener algo en común -principios, valores- con el mismo observador. Visto así de sencillo, creo que ante una obra de arte, no debería hacer falta voceros que nos digan cómo hemos de interpretarla, verla, analizarla o sentirla, contradiciendo así esa ley natural de tradición y memoria necesarias para otro tipo de muestras o enseñanzas humanas. En arte, en principio, la sensibilidad de cada cual basta y manda, siendo oportuno cualquier intento que hagamos por salir del círculo vicioso que en estas cuestiones y en otras suele arrastrarnos. Lo importante es hacer prevalecer la propia y singular percepción, sin negarnos a entrar en otras posibles valoraciones.

Esta actitud personal, íntima y sensitiva de la que hablamos, debería compensar abortos oportunistas, farsas de autoproclamados artistas y mecenas al creer que su arte es prodigioso y nadie debe cuestionarlo, arte colocado con frecuencia en plazas y en salas públicas subvencionadas por todos y que guste o no gusten tenemos que soportar. Hemos de contemplar el arte con mentalidad abierta buscando lo virtuoso que hay en cada obra, aquello que al observarlo sentimos como ensueño, prodigio o poesía, arriesgando, proyectando nuevas formas, dando nuevos sentidos a lo que nos preocupa o inquieta, sin atender a proclamas especulativas que cierran –a través de modas, escuelas o movimientos-  puertas más que abren. Tampoco debemos  menospreciar sin más una obra, ya que puede ser valorada por muchos espectadores no coincidentes con nuestros gustos, o porque creamos que alguien adquirió un cuadro guiado por una aparente simplicidad para nosotros, como puede ser unas cerezas y un jarrón con flores, pues una obra no deja de ser arte solamente -como algunos critican frívolamente- porque se considere “mona” encima del sofá en la pared de un salón, ojos hallará que lo verán de otro modo, no debemos precipitarnos al juzgar: toda obra puede contener algo que va  más allá de lo aparente, algo que trascienda lo considerado meramente decorativo. En este sentido hay que respetar obra, gustos, y sentimientos, siempre subjetivos. Hay factores socioculturales, de idiosincrasia e identidad cultural. Los gustos  y significados de la estética, de la belleza, no son iguales para todos..

El arte ha de asombrar, ha de ser singular y trascender en lugar y tiempo para considerarlo como tal. Y ha de hacerlo, como decíamos, con el solo hecho de pararse uno ante una obra y quedar embobados. Ni siquiera se ha de explicar formalmente, ya que el efecto ha de ser emocional, una reacción natural de nuestros mecanismos  sensibles.


Barcelona, Noviembre de 2017. 
©Teo Revilla Bravo.





domingo, 26 de noviembre de 2017

ROSTRO DE AMOR


Retrato de una mujer. 1951. Obra del pintor italiano Pietro Annigoni. 







ROSTRO DE AMOR

Rostro de amor quedamente

revelado, matices y músicas

estirando la claridad de la noche

hasta juntar claras constelaciones

nacidas de agitados pasionales

arrebatos, silencios empapándose

de cálidas brisas, de primordiales

significados.


Cuerpos abundantes luces,

vidade leves temblores.

 

Todo gira y gira en torno,

universo abierto, envoltorio

de alegría, encrucijada luminosa,

noche larga que en ti se alarga.


Tu presencia lo hace posible,

va creando en torno a mí

prodigiosas órbitas de encendidos

colores que se van agrandando,

creando dominios extraordinarios.

 

Rostro de amor, danza interior

eres donde la mirada se acomoda

a lo invisible brotando en luminoso 

ámbito, ahí donde se reúnen lunas 

y soles en mil estelares detalles.

 



“SOLEDADES” (Provisional)
 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.


viernes, 24 de noviembre de 2017

ESCRIBIR POESÍA


El poeta Charles Pierre Baudelaire. Obra original de Marina Sortiriou, pintora griega.









