ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

jueves, 22 de marzo de 2018

A VUELTAS CON EL COLLAGE


"LIBERACIÓN" Collage de la artista chilena residente en España Karyn Huberman









A VUELTAS CON EL COLLAGE



El collage es una tarea que necesita de muchos pequeños recursos para llevarla a cabo. Siempre hay algo de subversivo –por llamarlo de alguna manera- en el acto de apropiarse, al azar, de representaciones o imágenes para crear otras nuevas. Una actividad creativa, que se ha convertido en uno de los principales ingredientes de la cultura visual del siglo XXI, tal vez el que mejor manifiesta el complejo mundo en que vivimos, ese que nos bombardea de imágenes –e información– constantemente llegadas por diferentes canales las veinticuatro horas del día.

El collage fue una propuesta llegada al azar, quizás como juego informal convertido en destreza artística. Lo cierto es que apareció para quedarse al ir penetrando, poco a poco, en nuevas generaciones de artistas que encontraron en este soporte su mejor modo de expresión, algo compleja, y que sigue siendo muy practicado en la actualidad. Hablamos -buscando al azar y deteniéndome en sus obras- de Patricia Bolinches, Cless, Dani Sanchís,  Clara Mata, Mira Ruido, Nicolás Santos, Raúl Lázaro, Rubén B, Sr. García, Yelena Smith... Artistas que pertenecen a agrupaciones que desde exposiciones individuales o colectivas, locales o internacionales, reivindican una técnica genuinamente del siglo XXI. Sienten que la apropiación, el “corta y pega”, y el remezclar, es la esencia que ejemplifica esta época.

Un poco de historia:

Pablo Picasso y Georges Braque, en el otoño de 1912, crearon lo que se consideró primeros “papier Collé” (papel encolado) en algunas de sus características naturalezas muertas, algo que ambos compartieron con entusiasmo, de tal manera que los críticos no lograron ponerse de acuerdo quien de los dos fue el primero en hacerlo.  El caso es que en años posteriores, los cubistas lo añadieron a muchas de sus obras, experimentando con toda clase de materiales. Con el paso del tiempo, también otros grupos se unieron a ello, sobre todos los futuristas italianos. Obras emblemáticas fueron los trabajos de Kazimir Malevich, así como los de pintores agrupados en torno al dadaísmo. Muy importante fue sobre todo para el movimiento surrealista con Max Ernest al frente, ya que este artista fue uno de los exponentes que más destacaron: exploró múltiples posibilidades, y descubrió nuevos métodos.

En la década de los cuarenta, cincuenta y sesenta, El collage pasó al Pop Art. Estos artistas empleaban su forma más tradicional para mostrar, como sabemos, la banalidad de la publicidad y de la misma sociedad de consumo. Richard Hamilton, fue todo un referente, uno de los primeros artistas en sumir sus riesgos, así como máximo exponente de la metamorfosis del collage hacia el pop art, el diseño, la publicidad, las contradicciones éticas y estéticas de los años sesenta y setenta. Con su obra ¿Qué es lo que hace los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos? (1956), sentó las bases de la iconografía pop.

La constante presencia del collage en nuestras vidas, su magia, encanto y evolución constantes, lo convierten en una teoría y en una técnica, pero también en un logro pues ha conseguido ser un medio de comunicación que ha asumido riesgos artísticos en el diseño, el teatro, la publicidad, la música, la poesía, la novela, el cine... En España hay artistas que se han hecho históricos, como Julio González o Juan Gris, así como más tarde Tàpies y Chillida entre otros.  Afortunadamente, hoy goza de una salud envidiable, con muchísimos artistas dejándonos obras asombrosas y admirables. Quiero destacar entre otros, además de los arriba señalados, a Guillaume Chiron, Sebastián Delgado, Gabriel Russo, o Jonathan Vico; y, como próximos y amigos, a Antonio Martín Ferránd, Nury del Ferro, y a Karyn Huberman, por dejar tres ejemplos. Larga vida al collage. 



