ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

sábado, 29 de mayo de 2021

ARTE Y MÚSICA

 


"Música en soledad" 2011. Obra de mi autoría. 





ARTE Y MÚSICA


    La música, su esencia material y conceptual, es una de los mejores regalos que nos puede ofrecer la vida. Pero no tendría ningún sentido si no tuviera oyente, ese necesario interlocutor capaz de darle todo el valor emocional de que disponga. La música, nacida de lo más profundo del corazón y del alma del compositor, podrá llegar al corazón y a lo más profundo del alma  de quien conecta con ella. Este es su gran mágico milagro. Todo debiera ser uno, pero en realidad todo es diverso, todo está complementado con ricos matices capaces de producir una ebriedad misteriosa en quienes los sienten, así la música. Schumann nos decía: “Si tu música viene de lo más profundo de tu corazón y consigues sentirla como algo tuyo, los demás también la recibirán como algo suyo”

    Pero no es solo alma y corazón la música. Es necesario que la mente también esté comprometida y con ella el esfuerzo que el intérprete hace para lograr ejercitar su instrumento y llevarlo a la mayor perfección posible. Interviene en ello también, la imaginación y la ilusión para crear la obra así como los sentimientos para que logre llegar a otros. Pero no es solo corazón y alma lo que debe de tener el músico, es necesario que también se comprometa la mente a captar el espíritu de la vida y la naturaleza y lo haga a través de sus sonidos. Los tres, alma, corazón y mente, deben trabajar juntos (como si fuera un concierto) para conseguir nuevas obras, y gracias a la interpretación volver a crear y recrear la música que otros compusieron. No hay contradicción entre pensar y sentir, pues ambos en tensión intemporal son parte de una misma comprensión creativa.

    La música es sonido, y es silencio; la poesía, palabra. Ambas necesitan del sonido y del silencio; ambas, íntimamente ligadas, pueden llegar a confundirse en el amplio espejo emocional del alma.

 


Barcelona, mayo del 2021

©Teo Revilla Bravo  






jueves, 27 de mayo de 2021

ARTE CONTEMPORÁNEO O EL EQUÍVOCO DE IGNORAR TÉCNICA Y OFICIO II.


Composición VII.  (1913) Obra de Wassily Kandinsky. Como la mayoría de sus obras, el pintor ruso se inspirada en la música.







 ARTE CONTEMPORÁNEO O EL EQUÍVOCO DE IGNORAR TÉCNICA Y OFICIO II.



   Hay una gran desconexión entre los intereses creados por los poderes públicos y mercantilistas en relación al arte, y la tendencia o gustos de la sociedad no manipulada ni excesivamente influenciada. Cuando aparece una propuesta artística que cala en la sensibilidad del público, éste acude a contemplarla con entusiasmo incluso aguantando largas colas. Es conveniente considerar de qué obra se trata, el valor del montaje hecho, la facilidad económica para que puedan acceder el mayor número de espectadores, qué gancho tiene el artista, etcétera, para repetir experiencias. El intento de conservar un status quo por parte de algunos artistas, a menudo supone un alejamiento del público al darse un divorcio de facto por prerrogativas o privilegios concedidos, por conveniencias y egos interesados, por aspectos valorativos encontrados ajenos al latir general.


    De toda la oferta de estilos que se ofrecen,  se puede sacar la conclusión que la figuración en las grandes exposiciones conecta con la gente y llena salas, mientras que el arte no figurativo las mantiene más bien vacías solo expuestas para unos pocos. El ejemplo lo tenemos cuando se producen retrospectivas de pintores clásicos como los del renacimiento o el barroco. Ese entusiasmo que despiertan, pese al tiempo transcurrido, es una reacción lógica contra el caos que envuelve el arte actual, a menudo privilegiado por estamentos sociales o municipales no siempre comprendidos ni a la altura. En todo este asunto habría que crear cánones claros y formativos, tomando decisiones que mantengan al día aspectos del arte que tengan verdadero interés.  

