Joaquín Sorolla, "Retrato de Juan Ramón Jiménez"
LA CLAVE
(Sobre el hecho poético)
La clave para encontrar la razón
profunda de la poesía, ha de ser filosófica. El poeta se pregunta. El poeta
indaga en las emociones e intenta contestar a través de ellas el porqué de su serenidad o angustia. Y lo
hace con acento de elevados desahogos, alejado en lo posible de influencias y
vanas modas al uso y abuso de lo que se escribe. La creación, a la manera de
Rilke, nace de la soledad como ámbito y sostén. Ahí inicia su desarrollo
-insistencia-persistencia- sobre una idea matriz surgida al azar de las propias
vivencias. En consecuencia: el hecho poético es, debe ser, ajeno en principio a
movimientos externos, a influencias literarias más o menos en boga, aunque el poeta
se implique necesariamente en alguna tendencia, nadie está libre de influjos y otros contaminantes.
El hecho poético pertenece al
ámbito personal íntimo y exclusivo donde no tiene fin al ser aliento de por
vida, permanente corriente de flujos emocionales. El poema
no acaba al escribirse; transciende; explora en sí mismo con cada lectura,
haciéndose indeterminadamente necesario; es, con cada posible leedor, prolongación
que se agranda con el paso beneficioso del tiempo. Por eso es difícil encontrar
límites divisorios o terminables, pues es una aventura hacia lo absoluto, una
unidad armónica de identidad y de conciencia donde el hecho comunicativo se
relaciona con el mundo en sutiles vibraciones de belleza perdurable, unicidad de significación
que deviene del método y disciplina del propio
ensueño, entelequia que anhela ser expresada con celo de ilimitada diafanidad.
Hay que saber remontar el lenguaje
común, hasta embellecerlo; hay que conformar con simetría estructural -cuerpo,
color, volumen, ritmo, espacio-, una arquitectura relevante a través de voces mudadas
en poemas, edificios maravillosos de nobles sentimientos, plectros de lo que
llamamos emoción.
La poesía es vida y es
inteligencia; son luces, colores, sentidos, magia, serenidad, símbolos,
visualizaciones; es el yo enfrentado al todo, a la angustia de ser y dejar de
ser como lo entendía muy bien Brines en
poesías con reflejos pesimistas: el yo, frente al terror y el horror que
en el humano se produce con frecuencia. “Más que el ser en sí mismo”,
recordando a Jaime Siles, ha de intervenir la conciencia, el deseo de hacer transcender los propios pensamientos, bien en desvelos, bien en remansos, bien en
impetuosidad de desahogo. Todo a través de una armonía métrico-visual que
alcance y llene los sentidos, ahí donde el valor sensorial supera el conceptual –vaciamiento anímico absoluto- y cada parte
constituida es concluyente e ilimitada.
En resumen: hay que ir superando
el forcejeo entre sistema y significado, entre lo imaginado y lo real, entre lo
ácrono y lo atemporal en que a veces se debate el pensamiento, e ir hacia la
obra perfecta intentando fundir inteligencia con exaltación en el eterno
instante de la nada profunda…
Barcelona. Octubre de 2012.
©Teo Revilla Bravo.
El poeta busca dentro de si mismo y luego desenrolla el ovillo de emociones que le genera el viaje interior; de ahí el poema, de ahí las metáforas que genera, como si fueran su propio criptograma de la existencia. Excelente escrito. Besos
ResponderEliminarY excelente comentario al que no hay que añadirle mucho más, Karyn. Muchísimas gracias
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