Chales Baudelaire pintado por Emile Deroy
Una anécdota sobre el poeta:
Todos sabemos que la obra más importante de este poeta francés es una recopilación de poemas, "Las flores del mal", poemario que se publicó en el año 1857. El gobierno francés acusó a Baudelaire de alentar contra la moral pública por su contenido, multó al poeta, y le censuró seis de los poemas originales que no pudieron aparecer ni en ediciones posteriores, a pesar de la defensa del poeta que hizo el mundo literario francés en general. Esta censura estuvo presente hasta casi cien años después. Fue en 1949 que pudo publicarse íntegro el libro.
LABOR DE AUTOR
Algunas consideraciones.
La amplitud de la labor literaria es consecuencia de la dedicación
del autor a una continua obra en marcha -especialmente en el género de la
poesía-, en el marco de una vida en constante transformación. Una vida y una
poesía que configuran un extenso episodio de la historia de la cultura personal,
en proyección abierta al otro bajo el prisma inconfundible de lo íntimo. Por
eso la obra poética –en realidad cualquier honesta obra artística- es un
sincero esfuerzo, un logrado y entusiasta resultado que ha de ser realizado sin
complejos, con cierto conocimiento e intuición de las claves que se han de seguir.
El poeta o creador debe cautivar y apasionar al lector o espectador, con una
labor sintética, sólida y encomiable, eso que podría denominar como la pasión
perfecta, esa obsesión por la elaboración de una obra en constante disputa con el
propio temperamento.
Indagar desde dentro, es como desbloquearse poco a poco puliendo y
limando los sedimentos que nos va dejando la vida. Penetrar, dar con ello,
discernir, meditar, estudiar y contemplar con rigor, con el fin de ir
entendiéndolo en hallazgo propio a través de una práctica de autoanálisis,
poetizando las huellas que nos va dejando la vida; transparentándolas en lo
posible como labor arqueológica, elaborando una obra artístico-literaria que
sea un reflejo más de lo que compone nuestro bagaje personal vital.
Catarsis lo llaman. Limpieza, sensación
de libertad al dejar libres miasmas y desarreglos mientras se van acallando
los gritos interiores siempre irresolutos.
Esta labor de autor, ha de hacerse silenciosa y honestamente, sin
tremendismos ni fatuos lirismos, con voz auténtica y sincera, pues al final, lo
que interesa de verdad al poeta no es la poesía, que sí, sino la vida, entender
la vida, su propia vida intentando comprender, en ese contexto, antes al hombre
que al literato o al artista. Al interesarnos la vida como algo fundamental que
hay que lograr comprender, el arte se ha de concebir así mismo como algo vital,
no como un producto enlatado de laboratorio donde se discriminan los
contenidos suscitados por la intuición y el sentimiento. Enseguida, al leer,
ver o escuchar, comprobamos quien llega con sus versos o sus obras de un sitio
–de la vida- o del otro –del laboratorio-. Yo, personalmente, me quedo con la
emoción liberada del primero, puesto que el poeta –si retomamos la poesía- no
debe emplear tanto los vocablos para evocarnos representaciones intelectuales y
utilitarias, como para trasmitirnos un estado de ánimo traducido en
sentimientos.
Introspección. Búsqueda de oscuros intereses en las subterráneas
galerías interiores. Emociones que hemos de libertar trasformadas en luz.
Comprometernos con nosotros mismos en esa traslación de dentro a fuera, para
ir ganando en escritura u obra orgánica
y sincera. Es una cuestión de tiempo, de sedimentación y de poda de la
frondosidad arbórea del bosque nuestros recuerdos. En este sentido el escritor
–o artista en general- es un asceta, un contemplativo, un virtuoso de la
penitencia y del pensamiento, cuyo fin
es elevarse hacia la paz, pues con frecuencia sufre de las iras del espíritu.
Todo lo demás está subordinado a esta conquista. El poeta tiene que buscar lo
inasible, luchar para retenerlo, y dar así razón a la existencia asegurándose
la posibilidad de pervivir, ya que sabe que se encuentra solo en torno al mundo
y al poderoso silencio interior. Y asumir que hay que llamarlo a gritos, despabilarlo,
sacudirlo, movilizarlo a golpe de cincel, pluma, pincel…, lo que sea y como
sea, desplegando voluntarioso las alas creativas de los anhelos.
Barcelona.-15.-junio.-2009.
Contemplar atentamente las existencias y circunstancias propias y ajenas es alimentarse, dando mordiscos a la vida que luego se regurgitan expresados en pintura o escritura... Sea como sea, siempre volando en pos de los anhelos más íntimos. Fuerte abrazo, amigo Teo.
ResponderEliminarEn ello estamos, Francisco, tú bien lo sabes, es el camino elegido, del que no podemos separarnos.
EliminarFuerte abrazo.
Creo que estoy en la etapa de indagar desde dentro, en ese desbloqueo para aprovechar las huellas que la vida te va dejando marcadas. Momentos necesarios ya que evidentemente en cada obra que hacemos, algo de nosotros se escapa y fluye entre imágenes o letras. Transformarlas en luz es la meta. Un muy buen escrito en el que me he sentido identificada. Besos
ResponderEliminarBuena etapa es esa, Karyn. El desbloqueo se va produciendo casi sin que nos demos cuenta: nuestro interior, a lo largo de los años, se ha ido enriqueciendo de manera sorprendente, bueno es que lo saquemos fuera y pueda ser compartido.
EliminarUn abrazo en la media tarde.
Buen análisis. Pero estoy en lo contrario, amigos Teo y Karyn: No dejar huella de lo que fue y alimentar sólo el deseo (no tanto de futuro ni de presente, sólo pura fugacidad). Os abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mauricio. Agradecido. Entiendo lo que quieres decir.
EliminarInteresante tu comentario, me encantó. Abrazos.
ResponderEliminarGracias por seguirlo, Imelda.
EliminarUn abrazo.