"La Academia de Atenas” es, al parecer, la pintura más sobresaliente y representativa de lo que significó el espíritu del Renacimiento, o sea, conciliación y la concordia.
LA DESTRUCCIÓN DE LA TÉCNICA Y EL OFICIO
Hay un espíritu rebelde e inevitable en
todo artista, que reclama libertad. La técnica y el oficio, o lo que es igual, el
academicismo, en este sentido suele considerarse un gran estorbo, un freno a la
libre intuición creativa del la persona. No es así exactamente, aunque se
aliente esa libertad. Quien quiera dedicarse de verdad al arte, debe aprender ciertas técnicas que le sirvan de cimiento, que le ayuden a caminar y a consolidándose como artista. Esto se consigue mediante el trabajo, la
intuición, la calidad y el talento, rompiendo, con una creación artística viva
y original, rígidas obsoletas estructuras, a la vez que va desprendiendo de ciertas entorpecedoras trabas.
Sin sólida base, el artista es como una barca en el océano a la deriva. Antiguamente lo entendían bien: todo
pintor, todo escultor, tenía su taller, al que acudían aprendices que trabajaban
animosamente para formarse en el oficio a base de responsabilidad y
perseverancia; cuando creían estar preparados, se
independizaban y creaban su propio taller, propiciando así una cadena de transmisión de la técnica y del oficio.
Hemos de apartarnos del academicismo, con
voluntad y libertad, cuando suponga rigidez, excesivo formalismo, e inflexibilidad,
permitiendo al emanciparnos edificar unas arquitecturas plásticas que sirvan de guía;
mientras tanto, lo aconsejable es tomar lo mejor que podamos sacar de la tradición para la buena marcha de nuestro camino artístico. El gran error del siglo veinte, aparte de
intentar destruir la forma, es haber querido cargarse también técnica y oficio,
opino que por engreimiento o por ignorancia supina. Lo que es un error y una
petulancia –quizás mera pretensión- es
querer pintar sin saber pintar, esculpir sin saber manejar un cincel, hacer
música sin saber tocar el piano u otro instrumento, etc. Está claro que aunque
el concepto no interese, nos es de algún modo necesario para progresar, aún
sabiendo que el arte es libre y no tiene porqué ir dirigido necesariamente
hacia ningún lado. Así lo entendieron, creciendo precisamente sobre esas bases que algunos pretenden anular, los grandes revolucionarios del arte que supieron
construir -no destruir- respetando la estética, la ética, y a los grandes hombres del pasado.
Barcelona, noviembre de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
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