"Retrato de Mujer" del pintor barroco francés Antoine Watteau
EL DIBUJO
“Tomarás el carbón de sauce y dibujarás poco a poco. Y encima repasarás el dibujo con un pincel de punta aguda, mojado en esencia y en ese color que en Florencia se llama Verdaccio, blanco, negro y ocre." (Cennini)
El dibujo es la base de muchas obras pictóricas y está directamente relacionado con muchas de las grandes actividades artísticas que realiza el hombre. Se podría decir que es la técnica primordial básica de las artes plásticas. Está presente en nuestras vidas desde Altamira y aún desde más allá, sin duda desde que el hombre aprendió a usar un tizón o a rallar con una piedra. De manera sorprendente nos obliga a pensar, a intentar plasmar la realidad tal y como se siente. El dibujo nos habla de nosotros y de nuestro entorno. Pero aparte de eso, nos proporciona paciencia, nos facilita disciplina, perseverancia, rigor, y una visión global de la obra a terminar a partir de lo que podríamos llamar primer impulso, ya que el dibujo es la representación gráfica primigenia realizada mediante un solo color, generalmente el negro, representación que nos ayuda a medir el mundo circundante que habitamos. En ese sentido, como complemento mental y sensible, ayuda a conducir o reconducir nuestro juicio de valores dándole sentido a la vida práctica y aún a la de la propia conciencia, ya que a partir del relieve proporciona cualidades que nos predisponen a la buena praxis del hecho artístico. Relieve que determinará el posterior volumen, reportando beneficios emocionales a la personalidad y a la expresión intelectual –dibujar, trazar planos, esbozar, cavilar- de quien lo practica. El dibujo es el comienzo de la expresión de un sentimiento, sea éste real o latente; es el enunciado más evidente de un pensamiento franco, de una idea -u obcecación- que sentimos hemos de plasmar.
El dibujo posee el poder de estimular la creatividad, impulsándonos a seguir abriéndonos a la estética y lucidez creativa. Facilita también las armas para iniciarnos en el color, entrando en él mediante el impulso que ofrece descubrir toda la carga de sensibilidad del asombroso universo que contiene. Nos obliga a analizar constantemente las perspectivas; a entender el efecto de la magia que produce; a atesorar conocimientos indispensables para el buen control y sostenibilidad de la obra.
Es magia y aventura. Un fiel hilo conductor de emociones que a la vez que nos deja una introducción a la entereza, a la templada, y al trabajo. También supone una delicada invitación a desarrollar la mejor manera de trabajar, ya que constituye un elemento de apoyo para explicar e iniciar planes, proyectos, guiones, etc.
El bosquejo, el apunte, el esbozo, el esquema, el croquis, es necesario si ambicionamos construir un personal, consistente y buen edificio artístico. Nos ayuda a solucionar problemas al plantear, a la hora de intentar resolverlos, la valoración de tonos, la composición de formas, el hallar las debidas perspectivas. Por otro lado, el dibujo por si mismo si es bueno, no desmerece en nada de una valiosa pintura u obra artística completada, ya que a veces, emancipado de éstas y en absoluta rotundidad, nos sorprende y embruja constituyendo una irreemplazable obra que bien puede superar a muchísimas otras en efecto emotivo y creatividad. Ahí tenemos sin más y para muestras los de los grandes maestros del renacimiento italiano, Durero, Rafael, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, los de Ribera o Watteau, la asombrosa línea picassiana o la de de tantos y tantos otros a lo largo de los siglos que han dejado muestras de grandísimo talento. Pero además, el dibujo es el laboratorio donde se trabajan las ideas, asiento y sostenibilidad de todo buen comienzo y práctica artística.