ESCRIBIR POESÍA

    
Se escribe, se habla, se repite todo monótonamente  tanto… No obstante, ¿qué permanece? La mayoría de las palabras se las lleva el viento una vez pronunciadas; las barre la insignificancia una vez escritas; las anonada tiempo y olvido… 

La poesía hay que escribirla y sentirla libremente. Con una percepción especial, la de mantener el equilibrio, la armonía y la medida, entendiendo que hay algo en todo ello que merece la pena ser dicho, y que el hacerlo nos va liberando de aspectos ásperos de la propia vida sin preocuparnos si habrá lectores receptivos o no. La poesía no es un medio para abrumar al lector, sino para compartir con él emociones, o en tal caso intentar agitarlo denunciando injusticias, concienciando, abriendo el corazón a la celebración de lo cotidiano, eso que sucede en nuestro interior, canto al amor y a la vida. El poema se convierte así en un arma de desahogo, donde deben predominar los versos directos, en un lenguaje preciso. De tal manera que lleguen directos al alma lectora y así sean recogidos (alejándonos del realismo más plano) entre evocaciones  y emociones. Algo que se ha de revelar capaz de captar en la complejidad y en la sencillez, de tal manera que se haga verdad en nuestras sensaciones, símbolo de lo que se ve y casi se palpa, de lo que parece escapar pero logra retenerse, comunicarse, trascender: locución, inspiración, ensueño, meditación... La poesía se lo debe todo al silencio, y a la reflexión.
   
Poemas de la metafísica personal y de la duda. Experiencias y memorias que se interrelacionan, dando lugar a una poesía que medita sobre el paso del tiempo,  el acceso a la madurez,  la pérdida de la inocencia,  el amor y el desamor,  los límites de la vida, la muerte y sus consecuencias; poesía ante el misterio o ante lo existencial incomprendido, todo eso que bordea el escepticismo pero sin dejar que caiga en él. Acto estético, reflejo y vigor de la experiencia, mística de la lucidez, reflexión personal, acto de fusionar imágenes en la memoria con emoción y contenida vehemencia, compromiso, experiencia, tensión dramática, y cierta melancolía.

El peor destino que le cabe en suerte a toda poesía, es ser, a lo largo del tiempo, previsible, monótona, repetitiva. Ha  de alterar o tocar las fibras sensibles propias y de quien la leyere; estando y sintiendo en presente, ha de avanzar sobre el tiempo real, porque parte de su esencia es la intuición y el reflejo de una sociedad siempre en movimiento y creación. La poesía ha de impulsar novedad y frescura; ha de abrir cauces y ritmos literarios, ha de salir de la asfixia en la que muchos la meten, pues necesita respirar libre y novedosa siendo germen creativo en constante movimiento y expansión…

Cada poema escrito abre un interrogante, una deliberación, un entresijo, un dilema. Quizás por sentirnos impulsados a rehacerlo constantemente, pues lo notamos fallido en algún punto, algo que por lo demás sucede en toda obra: la idea original, la que empuja a su creación, jamás logra significarse del todo, siempre le falta algo, siempre queda irresoluta. La palabra poética, al estar oculta tras la voz convencional, hay que liberarla. Así nos lo decía muy bien Vicente Huidobro, pues sabía que ante el poema, siempre nos sentimos rotos, decepcionados, e impulsados a indagar más, nunca acabaríamos; o, directamente, lo romperíamos: “Sólo lo permanente cambia”, decía Kant, haciéndonos ver que el "Ahora" ya se encuentra adelante, que es un ahora avanzado; o, como dijo en una reflexión sobre “La palabra en el tiempo” Manuel Ballestero:“Un vertiginoso fuera de sí mismo”. 


