ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

jueves, 2 de noviembre de 2017

DESTRUCCIÓN DE LA FORMA


Obra de Jackson Pollock, "Convergence",  1952





DESTRUCCIÓN DE LA FORMA

(Al vuelo de unas declaraciones sobre arte del director del MEAM, José Manuel Iniesta)


El arte del siglo XX se caracterizó por la insistente persecución y destrucción de la forma, por elevar la abstracción, el informalismo artístico y la experimentación, a algo casi sagrado destruyendo -o intentando destruir- los valores tradicionales como son la armonía, la perfección y la racionalidad, reivindicando sobre todo la espontaneidad. Con el comienzo del siglo XXI este ciclo inquisitorial parece haberse dado por concluido, al comprobarse que la destrucción de la forma no daba para más inventos, ni quedaba mucho campo por recorrer en esa dirección. Hay quienes opinan que en estos momentos, el arte está en una situación de esterilidad absoluta, que nada nuevo puede sorprender como para quedarse de verdad. A tenor de esto, son los poderes públicos los que se han atrincherado en su defensa, los que desde hace años se han hecho cargo de la dictadura en el arte, los que han manteniendo el status quo de la destrucción de la forma como algo primordial. Esto lo vemos, repetidamente, en la incesante promoción de artistas afines absolutamente experimentales. Lo malo de todo esto es que niegan las bravas aportaciones de generaciones jóvenes más o menos revolucionarias, que buscan camino fijándose en maestros como Rembrandt, Goya o Velázquez. Un retorno a los clásicos, convencidos de que no se ha vuelto a pintar como lo hacían estos grandes maestros, recuperándolos con ilusión y admiración e intentando aprender de ellos, de lo que se ha considerado siempre arte, o sea, la figuración. Conscientes a su vez de que la destrucción del pasado, como preconizaban y alentaban algunos avispados, no nos ha llevado a ningún fin concreto, aunque haya que reconocer y valorar todo aquello relevante de esta aventura que sirva para establecer puentes y contribuya a crear un arte que dé lugar a un lenguaje novedoso sin cortapisas ni  limitaciones.

Hablando de los grandes maestros, es cierto que no se les puede copiar, que es un imponderable, pues la realidad actual es otra. Pero de ningún modo se les puede negar como no se puede negar la utilidad de los museos, algo que algunos, Tristan Tzara a la cabeza, deseaban destruir en enfebrecida idea de que el arte ha de ser algo vivo (consideraban los museos como almacenes de arte muerto) cuando la realidad es que éste, Tristán Tzara, está muerto, y los museos siguen manteniéndose vivos y más visitados que nunca, a veces con largas colas de gente en su exterior esperando entrar. En esa fantasía de querer destruir la forma reemplazándola por montajes y construcciones variopintas, ya nadie cree fehacientemente. En tal caso, tienen el valor que cada cual desee darles. La triste realidad en todo este asunto es, que sólo han servido -y siguen sirviendo- para que una clase financiera, poderosa y manipuladora, se haga millonaria.

            Arte o no arte. La verdad es que hay un agravio comparativo entre lo que se paga por un cuadro de Pollock por ejemplo, y lo que se paga o pagaría por otros más anónimos que se lucen en museos, valorados comparativamente muy poco teniendo una carga artística incontestable. ¿Quién es quién para poner un precio u otro a una obra de arte? Son juicios apriorísticos sin duda. En cuanto se intenta poner un precio a una obra se comete el error de imponer una valía determinada, que influirá sin duda en transacciones económicas. Y es que no es el público el que establece valores precisamente, siendo quien avala el éxito y el conocimiento posterior de la obra: en este mercado del arte, en esta comparación expuesta, el espectador, muy posiblemente, se inclinará por dar valor a la obra barata en detrimento de la cara, la reacción del público siempre es significativa. Pero esto al mundo del arte oficial no le interesa y sigue presupuestando millonariamente a centros que, salvo puntuales exposiciones ajenas a su fondo, son una caja hueca y vacía. Estos grandes centros se nutren, de la presencia de supuestos intelectuales entendidos, algún anónimo que le pica la curiosidad, y sobre todo por procesiones y procesiones de escolares que no entienden nada de las explicaciones que se les da. Hay una desconexión clara, entre el arte oficial y la percepción que del mismo tiene el público. La pregunta es: ¿por qué se mantienen estos centros tan costosos en contra del gusto general? Está claro que está condicionado por tendencias, máxime si tenemos en cuenta el valor que tienen estos montajes, al mediar en ello grandes fortunas. Por otro lado, hay que conservar un status quo, EEUU a la cabeza como centro mundial, aunque para ser justos también es el centro de la renovación artística y de la vuelta a la figuración o del hiperrealismo que es su expresión más exagerada, trabajos que llegan a ser casi fotográficos. Alguien decía: “Nos han obligado a destruir la forma, pues vamos a demostrar que se puede pintar la figura mejor de lo que se ha pintado nunca”. Estos artistas llamados hiperrealistas, lo que desean –así se defienden- es poder llegar a superar a la misma fotografía sin imitarla exactamente, intentando que el resultado sea más cálido, expresivo y brillante.  La forma sigue viva, y el tema da mucho de sí…



Barcelona, 02 de noviembre de 2017
©Teo Revilla Bravo.


4 comentarios:

  1. Ufff, el tema en realidad da para mucho, la gente de a pie suele pensar que el arte contemporáneo, osea actual, es como la obra que pusiste para ilustrar, un abstracto muy colorido donde no hay formas reconocibles, sólo manchas o tal vez puedas encont...Ver más
    La imagen puede contener: cielo, nube, exterior, agua y naturaleza

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    1. El tema da para mucho, es como meterse en un berenjenal. Pero apasiona si se trata con elegancia, educación y mimo. La obra de nuestro amigo Juan Carlos Julián era de una sensibilidad exquisita y claramente poética; hay muchos pintores abstractos que dejan translucir su alma mediante esta singular abstracta manera; pero otros pintores son endemoniadamente duros; ahí en ellos yo no me encuentro. Gracias por todo cuanto nos dices no exento de razón. Un gran abrazo

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  2. En una sociedad mercantilizada y con limitado criterio artístico, es difícil establecer la frontera entre lo que vale y lo que cuesta alguna obra. Una dialéctica con frecuencia incomprensible e, incluso, confrontada. Excelente tu análisis que comparto, pues creo que, al final, todo se reduce a la sensibilidad individual, al margen de los mercados que son... otra cosa. Abrazos, amigo.

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  3. Ciertamente, Francisco Rodríguez Mayoral, el mercado es otra triste cosa y el arte sobrevive a sus vaivenes pese a ello necesariamente. Gracias por tus palabras siempre sensatas, siempre bien valoradas y bienvenidas por mí pues compartimos ideales y maneras de entender la vida artística y creo que hasta la vida en general.
    Un abrazo desde este comenzado domingo barcelonés, espero que plácido y sereno.

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