Barcelona, marzo de 2018. 
©Teo Revilla Bravo



viernes, 16 de marzo de 2018

MAGIA DE LA PALABRA


"Retrato del escritor ruso Máximo Gorki" Pintura de Valentín Alexandrovich Serov





MAGIA DE LA PALABRA


La magia de la palabra me atrapó desde bien temprano pudiendo ser, aunque en la memoria no encuentre el porqué, la principal razón que hallo al hecho de escribir mis cosas desde bien joven. Vivir y sentir con intensidad, aspirar a lo inalcanzable subiendo, peldaño a peldaño, la larga escalera en un intento tenaz por alcanzar la cima y hallar la quimera, forjaron en mí el amor a la palabra escrita como modo de expresión. Comencé, como casi todos supongo, soñando despierto, pretendiendo atrapar pasado, presente y aún futuro, para dejarlos reflejados en una hoja de papel; escribir  ha sido  y es, vivir intentando combatir el inexorable paso del tiempo.  Sentir, pensar, redactar. Explicar lo que pasa por la mente ayuda, pues de alguna manera nos ordena y nos impulsa a comprender la vida, a hallarle algún sentido a esa realidad que no tiene límites y que se nos escapa con cada respiro que damos. En el acto de escribir interviene la memoria, la reflexión, la experiencia, y sobre todo la imaginación con la que podemos hallar el camino que nos lleve a  la creación ficticia de personajes con interés, que muy bien pudieran superar al propio. Ahí el argumento, el relato, la novela, la osadía de querer escribir para uno y aventurarse a hacerlo para otros.

De esta suerte escribir se convierte en algo natural, como es vivir para buscar la compensación que ofrece la paz interior cuando ésta afortunadamente se encuentra ateniéndonos a ese “Yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas” que nos dejara dicho el poeta Antonio Machado. Escribir conmueve. Nos hace más sensibles. Nos proporciona un rinconcito propio donde permanecer un rato a gusto creciendo en voluntad y en comprensión humana, en pensamientos, emociones, reflexiones y sentimientos, en todo aquello que se va colocando en el papel con más o menos acierto. 

Cada relato, cada verso o poema, cada escrito que escribimos, es siempre el primero, pues con cada línea nos enfrentamos a algo novedoso y asombroso. Pero sobre todo, al escribir por necesidad de vivir y comprender la propia existencia, aprendemos, sumamos percepciones, crecemos como seres humanos. Esto nos permite proyectarnos hacia los otros para mostrar, compartir, y  quizás enseñar y entretener si somos capaces de poder hacerlo.


Barcelona. Marzo de 2016
©Teo Revilla Bravo


sábado, 10 de marzo de 2018

NECESIDAD DE ESCRIBIR


Obra del pintor suizo Albert Anker, "El escritor"







         NECESIDAD DE ESCRIBIR

        
        Cómo escribir y no morir en el intento. Esta frase, algo redicha, me ha venido a la mente al pensar en la dificultad que tenemos quienes nos dedicamos a esta actividad por un motivo u otro. Aunque dicen que se escribe o se ha de escribir porque sí, sin pretender nada concreto como no sea el propio desahogo, algo éticamente loable que puede ayudarnos a conocernos mejor. Escribir con fines preestablecidos, o de lucro, es otra cosa bien diferente, las más de las veces ligada a una forma de trabajo convertida en obligación; en tal caso, si se escribe desde la honestidad, puede ser también es una catarsis por decirlo de manera prosaica, limpieza que aligera el alma del peso con que nos vamos cargando por unas causas o por otras a lo largo de la existencia.

         Escribir es también un intento de crear una realidad alternativa, un generoso desprendimiento de lo propio, una necesidad imperiosa por descomponernos y a la vez compensarnos a fuerza de fabular creando embustes, manipulaciones o fantasías, como pretextos de una supuesta verdad propia que no nos acaba de convencer. Fabular es dejarse ir, es descubrir delirios que nos fascinan, y que a la vez pueden hacerlo a un posible lector.

Escribimos, sentimos la necesidad. A veces contando verdades sobre nuestras vidas, o quizás sobre la visión que quisiéramos tuvieran esas vidas y los movimientos que pudieran darse en ellas, algo no siempre fácil. Para lograrlo tenemos que valernos de la experiencia  y de la aptitud que creemos poseer para tergiversar o no la realidad propia o ajena y poder crear contextos alternativos en un acto de desesperación, de metamorfosis, o de imperiosa necesidad de escupir en escabroso ejercicio angustias y desaciertos, sentimientos que por dentro nos arañan o nos hacen sufrir. Hay que lograr, en todo caso, no caer en el sentimentalismo ni en decoros absurdos y engañosos. Sí escribir sin piedad ni compasión, latiendo y vibrando con cada palabra, sinceros hurgadores en lo crudo del laberinto personal, pero evitando cualquier demostración banal del ego.