Para un escritor, para un lector, la poesía siempre ha de ser atrayente, mágica, novedosa, necesaria, para ordenar la propia experiencia y darle sentido a la existencia. Ha de ser sorpresa inefable e indefinible; un poco ambigua, abstracta e indescifrable; lector y escritor, han de indagar, pelearse con la palabra y el verso, acomodarla al mejor sentir. La poesía ha de ser realista, misteriosa, onírica, mágica, surrealista, nunca acomodaticia. Hemos de dejarla manar y surgir fresca y atrayente desde el fontanal libre del sentimiento, y beber y dejar beber copiosamente de sus asombrosas aguas.



Barcelona.-2009
©Teo Revilla Bravo.




sábado, 18 de noviembre de 2017

NO FUE QUIMERA…


Obra, "Mujer quebrada" Lita Cabellut

  Lita Cabellut lo expresa así: "La técnica que he desarrollado en el transcurso de los años con mucha precaución  y ayuda de varios laboratorios químicos, ha sido mi obsesión por querer dar pie a mis personajes. Los sentimientos forman cicatrices. La condición humana se puede leer en el color y la estructura de la piel. Las emociones salen por el poro. La actividad muscular en un grito o una sonrisa es tan rápida, que nuestros ojos no pueden retener esas miles de líneas que forman un grito o un beso."






NO FUE QUIMERA…

                                       A Celeste.

No fue quimera la mirada clavada
en la desdicha del te me mueres
que recibí, puñalada al cuello entre
cansancios, sueños, tristísima
desazón, en infausta noche de marzo.

Fue una invención blanquísima
de luz triste, estertoroso instante
en dejación de todo más allá
de las horas, más allá del instante.
Parecían, la vida, la muerte,
hermanadas; acopladas al aire
de lo etéreo en doliente momento;
como dilatadas bolas de algodón
coordinadas, agrandándose sin fin;
un clamor de soles o de volátiles
gorriones en huída permanente hacia
lo perpetuo, parecían quizás;
o chispas del desespero naufragando
en el abyecto mar de lo imposible.

Acongojaron aún más los reflejos
-afligida flor de luz y sombra,
rota barca sin achique posible-
provenientes de tu pálido cuerpo
y de la calma expresión de tu rostro.
Y en segundos, como si me hallara
agazapado en otra parte -guarida
o trinchera irredenta-, te perdí
irreversiblemente, lográndote,
ay, azaroso secreto, en lo eterno.



“SOLEDADES” (Provisional)
 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.



jueves, 16 de noviembre de 2017

LA PERCEPCIÓN DEL ARTE


Obra, "Ejercicio de pintura, Limonero" Teo Revilla Bravo. 2012.







LA PERCEPCIÓN DEL ARTE

“Lo que parece no siempre es lo que es, y lo que es no siempre es lo que parece; la percepción crea nuestra propia realidad” Rob McBride.

El arte ha de ser el lenguaje que trasmita al espectador lo sublime, todo aquello que sensibiliza, altera para bien, y colma el espíritu haciendo que cada vez que el espectador observe una determinada obra el sentimiento percibido sea idéntico o incluso mayor, acompañándolo en el crecimiento, evolución y maduración.  El arte, si realmente satisface, ha de producir un efecto efectivo que se acomode con facilidad al júbilo intelectual del espectador.

El arte, tras pasar una etapa de investigación, de informalismo, novedad y duda, como ha sido su desarrollo a lo largo del siglo XX., parece entrar ahora en una etapa de regreso a la sensibilidad, a la belleza formal, a lo elevado, al talento. Quizás porque el momento actual, pleno de desgarros vicisitudes y temores, nos lo demanda sin tanta ansia de originalidad y novedad como en otros periodos. El arte no es más que un reflejo del tiempo social, cultural y emocional, en que se desarrolla. Lo importante es que esté siempre presente, como fanal de atracción sensitiva sea del estilo que sea, alejado de la manipulación constante de intereses comerciales y políticos que deberían estar, sobre todo, por la dedicación y empeño en educar a los niños en las escuelas para que un día logren saber distinguir una obra común -por buena que sea- de otra simplemente genial.

