Composición 8. Obra de Wassily Kandinsky.
LO QUE IMPORTA ES POESÍA
Importa el sentimiento, la sensibilidad que nos ocasiona los roces con la
propia vida. Importa nuestro latir, y el de cuantos nos rodean. Importa la voz,
metamorfoseada en letras, como aliento y desahogo. Son emociones con las
que uno va educando y concienciando el alma, de tal modo que se vaya tornando
más atenta, reflexiva y contemplativa. Esto permite, como con las cuerdas de un
violín, ir afinando y tensando momentos, hacerlos vigorosos, templados,
sonoros, conmovedores, propios, íntimos y, en lo posible, desintoxicados
de la acción contaminadora del entorno.
El poeta escribidor (también hay poeta lector, poeta contemplador, poeta
pintor, etc.,) ha de exigirse mucho para lograr obtener el ritmo adecuado, la
cadencia, el compás o mesura que se requiere, todo lo que compone la verdadera
sinfonía cuando es pensada como inasible y delicado poema.
Quizás lo más complicado y complejo de esta labor donde uno se
juega el ser o no ser como escritor, donde se acierta o se fracasa intentando
hallar la mejor manera de mostrar emoción a través de la palabra, es tener la posibilidad
de dar con la clave de poder expresar el sentimiento. Este intento de manejar
con acierto la palabra, debe propiciar una evolución necesaria, mágica,
gratificante. Hallar el vocablo apropiado, pero también el tono, las notas de
emoción, el ritmo, la armonía arquitectónica, la esencia musical simétrica en
consonancia y contenido, la serenidad compensatoria. La poesía es un
efecto vital; un prodigio artístico ligado a la existencia, consustancial
y primordial en el propio ser. No puede haber mundo sin poesía.
Conciencia, reflexión, tolerancia, sano crecimiento. La poesía nos
sirve, a través de beneficiosos efectos, para comunicarnos desde la intimidad
de los sentimientos con el mundo. Compartirlos con los otros, formar un
lenguaje íntimo, intemporal, fraterno. Todo nos acerca y nos propicia.
Sintámosla, gocémosla. En una palabra, contemplar la naturaleza tutelar y
vivirla con los ojos bien abiertos como cuando éramos chiquillos,
gratamente sorprendidos y entregados. Hecha esa traslación a nuestro cerebro,
surge el poema creando un estímulo tan grande que jamás podremos y querremos
desprendernos de él. El poeta, como se diría de cualquier otro artista, nace y
se hace de lo vivido sentido.
La poesía, en su forma de escritura, es extraordinaria. Pero por desventura
minoritaria. El poema se escribe para uno mismo y para quien receptivo lo lea,
pues es un género literario especial al que se entra desde la predisposición y
devoción de un espíritu sensible. No por eso hemos de considerarlo elitista, pero
sí es cierto que todo el entramado emocional de la persona ha de darse en ello
para encajar y apreciarlo en su justo valor. Exige, por tanto, cierta
predisposición, cierto requerimiento e iniciación, un aventurarse valiente por
vibrantes sendas emotivas.
El poeta, aparte de escribir, se inicia y se hace a través de buenas
lecturas. Ser poeta o sentir poesía en uno, requiere determinados requisitos
específicos, mucha sensibilidad y llamadas a la calma, algo que con harta
frecuencia por unos motivos o por otros, nos falta.
La poesía, que nació en ferias, fiestas, y caminos campestres para que
llegue a todo tipo de gentes envuelta en romances y canciones pródiga en
recitados en plazas y calles de aldeas, debería de tener, mediante la
educación, la escuela, la teatralización o la tonadilla, esa posibilidad de
retorno a su origen popular haciendo posible que todos puedan gozar e iniciarse
en ella. Humanizar mediante la escritura y la declamación; ser oportunos
juglares; salir del claustro, compartir sensaciones, quitarnos los recelos de
no ser comprendidos.
©Teo Revilla Bravo.
Muy diferente sería el mundo si se envolviera más en poesía, si en vez de tanta literatura barata, las librerías hicieran más espacio para ella, si en los colegios hicieran más ejercicios didácticos con ella y no se quedaran sólo en lo más antiguo, porque fuera de lo clásico hay para dar y regalar buena poesía. Sería bueno que la gente dejara de escudarse en el "no la entiendo, por eso no la leo", ¿acaso hay que entender un atardecer? ¿hay que entender el ritmo melódico que generan las teclas de un piano o las cuerdas de un violín? No, hay que dejarse llevar por las sensaciones que se nos brindan y tratar de quedarnos con esa belleza. Es mi forma de verlo. Besitos
ResponderEliminarOjalá pudiera ser así, Karyn. Ojalá el mundo respirara poesía. Quizás lo haga y seamos los humanos quienes no hemos aprendido a recibirla. O quizás no nos la merecemos por nuestros actos egoístas y salvajes. Quién sabe, la naturaleza no entiende de estas cuestiones humanas. Lo que es cierto, es que nos da la oportunidad de sentirla a cada momento, solo tenemos que ser receptivos.
EliminarUn abrazo.