En el trasfondo de toda o casi toda labor, subyace siempre un dibujo que la sustenta, que la plantea, que la acoge y hace posible, disponiéndola, vertebrándola, dándole el debido acomodo. De ahí partimos. Es la base, el armazón de toda obra que garantizará la calidad y hará que el espectador se sobrecoja, extasíe y conmueva. El arte, el buen arte, es una luz continua que brilla a través del tiempo sin decaer un instante. Ese es su mayor legado, un arqueo continuo de sensaciones exaltadas plasmadas en obras que traspasan los siglos y el universo de las emociones. Todos sabemos que la historia del arte es la historia efectiva y espiritual del hombre y que éste lo demuestra mediante el trazo, el dibujo o el diseño.
El arte en sí mismo no es el sentimiento, sino su plasmación y posterior visión. En pintura, por hablar de lo que me es más cercano, el primer inicial trazado promueve el buen y acertado hacer. Línea o conjunto de líneas que pueden formar un dibujo sorprendente como nos sorprenden mágicamente los primeros trazos que realiza un niño. La idea original de toda buena obra está en el boceto. Es fundamental que quede bien, porque si queda deslucido todo lo que venga detrás irremediablemente también lo estará.
Barcelona.-22.-09.-2013
©Teo Revilla Bravo.
Bueno, yo no me alargaré porque en realidad tú ya lo has dicho muy bien. si no hay un buen boceto, un dibujo equilibrado y proporcionado, la futura pintura tendrá errores difíciles de solucionar. Un buen escrito. Besitos.
ResponderEliminarKaryn, no, no te alargues que se alarga la lectura y las posibles correcciones, jajajaj. Muchas gracias por ambas, muchas gracias por todo.
EliminarJusto homenaje al dibujo. Gracias a él conocemos el origen de la Historia. Fue la primera forma narrativa que halló el ser humano de dejar constancia de su existencia y el esqueleto de un arte que logró atravesar la carne de nuestras emociones.
ResponderEliminarMejor no se puede expresar la emoción que nos causa un buen dibujo, amigo Cyrano.
Eliminargracias por tu visita, gracias por tu comentario, gracias por tu amistad. Fuerte abrazo.
Escuché una entrevista hecha en la radio a Ramoncin. En dicha entrevista él decía, que de joven, estado en la mili y uniformado, visitó en su casa a Dalí. Recordaba que lo recibió el genio a Ramoncin y un amigo que iba con él, en un ambiente que parecía una recámara de entrada a su casa,echa para recibir a las visitas, pero ésta recamara estaba llena de lienzos, maquetas y bocetos.
ResponderEliminarLo que viene a cuento con lo que escribes en tu blog, va en relación al comentario de Ramoncin, quien decia, "que Dalí era mejor dibujante que pintor"; me dejó esto muy cuestionado, pero ahora al leerte entiendo que no puede existir un pintor que no sea o haya sido antes un excelente dibujante al más puro estilo del dibujo a carboncillo.
Un abrazo fuerte amigo y poeta.
Pues entiendes bien, Alfredo. Quise dejarlo claro en el pequeño escrito. En cuanto a Dalí, sí que es cierto que hay quienes afirman que es mejor dibujante que pintor. En todo caso, siendo él como persona tan cuestionable, su obra no pasa desapercibida, para algunos es un genio.
EliminarGracias por tu anecdótico comentario. Buen fin de semana.
Amante entregado del cómic, desde niño, no puedo evitar amar el dibujo gracias a cuya práctica permanente me fui aproximando a la pintura. Si no se ha dado en los últimos años, sólo ha habido un pintor que confeccionaba las viñetas de sus historias con un cuadro al óleo para cada una, Segrelles, el artista valenciano. ¡Viva por siempre el versátil dibujo!
ResponderEliminarFrancisco, sí, hay algo especial en ese rasgo sorprendente, en esa línea que nos conduce a la forma. Verdaderos maestros como Leonardo, Rafael o el mismo Picasso, hicieron de esa línea su seña de identidad. A mí me emociona. A menudo, más que la pintura que lo acompaña que a veces lo incomoda. Un abrazo., que tengas buen día.
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