Llegados a este punto, surge una pregunta: ¿Cómo saber realmente que una obra en concreto es realmente del agrado axiomático de uno, que no existan fuertes condicionamientos para aceptarla tal como nos la presentan? Porque puede muy bien ser que esa obra concreta esté diseñada, con calculada destreza, precisamente para agradar (ya los interesados en imponer gustos artísticos y sus manipuladores se afanarán mediante los medios de comunicación de masas que controlan espacios de audiencias de que esto sea así) y, cuando uno la intente interiorizar compruebe que no queda recogida emocionalmente, que es puro humo y nada más. La obras que interesan y llegan, han de estar plenas de energía y eficacia, han de llegar directas al corazón como bellos acordes, texturas, tramas, colores, formas, etc., invadiéndolo sin que uno se  dé cuenta. La obra de arte, sea del estilo o movimiento que sea, ha de sacudir el ánimo, y también las entrañas.

En este amplio panorama de belleza artística contemporánea, no podemos olvidarnos del trabajo interactivo creador de mundos virtuales que engrandecen el concepto del arte y que poseen un gran potencial. Obras llegadas con gran expectación e intensidad, trabajadas con todo detalle y esmero seguro que para quedarse, transformarse, y engrandecerse: aerografía, videojuegos, películas, arte digital, hologramas, arte conceptual… Aspectos artísticos donde el que escribe, ha de reconocerlo, es un neófito que no ha logrado llegar del todo, admirándolo en ocasiones, pero descaminándose y perdiéndose todavía con harta frecuencia. 


Barcelona, noviembre, 2017. 
©Teo Revilla Bravo

martes, 14 de noviembre de 2017

LIGEREZA


Retrato del pintor catalán Ramon Casas i Carbó. "Gloria Codina Casas". Año 1918

Ramón Casas fue un artista que se dio a conocer, preferentemente, por sus ilustraciones y sus retratos. La figura femenina constituyó sin duda la esencia misma de su ideario pictórico como lo demuestran sus carteles e ilustraciones; pero también sus retratos a los que confirió una visión sensual a la vez que decorativa, tanto en aquellos en los que la mujer posa en actitud insinuante, como en los de concepción más sobria como el que aquí se presenta de manera digna y elegante con una mujer que mira directamente al espectador, orgullosa e incluso retadora, pero mostrando una belleza delicada y seductora





LIGEREZA

Ligereza.

Aire, hoja, lluvia, sol;

pétalos, polen, brote, flor.

 

Lo efímero al vuelo,

sistema de nubes transitorias,

etéreas disyuntivas escapando 

desmedidas.

 

Levedad, sí.

Límpido cristal.

Ave, plumaje, papel, soplo

de invisibles hilos,

sacudimiento, conmoción, destino.

 

Aislarse o amar.

Requiebro, piropo, lisonja,

ternura, mimo, madrigal.

 

El peso de la emoción 

ahonda en el misterio de la voluntad;

tenaz e ilusionado, me muevo

entre impulsos que albergan dicha.

 

Constante requiebro de la luz

si te avienes; misterio que el verbo

incrementa en suave temblor,

facilitado por la palabra amor

levemente susurrada.

 

Destino en dos.

 

Sutil mariposa luciendo 

requiebros en volátil danza, 

rodeando el cuerpo expectante

de la pasión.

 

Lo sé:

         detenido en la suave

fijeza de la apacible primavera 

acomodada en tus claros ojos,

liquidar desalientos, 

recoger el regalo del apego. 

 

Lo mejor:

             vivir en ti como si en mí 

existieras in perpetuum.

  

  


“SOLEDADES” (Provisional)
 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.








viernes, 10 de noviembre de 2017

HABLAR DE POESÍA.



Retrato de Stéphane Mallarmé, 1876, Edouard Manet (París, Musée d’Orsay). Al parecer hubo mucha amistad ente el escritor y el pintor. Esto explicaría, según algunos entendidos en la obra del pintor, la pose poco formal del retrato. Mallarmé posa sentado en una silla con suma tranquilidad, con una mano en el bolsillo y sosteniendo con la otra un cigarro encendido mientras se apoya en un libro abierto que parece comentar.