   

    Se cuestiona también, en relación al arte que huye de la figura, el otro lado de la cara, la del hiperrealismo. Hay quien opina que en el gran valor de ciertas fotografías, tenemos conseguido el efecto creativo que pueda obtenerse de una pintura realizada con minucioso perfeccionismo del mismo tema y en idéntica posición. El hecho de llamar a estas obras hiperrealismo, desagrada a muchos pintores que prefieren mantener como definición la de arte figurativo considerándolas, eso sí, como la  máxima expresión artística al llegar a términos casi perfectos. Intentan demostrar de este modo, que se puede pintar la figura mejor de lo que se ha hecho nunca, en contraposición a la abstracción a veces absorbente y avasalladora donde todo parece caber. Por otro lado, la fotografía en el caso del hiperrealismo, es el mejor medio del que puede valerse el pintor hiperrealista para llegar a su fin, tomándola como modelo. El reto que se impone no es que la pintura se parezca a la fotografía, sino que logre superarla en todas las percepciones posibles. El resultado en una u otra forma, ni es mejor ni peor a priori, es diferente. En pintura puede resultar más cálido, matizado y poético el efecto, al contener una inspiración más sugerente, íntima y artesanal, ya que se realiza no con los ojos y la pulsación de la máquina, sino con dedos artesanos.


    Hay falsos revolucionarios del arte que niegan la asistencia a la academia o al taller, por considerarlos incómodos o trasnochados. Al conducirse así están demostrando, simplemente, que son unos oportunos ignorantes. Los verdaderos revolucionarios respetan y admiran el pasado, saben que es una fuente de información donde se aprende de su grandeza, de su estética, de su influencia, elogiando la ética legada. Entienden que sobre esa base han de aprender a volar y construir un futuro personal pleno de  descubrimientos y valores. 

   

    Si no se tiene base ni práctica de navegación por el arte precedente, se es guía de una barcaza deslizándose a la deriva por el océano del despropósito.

 

 

Barcelona.-mayo.-2014.

©Teo Revilla Bravo.






lunes, 24 de mayo de 2021

ABRIRSE PASO

 


Obra del pintor  expansivo Alberto Reguera






ABRIRSE PASO

 

Abrirse paso. Lograr el vacío y encontrar el hueco

necesario que nos permita  respirar  sintiendo

abrirse círculos amplios de luz, estelas

de lo inesperado que nos acerque al origen:

                                                                         nada delante,

nada detrás.

 

Comprender que tenemos que llegar a mostrarnos

íntegros paso a paso, aprendiendo de la inmediatez

que producen los sucesos del instante.

Perder la memoria de lo banal cambiando como los pájaros

de paisaje, e ir adonde nada sucede, cíclico abismo

de albores y anocheceres, posos y sedimentos,

retazos proteccionistas que refuercen y aseguren trozos

de pan y dicha  con que poder traspasar el silencio

inmemorial del tiempo, de la ilusión, de la nada.



“Océanos de luna”

Cuaderno  VIII. (1984-1987

©Teo Revilla Bravo.






viernes, 21 de mayo de 2021

AFORISMO Y POESÍA

 


El poeta británico John Keats, uno de los grandes del romanticismo







 AFORISMO Y POESÍA 

 

    Hablemos de esta preciosa palabra y sus acepciones. Un aforismo es una figuración, una ideación o fantasía, un concepto o pensamiento plasmado de forma concisa y cerrada. Lo que viene a ser decir mucho con poco, de manera que más que alargar lo que queremos manifestar se sugiera. Esa fórmula en el poema, rompe los rígidos encuadramientos con frecuencia habituales, hallando ubicación en lo que podríamos considerar lazo de conexión que genera riqueza de sentido haciendo innecesario lo superfluo.

    El aforismo se mueve entre la intuición, la racionalidad e intencionalidad, lo pasional, lo analítico, lo ético y estético, echando mano de recursos literarios tan preciados como la sorpresa, la agudeza, la chispa e inventiva, la sensibilidad. El poeta ha de ser ante todo un ágil prestidigitador que sepa sacar sus ases de la manga para formar con ellos un todo (poema) coherente que reduciendo el lenguaje a su elocución mínima, genere inquietud y seduzca.

    ¿Qué debemos evitar que va en contra de su sentido revelador? La simpleza. Pero sobre todo, el rebuscamiento y la grandilocuencia que acentúan, enfatizan y ahogan.