        Permanecemos ante lo escrito. Lo releemos, lo revisamos, y al cabo continuamos ufanos sabiendo que será difícil llegar a un punto final que nos complazca. Sabemos que nada se acaba, que todo escrito puede continuarse, que es un proceso siempre abierto a algo, pues cada instante que llega, aún siendo los mismos, somos otros. Quizás por eso sea difícil detenerse en un punto al que darle final, pues va cambiando con la edad el  conocimiento, el estilo, y el riesgo que en ello ponemos. 

        Escribir, revisar, corregir. Y a medida que se escribe, más preguntas surgen, más cuestionamientos se nos  plantean, más ganas de desertar –tachar, romper, eliminar-, sintiendo a la vez la necesidad de continuar.
      
        Se gana en seguridad. Pero dentro de la innegable incertidumbre que nos acompaña, sabedores de que los retos son cada vez mayores, que nos vamos convirtiendo en en prisioneros de nosotros mismos: no queremos promover  o estimular algo, que al cabo nos disminuya o minimice: el ego se revela. ¿Le falta humildad al escritor? No exactamente, pienso, pues vive dentro de una marea que lo arrastra e impulsa irreprimiblemente, mientras va intentando descubrir complejos procesos morales a los que dar respuesta, de ahí esa aparente osadía que puede cuestionar su naturalidad.
     
        Cuando comenzamos a escribir, a veces sabemos a dónde pretendemos llegar; otras, escribimos compulsivamente de manera aparentemente improvisada. Mientras  avanzamos en la escritura todo va cambiando como en un paisaje, a menudo hasta la idea primigenia que nos impulsó a hacerlo. Disfrutamos poniendo el dedo en la herida, hurgando en lo que nos duele o preocupa, sea personal, social o de índole político. Somos observadores sensibles de cuanto pasa por dentro de nosotros, y por fuera también curiosos de lo cotidiano en ese intento por analizar lo complejo del comportamiento humano. Y lo hacemos por unas vías o por otras, con acierto o sin él, llevados de la mano impulsiva de una imparable inquietud.
      
        Introspección y ambigüedad son nuestras compañías. Nadie está en posesión de la verdad. La verdad quizás sea solamente una palabra para defendernos de la propia mentira. ¿Cómo hacer un juicio moral? ¿Qué consideramos moral? ¿Aquello que se establece como tal? En tal caso, estructurándolo desde nuestra particular percepción, al escribir lo añadimos a un debate general. No podremos explicar, por mucho empeño que pongamos, la clave para lograr una sociedad feliz, conscientes de que es imposible que exista. ¿Para qué escribir entonces? ¿Qué nos arrastra a ello? ¿Hallar una armonía, una compensación al pensamiento que nos aflige, dar sentido a nuestras vidas? Hay, pues, que escribir, desde la modestia. Cuando ponemos alma, vamos y venimos desde lugares de interrogación y dolor, haciéndolo desde la interpelación constante, desde el dilema que supone vivir intentando hallar tranquilidad para nuestros ánimos. En todo caso, hay que escribir desde la convicción y la sinceridad, traspasando ambigüedades, liberándonos de modas, de críticas interesadas, de porfías, de la posibilidad  o imposibilidad de ser publicados o permanecer inéditos.

     

Barcelona.-24.-04.-2009.
©Teo Revilla Bravo.





jueves, 8 de marzo de 2018

EXISTES


Obra de Amedeo Modigliani. "Retrato de una mujer joven"











EXISTES

 

Elevando alas, grata dulzura

donde el amor penetra saciando

sed de vuelos y palabras.


Arpegios. Sinfonías. Tu voz,

alentando alma en lumínica

mirada de amplios cielos.


Existes. Quiero quedarme

a tu lado. Asirme al eco

templado de tu voz sin bruma

ni sombra de melancolía;

desbaratar la incertidumbre

en claridad de aventura;

saberme, en tus raíces

creciendo sin afanes y que

el tiempo no transcurra.


