Autorretrato de Van Gogh
PASIÓN VORAZ Y DELIRANTE DE VAN
GOGH
Van Gogh fue un artista maldito, profundamente
infeliz, cuya existencia, lacerante, dolorosa, de soledad desesperada, influyó
decisivamente en su manera de concebir la pintura. Ésta refleja, fielmente y
con claridad, el drama de una existencia conmovedora; el cataclismo, obra a
obra, que se iba proyectando sobre la vida del pintor. Van Gogh gastó su
existencia en la búsqueda consumida y desesperada por hallar lo absoluto, y nos
legó una obra excepcional. No es posible presenciar y prestar atención a su
obra ignorando la existencia del hombre que la creó, pues va íntimamente
relacionada. Su larga lucha contra las vicisitudes de su tiempo como fue
la familia, los amigos, los amores, la miseria propia y ajena, la
incomprensión y las dificultades para
lograr hacer valer su arte (no vendió un solo cuadro en su vida), le condenaron
al desajuste, a la locura, al manicomio: “Lucho con toda mi energía para
dominar mi trabajo, diciéndome que si gano éste será el mejor pararrayos para
mi enfermedad”, se lamentaba.
Una lucha desesperada sin duda, y una desventura que
no acabó para su desgracia nunca. Sin embargo, ganó posteridad gracias al
triunfo de su constancia y de su singular imaginativa creación, a la que le
favoreció el descubrimiento del impresionismo parisiense. Esto,
paradójicamente, le permitió el
acercamiento a lo más elemental del ser humano
como es el contacto con la naturaleza, el campo cercano, las flores, el
café de la plaza, la noche estrellada, los cuervos sobre el trigal, la
habitación, los zapatos, libros, muebles… Todo penetra en sus cuadros con
fuerza, pasión y desahogo, como penetró su exaltación ante los paisajes y la luz de Arlés y Auvers-Sur-Oise
donde residió largas temporada. Podemos incluir también sus autorretratos, ese rostro peculiar tan familiar
para todos sus admiradores, donde leemos como en un libro abierto sus
angustias, su precariedad económica, sus desencuentros, sus fuertes desórdenes
mentales que le llevarían al suicidio.
Cada pincelada que pone en la tela Van Gogh, grita la
urgencia y la gravedad por solventar su angustia e interrogaciones. Y es, a
través del color y de la pincelada única
donde sitúa los más altos recursos, llevando al paroxismo y al arrebato los
matices que presentan lo que pinta, que no son otra cosa que reflejos creativos,
expresión de sus sentimientos más exacerbados. Los colores vibran, irradian,
resplandecen, gritan; y la pincelada, contundente y desequilibrada pero
uniforme, chorrea color a un ritmo tan poderoso que pareciera arrastrar con
ella todos los elementos pasionales de lo humano y lo divino. Genial.
Barcelona, mayo de 2018.
©Teo
Revilla Bravo.
Es verdad que su pintura nos crea diversas sensaciones, amigo. Algo en ella impresiona, conmueve. Luego, como uno sabe de sus avatares; pues, nos traen al autor a la mente.
ResponderEliminarAbrazos
Está plena de imágenes que atrapan; el espectador se siente inmerso en ellas. Sin duda que es una obra muy original y diferente, amigo José.
EliminarUn abrazo.
Terminas el escrito con la palabra GENIAL, y es que eso fue y será siempre Van Gogh, su pincelada es realmente única y reconocible casi a simple vista, los colores que ocupaba o que inventaba son deslumbrantes como sus ideas. Quizás murió loco y pobre, sin saber la riqueza que había en cada una de sus pinceladas...gracias a ellas vivirá por siempre en sus obras, pero es una pena que no hubiera podido disfrutar de ello, aunque quizás sin esa locura y sin esas necesidades, su obra podría haber sido distinta. Me encantaría que existiera una máquina del tiempo para traerlo una hora y mostrarle dónde se encuentran sus pinturas y comentarle a cuánto se cotizan, creo que al menos así sería un alma en paz, sabiendo que toda su labor no fue en vano. Besitos.
ResponderEliminarY cómo no acabarlo con esa palabra. Yo creo que sí, que la enfermedad guió sus pasos por la pintura marcándola para siempre, dejándonos a este sencillo coloso del arte. Ojalá esa máquina del tiempo devolviera una hipotética paz y serenidad posterior a sus muertes a espíritus que vivieron tan revueltos.
EliminarFuerte abrazo.
Con mucho gusto para mi amigo Teo, con un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCafé Tarrace at Night (*)
Y te esperé en el café aquella fresca noche.
La noche era de inmaculado pudor
Y te di mi corazón envuelto en primorosos besos,
Y tú me los devolvías en el café, aquella noche.
En el café aquella noche te grite, que te quería;
Y tú sin alzar la voz entre mis besos centelleabas.
Cuanta felicidad mi alma desbordaba, porque
Me distes tu amor en el café…, aquella noche.
Y nos quedamos inmersos en aquel delicioso apego
Desbordando el corazón de loca pasión en los besos.
Tú te entregas toda, yo me entregué consumado,
Y los albores del alba nos pillaron ya confesos.
Theo Corona
*Inspirado en la obra de Vicent Van Gogh , Paris.
Casi se me olvida darte las gracias, Theo. Recógelas, pues sí me da ilusión que quede constancia de los amigos que visitan este rincón especial.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
¡Qué puedo decir ante tan certeras palabras sobre uno de mis ídolos, si no el principal! Compartiendo todas y cada una de las afirmaciones que viertes en tu análisis, Teo, siempre he albergado la duda de si estaba tan "loco" como nos lo pintan y nunca mejor dicho. Me encantaría disponer de esa máquina del tiempo que propone Ksryn, para poder conversar con él un buen rato. Quizá nos llevásemos más de una sorpresa, como la posible confirmación de que su muerte no se debió a un acto suicida, sino a la generosidad de encubrir a quien involuntariamente le disparó.
ResponderEliminarPictóricamente un monstruo de grandeza, gracias al que he podido aprender mucho en el humilde y respetuoso intento de copiar varias de sus obras.
Sé que es uno de tus ídolos, amor al pintor que como ves comparto. Hay algo especial, muy especial en él como ser humano, que sabía traducir en su obra pictórica tan incomprendida y banalizada en su momento. Yo también dudo de que estuviera tan loco como nos lo ponen, sí que sufrió incomprensión, desequilibrios y desamor, algo que alteró vivamente su espíritu sensible y frágil. El legado es impresionante, muchos mamamos de su originalidad, de su amable acercamiento a la naturaleza y a las cosas sencillas, de esas mágicas pinceladas que solo él pudo hacer de ese modo y mira que le han imitado y le imitan. Gracias por compartir este amor por el pintor, Francisco Rodríguez Mayoral, una vez más me siento hermanado a tu manera de entender el arte y con él la vida.
EliminarFuerte abrazo.
Como siempre nos llevas de la mano para sentir aquello que el artista sintió. Creo que su enfermedad era también parte de su ser. Somos nosotros y nuestras circunstancias y él hizo maravillas con su trágica vida. Gracias nuevamente amigo
ResponderEliminarMaría de los Ángeles, entre estos ires y venires se me quedó retenido tu comentario que ahora, pasados días y días, leo. Intento expresarlo de la mejor manera posible. Qué bueno que sea para poder compartir aspectos del arte y de sus creadores como en este caso.
EliminarFuerte abrazo ya desde Barcelona.
Teo