Barcelona, mayo del 2021

©Teo Revilla Bravo  






domingo, 16 de mayo de 2021

SUEÑO Y POESÍA

 



                    Obra del pintor malagueño Guillermo Gómez 1918. "Atardecer en Málaga"








SUEÑO Y POESÍA

 

Encaramado en lo alto del asombro

en pálidas riberas del ensueño,

contemplo, aprovechando la luz mortecina

de la tarde, la sorprendente luna  de cristal

moviéndose opalescente sobre

las altas olas del mar.

 

Sueño y poesía, navegando de la mano,

acomodadas dulcemente a la desnudez

oceánica. Exposición, estela, magnetismo...

 

Con el cuerpo desnudo, mirando lejanías

en hermosas conjunciones estelares elegantemente

entrelazadas, el asombro deshace el trance,

comulga -mundo, trasmundo- con todo,

sin límites, libre, natural, hermoso....



“Océanos de luna”

Cuaderno  VIII. (1984-1987

©Teo Revilla Bravo.






viernes, 14 de mayo de 2021

ARTE CONTEMPORÁNEO O EL EQUÍVOCO DE IGNORAR TÉCNICA Y OFICIO


Obra de Manuel M. Romero.




            ARTE CONTEMPORÁNEO O EL EQUÍVOCO DE IGNORAR TÉCNICA Y OFICIO 

                                                                                I.

    El arte del siglo XX. se ha caracterizado sobre todo por los intentos de algunos supuestos entendidos por elevar a sus altares, fuere como fuere, la abstracción y la experimentación, así como por la obsesión de pretender destruir la forma minimizando valores considerados tradicionales. Esas actitudes con las que se han intentado soslayar  legados y prácticas asociadas a movimientos que nos precedieron fracasaron, pues siguen vigentes con buena salud. El arte no entiende de elementos perniciosos que marquen preferencias ni diferencias por intereses del momento; el arte sobresale en libertad, en consonancia con las necesidades que demanda la sociedad. Todos los movimientos y tendencias son importantes; todos aparecen por un motivo u otro teniendo su momento álgido en continuidad y desarrollo, propiciando la aparición de otros nuevos que se benefician de su vivacidad, riqueza y prodigalidad. Si destruimos la forma, destruiremos del arte la posibilidad de que los jóvenes puedan sentirlo de modo independiente, valiente y sin complejos, hurgando y mamando de los cánones académicos necesarios para su formación, alas impulsivas que debe marcar su futura personalidad creadora.

    Los maestros siguen siendo los grandes clásicos: Rafael, Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt, Goya, El Greco.… Genios incuestionables que pasaron por un taller y aprendieron la técnica para luego, seguros de sí,  independizarse y crear estilo y escuela propios. Valoramos su pintura, conscientes de que no se ha vuelto a pintar de forma tan total. A partir de estos artistas, deviene el arte nuevo a través de un lenguaje y legado recogidos. A los clásicos se vuelve siempre. El arte contemporáneo cuya obsesión es destruir formas, técnicas y oficio, en pos de una supuesta libertad creadora, comienza a adolecer de falta de ideas causando aburrimiento, pues muchas propuestas no tienen fundamento que las sustente como guías a seguir al estar los límites en ellas muy marcados. Vemos repeticiones y reproducciones, copias y más copias de lo mismo o de algo parecido, allá donde ponemos los ojos. Sucede en grandes concentraciones de arte conceptual, públicas o privadas, donde unos pocos deciden qué  tendencia hay que seguir.

    Si el arte no provoca ideas, habrá que reflexionar dónde y por qué falla. La reflexión es un proceso que sustituye a la contemplación. La obra, al no motivar, impone una tarea ajena a ella misma, un pensamiento donde preguntarnos por qué no genera opiniones. Las nuevas generaciones intentan romper reglas y condicionamientos como se ha hecho siempre, algo inevitable pues el arte es sobre todo libertad y camino. El gran valor del arte contemporáneo lo dieron hace un siglo las sorprendentes obras de Miró, Picasso, Mondrian y otros, creando un hecho que por fortuna para el arte es histórico. A partir de ellos, nada nuevo que sea verdaderamente relevante ha sucedido. El valor del arte contemporáneo es aquel que se le quiera dar, entrando con ello en un debate de exacerbada confusión. El famoso váter de Duchamp, una vez se realizó la famosa exposición donde causó gran impacto, dejó de tener valor inmediato en cuanto se desmontó, ya que esa pieza no dejaba de ser un váter común, algo que fuera de contexto no significaba nada más que lo que era. Un cuadro, una escultura, tienen valor de por sí; un simple váter o cualquier otro objeto utilitario, está claro que no. De lo que se deduce, que el arte a veces no es arte sino un fraudulento espejismo. 

