Estás ahí, cuerda de violín,
conmoviendo en ágil mano,
arco que agita luminosos y sonoros
relámpagos, ofreciendo asombros.
Asomado al espejo de tus ojos
cambiando sonrisa por lágrima,
en rápida libertad de sentirte
tocar ensimismado me quedo.
No sé si existe la isla soñada
que como sosegada razón de ser
en especial sonido nos aísle,
pero hoy sin violín real,
sin Paganini ni Bela Bartók
posibles, la melodía ilusionante
del corazón —en excelsa
exégesis— cual noche constelada
en armónicas cadencias se distiende.
Magnífica manera de dar vida a la cuerda del violín con tu poema. He podido sentir latir esa pasión de la mano que le guía hasta alcanzar el éxtasis de la belleza más plena.
ResponderEliminarSaludos afectuosos.
Gracias, Maripaz. Ya sabes el instrumento del alma, las cuerdas que hacen vibrar el corazón, y el amor como relámpago bello que todo lo eleva.
EliminarGracias y agradezco enormemente tus paseos por mi pequeño rincón de palabras y silencios. Fuerte abrazo.
Me resulta un poema muy bien logrado, amigo. Discursa y dice con encanto.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias, José. Tus comentarios siempre son un gran estímulo.
EliminarUn abrazo.
Y a mí me conquista, el poema y de paso el poeta, que sabe dejar en esos versos la más bella melodía. Hermoso
ResponderEliminarVaya, me alegra esa conquista tan sana, de las que llegan armoniosamente al corazón, Karyn Huberman. Que viva la música.... Y el violín de las emociones.
EliminarFuerte abrazo.
Precioso y musical poema , ¡que nos invada la música!. Abrazos.
ResponderEliminarQue nos invada, Imelda.....
EliminarGracias por tu cálida presencia en este pequeño rincón.
Un abrazo.