OTRA REALIDAD
Todo poema es un epitafio.
T.S. Eliot
Cuando se llega al extremo, al límite tempestuoso e inclemente en que se deshilacha aquello que somos y lo que hemos pretendido o creído ser, todo se rompe, se convierte en polvo, inevitablemente desaparece. Se crea la necesidad de huir de la noche extinta que anula la capacidad de escribir ante el gran salto al vacío en que se sitúa el momento, reverso de grises efemérides que no dan tregua. No hay más remedio que dejar que el mal sueño invada la mente. En noches como ésta, no me contengo, no reparo en lamentos ni risas; en noches como ésta echo versos a bocajarro que salen a borbotones -tinta de sangre- en busca de su lugar en la sepultura que cubre la nada absoluta, única propiedad, tuya, mía, de todos, de nadie, que nos posee. Soledad, nulidad y sombra. Burbujas, esferas huecas advenidas de lo más hondo de la soledad hasta alcanzar la altura donde en explosión se disparan y anulan.
Aún así, optamos a la eternidad, a sobrevivirnos incrédulos de la nadería que nos rodea. La vida se esfuma inevitablemente a través de la escalofriante herida que dejan a su paso ilusión, belleza y amor.
Rozar la felicidad en una obra de arte, es recibir un solitario verso encendido en los ojos; es un suspiro, un sueño tuyo, mío, colmado de lágrimas que no apagan la sed anhelada de existencia y claridad.
Es todo tan extraño y advenedizo, amor, que lo irreal habita en cada rostro que contemplamos, en cada sonrisa o lamento que de él recogemos. Esta noche te muestras ante mí con cierta timidez. Es como si no te reconociera del todo ante el espejo que nos proyecta y la extrañeza habitara nuestra casa poblando tu adolorido rostro de extrañas fantasías. Digo tu nombre, y me hormiguea el interior con cierta picazón y escalofríos. Cuando me acerco a tus labios y busco en ellos el significado pasional de los sonidos que abrigan un día más el deseo, al fin te hallo, me hallo, nos hallamos, en eternal momento compartido.
Se hace tarde. Esto que escribo es una vesania, un dislate. la noche, con su opacidad y negrura nos acerca acelerada abriéndose a los silencios que sostienen el sueño desvanecido de sentir la piel, el tacto, los besos e instintos básicos ahora extintos. Ese cielo negro que cubre la larga noche, hecho a nuestra medida, se apodera del entorno asomado a las inabarcables distancias desde donde las constelaciones parecen abducirnos en cuerpo y alma. Quizás ya lo hicieron y estemos soñando otra realidad...
Barcelona, marzo del 2021.
©Teo Revilla Bravo.
El escrito está muy bien acompañado de la obra de Bacon y sin embargo en la medida que te leía se me venía a la mente un cuadro de Dalí, el retrato de Gala transformado en cantidad de esferas que se separan, pero en cada una hay parte de ella...así tu escrito nos muestra una fragmentación que puede llevar a la eternidad o a la nada, sin embargo nos das esperanza, tal vez como leíamos el otro día los cambios de la teoría del big-bang, vivamos tiempos iguales o diferentes en un mundo paralelo...quizás estoy difareando y lo que digo es incoherente o al leerte me he desdibujado como la obra de Bacon. Me ha gustado tu locura. Besos.
ResponderEliminarTodo puede ser, pero a mí me parece muy coherente todo lo que comentas, querida karyn, incluida esa alusión a la obra de Dalí, porque por ahí, por los sueños, va un poco el escrito. Bacon lo acaba de desfigurar para darle, precisamente, más realismo al momento. Sigamos con la locura.
EliminarFuerte abrazo.
Esas horas nocturnas y líquidas tan propicias a disolvernos en ellas de forma que puede parecer errática o dislocada, como una cierta descomposición molecular del alma, si cabe atribuir tal característica al componente espiritual de nuestra esencia. Disgregación en la reflexión que supera los límites de la razón.
ResponderEliminarFrancisco, un comentario que le va como anillo al dedo al relato. Gracias, apreciado amigo, fuerte abrazo.
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