    Hay cuadros llenos de manchones a lo Pollock que valen una fortuna, mientras que un bodegón pintado con toda la técnica y todo el amor del mundo queda arrinconado en cualquier museo o galería sin posibilidad de ser admirado y valorado. Se celebra y paga un nombre, por deseos comerciales sobre todo:  márquetin, moda o tendencia, están de su parte. Todo juicio apriorístico donde “alguien” impone un criterio o tendencia, es la aplicación de una sutil dictadura artística. Lo verdaderamente triste en contraposición, es que con frecuencia el mundo del arte no se interese por valores emergentes, jóvenes artistas con mucho que decir si se les permitiera hacerlo.

    Es un error cada vez más extendido, pretender pintar sin saber pintar o esculpir sin saber esculpir, etc., petulancia que no conduce a ninguna parte. Sin técnica y oficio, no hay arte que dure. Y en arte manda sobre todo el corazón.

 

Barcelona 2014.

©Teo Revilla Bravo






jueves, 13 de mayo de 2021

VIDA Y POESÍA

 



                               Dibujo de Marc Chagall dedicado al poeta Vladimir Mayacovsky







  VIDA Y POESÍA


Hay que saber integrar lo aprendido a lo largo de la vida, incluso aquello más sombrío y doloroso, haciendo norma de las distintas maneras que tenemos de entenderlo superando las dificultades con esfuerzo de la voluntad. La lectura, la escritura, el arte, saber ofrecer y recibir intentando transformar el mundo que vivimos desde un paisaje alejado de la mezquindad y el odio en algo más bello y humano, ayuda a conseguirlo.

El paisaje desde la escritura, nos permite expresar las ganas de decir, la necesidad de hacerlo, el placer y alivio que sentimos al comunicarnos. A veces, parafraseando a Nietzsche, desde un proceso creativo definido como dionisíaco por caótico y libre, otras manteniendo un proceso más equilibrado de orden mediante la revisión y corrección que nos permita abrirnos a lo estilístico, a lo apolíneo, a lo que llamamos oficio de escribir, ojalá que sin perder en el intento el halo místico que nos acerca al arte y a formar un coro de voces afines. Los poetas dialogan entre ellos y también con los maestros que les precedieron. Lo hacen con la tradición recibida, la disciplina, y las formas maravillosas que van surgiendo en la mente al ir anotando en un bloc palabras que luego serán versos. Escribir un poema, como pintar un cuadro o componer una hermosa sinfonía con el piano, implica, a través de la experiencia, la reflexión, la búsqueda constante, insertarse en la trama colectiva - humana, vivificadora- sin que se tenga que caer en conceptos cerrados y paralizantes que en nada ayudan.

La escritura poética, como todo en arte, está ahí para descubrirla persiguiendo temas esenciales como la vida, el amor, la naturaleza, el momento, el más allá, la muerte, de manera que la palabra sea más que palabra y nos conduzca a la búsqueda de una obra que madure con el tiempo como organismo vivo cuya vitalidad no acabe en la instancia del encuentro, sino que siga resonando -en armonía individual y universal- en el goce que produce la unión con todo.

La observación, la lectura, pulsar un ritmo propio y trabajar abriendo brechas que hagan camino y logren aflorar nuestra imaginación, ayudan. No caer en lo excesivo, en la poética de la repetición que conduce a vía muerta, saber desbloquear la rigidez de la mente, ayudan a caminar por la hermosa senda de la poesía.

Barcelona,  mediados de mayo del 2021

©Teo Revilla Bravo  







sábado, 8 de mayo de 2021

EL MENDIGO



"El mendigo" 2018. Obra del artista palentino José Luis García Pascual.  






EL MENDIGO

 

    Sentado, aturdido, fatigado, sucio, ocupando un lugar de la alargada acera de la calle de Sants con sus escasos enseres al lado, arrinconado, siendo uno en todo quizás en feliz olvido de sí mismo, se hallaba mal sentado el mendigo.