HABLAR DE POESÍA.


“Hablar de poesía, sentir la poesía, ser sensibles a la misma, significa un reforzamiento en el sentir personal, un afianzamiento y  recolocación necesaria en un mundo que suele olvidar cuando no renegar la sensibilidad, máxime si está cifrada en versos. No es fácil escribir poesía; tampoco lo es escribir sobre ella. No es fácil hacerlo, porque su grandiosidad nos anonada; porque parte de las fibras más personales y emocionales; porque cada uno la definiría con miles de palabras y aún no llegaríamos a su núcleo, a su esencia primigenia, a su valor intrínseco y humano, poesía necesaria.

Sabemos que esto de la poesía es una actividad perceptiva, que practica y lee una minoría, que básicamente no tiene mucho eco siendo privativa de gente sensible y de poetas. Cuesta llegar al lector. Éste suele optar por fórmulas más cómodas sin avenirse al esfuerzo que todo poema exige. La poesía es como la hermana olvidada de la literatura, la cenicienta del cuento, la que todos respetan y a la vez olvidan o relegan. Sin embargo, es tan, tan necesaria, que a veces, como en la Cenicienta, se produce un milagro, una magia, el enamoramiento de un príncipe azul que descubre sus encantos, los valora y los cuida...

Un mundo sin poesía sabemos que sería como un paisaje sin color, como un cielo sin estrellas refulgentes, como una turbulencia imparable, como un sonido sin eco, como el llanto incesante de un niño sin consuelo.  Afortunadamente, entre olvido y olvido, entre dejación y dejación por parte de quienes tienen los instrumentos necesarios para darla a conocer debidamente desde la más tierna infancia, va latiendo en silencio, va persistiendo obstinada a través de los tiempos y los hombres como algo absolutamente necesario: es la catarsis, la compensación a tantos desarreglos –incertidumbres, violencia  e injusticias-, imperantes en la sociedad. La poesía es la  humilde violeta al borde de un sendero en la vertiente boscosa de una región inhóspita, presta siempre a tocar el corazón del caminante, desapercibida flor que nadie parece reparar en ella pero que va impregnando los lindes de suave fragancia, de admirable color, de inconfundibles asombros emocionales. La poesía se muestra prolífica, aparentemente insondable a veces, pero siempre dirigida hacia el centro de nuestros corazones, sólo hay que saber acogerla.

Sensibilidad, liberación de sentimientos, crítica social, efecto, agitación, seducción, embeleso, hechizo… Hacer surgir en lo posible esas sensaciones, parar logran expresar lo que dormita en el alma y  despierta, cual sortilegio, con cada palabra escrita, con cada verso destilado. Todo poema desemboca en la enumeración de las características de ese yo personal que habla consigo mismo, tendiendo a trascender lo conversado para hacerse plural en los otros. A veces la poesía, simplemente, agrada; otras, forma parte de una purificación psíquica que encubre por fortuna la percepción del prístino pensamiento.

La poesía no es muy  leída, no determina escrituras tan experimentales como lo hacen otras formas literarias bien sea novela, cuento, fabula o artículo periodístico, pero nunca ha dejado de existir -aunque sea en pequeños reductos- porque, latente en el hombre, es necesaria como forma elevada de emoción y transformación. Algo, al escribirla o leerla, mitiga nuestra hipersensibilidad como mágica droga. La poesía es parte de la savia que brota a borbotones del árbol de la vida, de los avatares de la humanidad; de tal modo que, mediante la expresión escrita declamada o leída del poema, nos hermanamos con lo que esa humanidad, simboliza en un único verbo, en un solo cuerpo, en una sola lengua, a través de múltiples manifestaciones y señales. Tal vez la poesía sea el útero mágico oculto en nuestros sueños, capaz de transformarnos y perfeccionarnos. Leamos poesía.