Al pensarlo así, resucitado

en tu mirada, tiemblo…




“SOLEDADES” (Provisional)

 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.




martes, 6 de marzo de 2018

VICISITUDES, TESÓN, Y AMOR AL ARTE



Mujer pintando frente al mar, obra de Vicente Palmaroli y González. Hacia 1882. Museo del Prado






VICISITUDES, TESÓN, Y AMOR AL ARTE


El pintor que tiene que trabajar su obra a ratos, cuando puede, suele ser un pintor, si es íntegro y digno, que elabora un manual, calladamente, para serle fiel en su esencia al arte. Es el que viendo que no podrá vivir de la pintura como anhela, armándose de valor saca tiempo de donde sea para poder dar salida a sus impulsos artísticos y emocionales. Sobre todo cuando se tiene, a parte de un trabajo obligado que le roba la mayor parte del día, familia que atender. De este modo se enfrenta ante un dilema de tiempo, que no solo mina su creatividad, sino que también posiblemente parte de su imaginación, coartando posibilidades en obras ya iniciadas y en las que le hubiera gustado haber hecho o hacer, dadas otras circunstancias. La obra, en nuestro  pintor temerario y voluntarioso, no puede ser como debiera, pero insiste en ello consciente de que sería otra si no se encontrara limitado. La falta de tiempo intentará compensarla apoderándose de la realidad de que dispone, reconducirla hacia otra, hacia el arte.

Cuando eres pintor, o tienes una familia rica que te mantiene, o caminas a contracorriente buscando la forma de hallar contra viento y marea instantes propicios. Es así de simple y de duro. Al ganarte la vida en un trabajo ajeno al artístico, la urgencia por vender no existe. Eso te ofrece alguna ventaja, pues te hace menos vulnerable al sentir cómo la emancipación te libera de cadenas y obligaciones comerciales. Tienes problemas de tiempo, eso sí; y quizás de fuerza o ganas en ocasiones, pero posees la ventaja de poder pintar lo que deseas y el alma siente, aunque no vendas nada. Las galerías suelen decirte: “Trata de ir por aquí o por allá, pero olvídate de lo que estás haciendo pues lo que vendemos y se lleva es esto”, mostrándote unos ejemplos que no van con tus ganas ni querencias artísticas; en otras palabras: tienes que renunciar al propio estilo, para dar gusto al maldito dinero.

En la vida de este pintor -en la que sin duda estoy reflejado-, él solo se lo tiene que cocinar todo: sin representante, sin galería, sin mecenas, sin padrinos, sin nada a lo que aferrarse más que a la materia prima, al tesón y al amor al arte. Sin ninguna seguridad por tanto, salvo la que brota de su  intuitiva mirada, y de la mano que vaga con el pincel libremente por el lienzo. Este pintor, bastante común por otra parte, tiene que buscarse la vida artística sin contactos ni enchufes; a la buena de dios; a pulso; rastreando locales, galerías, centros cívicos, concursando en premios –casi siempre concedidos de antemano- o bien participando en exposiciones colectivas; esto último, quizás valiéndose de algunas amistades o de algo que pueda proporcionarle una amable salida al exterior, único precio que tiene que pagar si quiere darse a conocer…


Barcelona, marzo, de 2018.
©Teo Revilla Bravo

sábado, 3 de marzo de 2018

VERME EN TI


"Retrato de Karyn  2007. Obra de mí autoría.







VERME EN TI


Verme en ti -territorio de hechicera calma-, crecido, reflejado, refrendado, grávido en maternal armonía, en belleza, suspiro, melodía,  sentimiento, es sentir que vivo.

Acaricio el aire que respiras, y con él inicio el vuelo que me lleva de la nada a ti, astro de amor y vida, danza, luz, deseos, naturaleza que sin fronteras se agiganta.

Emerges de paisaje en paisaje en clara armonía.

Más allá de ti no hay nada.  

La palabra regresa despacio a su silencio natural y se interna desnuda y misteriosa en la red que sostiene el universo profundo de tu alma, realidad transfigurada en tus ojos.

No acierto a desvelar lo simbólico de la palabra amor ni todo lo que de ti —profundidad inescrutable, complacencia, alma, misteriome concierne.

Eres, amor, lo que imagino, sueño y siento. 





“SOLEDADES” (Provisional)
 Cuaderno  XVIII ( 2013 al 2014)
©Teo Revilla Bravo.