      De repente, como si notara mi presencia, se elevó del suelo impulsado por una brisa benefactora, e intentó capturar un mar con sus olas mendicantes extendidas en claro espejismo marinero.

    Fue entonces que me miró con ojos rítmicos, perdidos, jubilosos, resbalando a través de los míos directos a buscar acomodo en el fondo de mi alma. Luego comenzó a decir frases sin aparente sentido, incongruencias verbales que no lograba del todo hilvanar ni yo entender.

    Aquel hombre, lo sé, era un poeta que practicaba el arte de vivir del olvido, de la luz, de recoger bondad de la gente, de la revelación vital que a cada momento ofrece  generoso el aire con cada respiro. Solo logré entender, de su largo soliloquio percutiendo en mis vísceras, una terminante frase:      

    “Salgo de este infierno en que he caído, para recorrer destino y poder encontrar las hermosas  flores escondidas en los abiertos abismos del misterio”.

    Luego, entre trasiego humano, ruidos infernales y  humos de autos, tenaz, lento como un buitre, altivo y silencioso como una gacela, se alejó impasible y lento sin mirar atrás.



“Océanos de luna”

Cuaderno  VIII. (1984-1987

©Teo Revilla Bravo.





viernes, 7 de mayo de 2021

NUBES




"La bahía de Weymouth" del pintor romántico británico John Constable,  

    Destaca en esta obra, las extrañas condiciones atmosféricas con el amplio cielo cargado de nubes y la difusa luz que baña el panorama.





NUBES

 

    Nubes de nácar, melancólicas, aterciopeladas, blancas, grises o casi negras, en rojo arrebol, contentas o enfadadas, grandes o pequeñas, líquidas o acristaladas, recorren como algodones flotantes nuestros cielos montañosos, así como el perfil costero, quebrado y cántabro que se da más al norte junto al mar.  

    En aparente quietud, sus movimientos calmos son de acogimiento. Imperceptibles o casi en sus cambios continuos, dejan en la mirada y en el ánimo la sensación de hallarnos ante una hermosura ingrávida, tenue y virginal, que pareciera sonreírnos o envolvernos amorosamente.

    Menuda, decorativa, distante, atrapada en el desconsuelo poético que teje la atmósfera, la nube siempre es bella. Ocasionalmente, en digresión progresiva cubriendo o entoldando el cielo, sorprende generando versátiles equilibrios, presagios de tormentas donde los vientos parecen lavarlas, nieves y lluvias, sombras connaturales, tonos prosaicos que al desvanecerse puede que alienten un hermoso arco iris que siembre serena nostalgia en el ambiente iluminando el paisaje de elocuentes colores. Sea como sea, las nubes, al hilo del horizonte en persistente insistencia y sabiduría inducida, desplegadas se pasean por nuestros cielos con clara inocencia protectora. Flotando adormecidas en el aire, parecen hablarnos de poesía, avivando o apagando el gesto según el día que llevemos. Como si codificaran nuestro vivir, generando encontrados sentimientos.   

    El sol trasiega el aire y condiciona la atención y el ánimo. La llegada de las nubes mantienen equilibrios en el ejercicio atmosférico. Es como si la existencia nos mantuviera para ser, si no entendida sí aceptada por razones de naturaleza y cultura. La vida, cada amanecer lo atestigua, es un discurrir transido de momentos que alimentan y embellecen el espíritu, a través de  una realidad donde el paisaje celeste cobra capital importancia aunque nosotros no sepamos certeramente si es la realidad o la imaginación quién realmente nos vive.

    Arrolla la brisa implacable; el tiempo se alarga en lentitud y bondad; las nubes, que llegaron placenteras retirando la acción del sol, bajan algodonosas de la sierra y cubren de humedad el valle.