Barcelona.-2009
©Teo Revilla Bravo.


martes, 7 de noviembre de 2017

LA DESTRUCCIÓN DE LA TÉCNICA Y EL OFICIO


"La Academia de Atenas” es, al parecer, la pintura más sobresaliente y representativa de lo que significó el espíritu del Renacimiento, o sea, conciliación y la concordia. 






LA DESTRUCCIÓN DE LA TÉCNICA Y EL OFICIO


Hay un espíritu rebelde e inevitable en todo artista, que reclama libertad. La técnica y el oficio, o lo que es igual, el academicismo, en este sentido suele considerarse un gran estorbo, un freno a la libre intuición creativa del la persona. No es así exactamente, aunque se aliente esa libertad. Quien quiera dedicarse de verdad al arte, debe aprender ciertas técnicas que le sirvan de cimiento, que le ayuden a caminar y a consolidándose como artista. Esto se consigue mediante el trabajo, la intuición, la calidad y el talento, rompiendo, con una creación artística viva y original, rígidas obsoletas estructuras, a la vez que va desprendiendo de ciertas entorpecedoras trabas. Sin sólida base, el artista es como una barca en el océano a la deriva. Antiguamente lo entendían bien: todo pintor, todo escultor, tenía su taller, al que acudían aprendices que trabajaban animosamente para formarse en el oficio a base de responsabilidad y perseverancia; cuando creían estar preparados, se independizaban y creaban su propio taller, propiciando así una cadena de transmisión de la técnica y del oficio.

Hemos de apartarnos del academicismo, con voluntad y libertad, cuando suponga rigidez, excesivo formalismo, e inflexibilidad, permitiendo al emanciparnos edificar unas arquitecturas plásticas que sirvan de guía; mientras tanto, lo aconsejable es tomar lo mejor que podamos sacar de la tradición para la buena marcha de nuestro camino artístico. El gran error del siglo veinte, aparte de intentar destruir la forma, es haber querido cargarse también técnica y oficio, opino que por engreimiento o por ignorancia supina. Lo que es un error y una petulancia –quizás  mera pretensión- es querer pintar sin saber pintar, esculpir sin saber manejar un cincel, hacer música sin saber tocar el piano u otro instrumento, etc. Está claro que aunque el concepto no interese, nos es de algún modo necesario para progresar, aún sabiendo que el arte es libre y no tiene porqué ir dirigido necesariamente hacia ningún lado. Así lo entendieron, creciendo precisamente sobre esas bases que algunos pretenden anular, los grandes revolucionarios del arte que supieron construir -no destruir- respetando la estética, la ética, y a los grandes hombres del pasado.


Barcelona, noviembre de 2017.
©Teo Revilla Bravo.  


domingo, 5 de noviembre de 2017

REVELACIÓN


"En el interior del bosque" Obra de mi autoría. 






REVELACIÓN


Revelador, íntimo diálogo con la naturaleza
inmersa por prevalecer en el empeño agónico 
que va dejando la estela roja de la tarde
sobre la voluble sinuosidad del valle.

El magno bosque brañoserano no es más
que distancia silenciosa entre brumas
prolongadas, que suavemente húmedas
se esparcen sobre declives de frondosos alcores.

El ojo del sentido, soplos orbitales de luna  
entrecruzados de sigilos, que al acumularse 
en la retina apaciblemente relumbran.

La matriz de la lluvia aparecida de improviso 
sobre la verde foresta, 
sostiene la aérea gravedad de la brisa.

Aludes de fuego. Alegres arritmias.
Transparencias. Conmociones. Perplejidades.
Y esa sacudida de alas -verde-azulada 
libélula del arroyo pedroseño- desplegadas 
en la luz cenicienta del ocaso en la hermosa 
humedad, sutileza es de la música que en el aire 
suena prodigiosa.

¿A dónde van en el último respiro de la tarde,
céfiro, luna y luz armonizados?



“SOLEDADES” (Provisional)
 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.