PINCELADAS PUNZANTES
El artista provoca las ideas, las ensalza desde su interior, intenta darles forma, línea, dibujo, color, textura, armonía, toda la esencia y esplendor posible, consciente de la necesidad racional, intuitiva y de perseverancia, que ha de tener. Al contar todos los azares en que se van sucediendo la supuesta ficción en la que se ha metido, expone su fondo personal como desahogo plausible. Para ello intenta no celar demasiado aquello directamente relacionado con deseos y ansiedades primordiales, trabajando con la idea de llenar el contenido con conceptos y juicios múltiples por muy heterodoxos que le parezcan. Y ha de hacerlo activando resortes -que quizás pensaba no poseer-, dándoles el impulso necesario que le permita dejar, con entera libertad, señal de la capacidad creativa que posee. Ha de entrar a fondo, para urdir el tema, para ver si contiene acontecimientos o elementos contrapuestos lo suficientemente apasionados como para no aburrir. ¿Cómo? A través de pinceladas punzantes que haga entrar, al que lo reciba, en la aventura por su centro intercalando asuntos ambientales adecuados que la representen y defiendan aunque sea a través de novelar o desfigurar la propia visión de la vida. Hay que intentar formar un espacio creíble, de forma que el creador se sienta intermediador, con conocimientos de causa suficientes como para alterar una obra cuando sea conveniente estar en contacto con la realidad.
Stanislavski, actor, director escénico, gran pedagogo teatral en el campo del control de las emociones y de la inspiración artística, nos dice que hay que manejar la palanca que nos permita trasladar la realidad al único universo en el que se puede realizar la creación. Para encontrar el verdadero camino habrá que equivocarse, manteniendo una finalidad comunicativa que ayude a corregir errores. Esto se logra deambulando por rutas inseguras intentando entrar en situación, hasta llegar a la que mejor se adapte a los propios intereses, propiciando reglas aunque haya que transformarlas constantemente. Para hallar camino debemos formularnos preguntas y contestarlas de la mejor manera, asegurando lo hecho con certezas que resulten plausibles. A menudo hay que hacer retrocesos, experimentar desánimos y caídas, para ver señales que alumbren senderos donde lo realizado sea camino creíble y vivo. Comprender todo esto, es sentir que se está ante una ardua labor; es también entristecerse si creemos que no se llega a conseguir el objetivo. No hay mayor angustia para un creador, que vivir con la sensación de insuficiencia, de sentir el recorrido del tiempo caminando inevitablemente hacia la nada.
Barcelona.-febrero.-2011.
©Teo Revilla Bravo.
Como decía Machado, caminante no hay camino, se hace camino al andar y en cada huella que vamos dejando se va aprendiendo algo nuevo que nos ayuda a crecer y desarrollarnos y esto es válido en la pintura, la escritura...en todo arte y en la vida misma. Besitos
ResponderEliminarKaryn, trabajo, esfuerzo, vocación, sensibilidad.... Todo ayuda. Un abrazo.
EliminarTeo, felicidades por tu análisis-reflexión sobre el arte y el artista. Puede que haya decaimientos en el camino pero ningún trabajo es en balde. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Llanura, gracias Marisa, por dejar comentario y afecto. Estoy muy de acuerdo: todo trabajo bien forjado y atendido, añade valor al arte. Sin duda alguna.
EliminarUn abrazo muy grande y gracias por visitar este pequeño rincón y dejar afecto y amistad.