Comienzos de Mayo 2021

©Teo Revilla Bravo 







miércoles, 5 de mayo de 2021

EL DADAÍSMO O LA NEGACIÓN DEL ARTE

EL DADAMO O LA NEGACIÓN DEL AR








Obras:
1) L. H. O. O. Q.
La ideología dadaista se sirve de la concepción clásica, adaptando cambios en obras clásicas. En este caso, sobre la Gioconda.
2) Fuente.
Obra expuesta en Nueva York bajo un seudónimo. Fue criticada por el mismo autor, partícipe así mismo del jurado de la exposición, intentando confundir la realidad y criticar así la forma controladora de la sociedad.
3) Otro fotomontaje, éste de The Engineer, Grosz.
4)Elasticum; Hausmann. Fotomontaje que consistía en la inserción del papel en el dibujo.
5) La gran aportación de la imagen dadaista, es la creación de cabezas sin cuerpos, así como la representación del ser humano con forma mecánica, ser con su autonomía oprimida por la sociedad. Obra "Parade Amourense", de Picabia



EL DADAÍSMO O LA NEGACIÓN DEL ARTE


    El manifiesto Dadá nace en el año 1918, con el objetivo, entre otros, de hablarnos de la muerte de la belleza.

    En 1920 se reunieron en Berlín una serie de pintores dadaístas bajo el lema “El arte ha muerto”, en torno a una exposición de maniquíes coronados con una cabeza de cerdo y vestidos con el uniforme del ejército alemán. Querían con ello hacer valer el carácter antiartístico, antipoético y antiliterario, dejando constancia de este modo que no querían fabricar obras de arte, sino crear objetos que lo liberasen de las cadenas tradicionales que amordazaban lo considerado como arte. Ese fue el principal objetivo de Picabia y de los vanguardistas que le siguieron. Según ellos, la obra de arte considerada verdaderamente moderna, no debe de estar hecha por artistas, sino por simples hombres. El artista y el hombre, la obra y el objeto. O sea, recoger utensilios cotidianos de lo más variado reciclados incluso de las basuras, y presentarlos como obras propias bajo el contexto dadaísta de la negación del arte.

    Rebeldía, búsqueda de la subversión, insurgencia, juventud, insatisfacción, desenfreno, apasionamiento.¿Cómo definirlos? En todo caso, un cóctel muy duro sólo apto para almas dolidas, desafiantes e irreverentes. Estas proclamas dadaístas resonaban ─aún resuenan─ en los oídos, con acento agudo y pertinaz, el del grito de la negación sistemática remarcando el fin del arte moderno. Tal actitud los emparentaba con el surrealismo, al cuestionar y considerar relativo todo lo estimado como arte hasta ese momento. En ello, en la práctica constante de la negación, encontraron ─o lo creyeron─ la libertad creadora.

    En realidad fue una cornisa al borde del abismo, una barca a punto de zozobrar. Pero había algo psicológico, en esa revolución artística y estructuradora, que precipitó la apertura de una crisis profunda en su propio seno. No era para menos, pues buscaban camino orientándose hacia el propio presagio, no otro que la abolición del arte. ¿Qué hacer sin el arte? ¡Qué hay después de él? ¿Qué nos queda? Fue una revolución que podía negarlo todo, protestar, hacer actos irreverentes, reírse en los funerales, llorar en las bodas, doblegar y trastocar todas las reglas de la convivencia pues todo era criticable.

    Tristán Tzara, fue quizás el primer abanderado de la causa. Cual gurú del grupo predicó su verdad, que no era otra que el escepticismo llevado a los límites de la razón, llegando a sentenciar: “Dadá no es nada”. Y no era nada, porque Dadá no era un ismo. No podía serlo, pues estaba en contra de todos los ismos habidos y por haber. No se buscaba nada. No se quería nada. Sólo había que estar contra de los manifiestos. En ese contexto, las obras no podía durar más de cinco minutos en sus exposiciones, tenían que ser fugaces; incluso en las puertas de algunas exposiciones, se colocaron palos para que los concurrentes acabasen a golpes con lo allí expuesto.
    Algunos claros exponentes del dadaísmo fueron, los franceses Francis Picabia y Marcel Duchamp, el estadounidense Man Ray, o el cineasta alemán Hans Richter. Todos ellos intentaron hacer catarsis manifiesta de sus sentimientos y contradicciones sin límites ni destellos. Fueron esclavos del tiempo que les tocó vivir, un tiempo que los envolvía en la realidad abrumadora de un mundo pervertido, desarraigado y destruido. Seguro que la declaración en 1914 de la Primera Guerra Mundial, tuvo mucho que ver en todo este asunto.


Barcelona. Marzo de 2017.
©Teo Revilla Bravo.