Obra de Pier Paul Rubens. Autorretrato. 1623. Florencia, Galería Uffizi
EL OBSERVADOR
Para que el arte exista necesita de
un observador que lo traduzca, sensitivamente, al mundo de lo real. Sin oportuno
observador, el arte se convierte en una cosa gélida que muere para la emoción, siendo
como es necesario, pues ha acompañado al hombre a lo largo de su historia como
manifestación cultural, que así siga in saecula saeculorum, amen.
Uno se acerca a la obra con curiosidad y expectativa pensando que encontrará ciertos beneficiosos atributos. Pero a veces también con cierto temor, al pensar en la
imposibilidad de conseguir entablar un diálogo propicio y correcto. La obra está ahí, acabada, a la espera, aparentemente distante,
aguardando unos ojos que se posen intencionadamente en ella, la perciban, y arrebatados la mimen. Para que esto suceda ha de hacernos aflorar lo íntimo inquieto, lo
delicadamente sentido: alegría, tristeza, belleza, encantamiento, sueños, e incluso estupor. Sin
embargo, pese a esa apariencia que pueda tener de lejanía, la obra ha
sido creada por una mujer o un hombre posiblemente muy parecidos al que extasiado o no luego la
contempla; por tanto, es reflejo y expresión de ese artista. Por un motivo u otro, lo creado debería de
tener algo en común -principios, valores- con el mismo observador. Visto así de sencillo, creo
que ante una obra de arte, no debería hacer falta voceros que nos digan cómo hemos
de interpretarla, verla, analizarla o sentirla, contradiciendo así esa ley natural de
tradición y memoria necesarias para otro tipo de muestras o enseñanzas humanas.
En arte, en principio, la sensibilidad de cada cual basta y manda, siendo oportuno cualquier
intento que hagamos por salir del círculo vicioso que en estas cuestiones y en otras suele arrastrarnos. Lo importante es hacer
prevalecer la propia y singular percepción, sin negarnos a entrar en otras posibles valoraciones.
Esta actitud personal, íntima y sensitiva de
la que hablamos, debería compensar abortos oportunistas, farsas de autoproclamados artistas y mecenas al creer que su arte es prodigioso y nadie
debe cuestionarlo, arte colocado con frecuencia en plazas y en salas
públicas subvencionadas por todos y que guste o no gusten tenemos que soportar. Hemos
de contemplar el arte con mentalidad abierta buscando lo virtuoso que hay en
cada obra, aquello que al observarlo sentimos como ensueño,
prodigio o poesía, arriesgando, proyectando nuevas formas, dando nuevos
sentidos a lo que nos preocupa o inquieta, sin atender a proclamas
especulativas que cierran –a través de modas, escuelas o movimientos- puertas más que abren. Tampoco debemos menospreciar sin más una obra, ya que puede ser valorada por muchos espectadores no coincidentes con nuestros gustos, o porque creamos que
alguien adquirió un cuadro guiado por una aparente simplicidad para nosotros, como puede ser unas
cerezas y un jarrón con flores, pues una obra no deja de
ser arte solamente -como algunos critican frívolamente- porque se considere
“mona” encima del sofá en la pared de un salón, ojos hallará que lo verán de otro
modo, no debemos precipitarnos al juzgar: toda obra puede contener algo que va más allá de lo
aparente, algo que trascienda lo considerado meramente decorativo.
En este sentido hay que respetar obra, gustos, y sentimientos, siempre subjetivos. Hay factores socioculturales, de idiosincrasia e identidad cultural. Los gustos y significados de la estética, de la belleza, no son iguales para todos..
El arte ha de asombrar, ha de ser singular y trascender en lugar y tiempo para considerarlo como tal. Y ha de
hacerlo, como decíamos, con el solo hecho de pararse uno ante una obra y quedar embobados. Ni siquiera se ha de explicar formalmente, ya que el
efecto ha de ser emocional, una reacción natural de nuestros mecanismos sensibles.
Barcelona, Noviembre de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
Las obras no se explican, es cierto, así debería ser, deberían simplemente sentir frente a ella, dejarse llevar por las emociones que puedan surgir de lo observado y sin embargo, en los museos y salas de exposiciones grandes, crean grupos para explicarlas, quizás porque justamente hay muy pocos ojos sensibles y precisan de alguien que los guíe para aprender a mirar más allá del simple primer golpe de vista. Tal vez sean necesarios, pedagógicamente hablando, pero creo que lo mejor es simplemente sentirse sólo frente a la obra y disfrutarla, como lo puedo hacer con ese magnífico autorretrato de Rubens, con una luz preciosa en los ojos, la piel y esos detalles exquisitos en los cabellos, en el sonrosado de la boca, en fin magnífico, como tu escrito. Besitos.
ResponderEliminarMuy acertado lo que dices, Karyn: la gente necesita ser guiada y auxiliada en estos aspectos. Y es bueno que sea así. Es interesante en muchos aspectos, sobre todo cuando se trata de arte no contemporáneo: el guía nos pone en el momento concreto, nos da idea de la época en que se creó, de la historia, de lo que acontecía, de cómo y por qué se desarrollaba ese arte, etc, luego tiene su grata labor -explicar- ese cicerone o guía. Otra cosa es que sepa meternos en la obra con sensibilidad,hacernos sentir de esa profunda manera la obra En fin, que esa labor de intima relación, siempre es propia unipersonal.
EliminarUn abrazo.
A estas alturas me parece ocioso confirmar lo mucho que estoy de acuerdo contigo, Teo. Particularmente después del fiasco de la exposición de supuesto "arte moderno" que lamentablemente visité en el Ayuntamiento de Madrid y que consistía en diferentes formas de apilar basura y elemento de desecho de diversas y deplorables procedencias... En fin, pienso como tú como magistralmente resumes, desde el respeto estupefacto a otros criterios.
ResponderEliminarSolemos caminar, en estas y en otras cuestiones del arte y de la vida, por la misma senda. Y es un placer y un lujo hallar en ella personas de un calibre humano como el tuyo, amigo Francisco Rodríguez Mayoral. Gracias por este apoyo, por este aprecio a unas letras que siempre andan algo imprecisas y dudosas pero que me sirven como necesaria forma de expresión.
ResponderEliminarUn abrazo, buen fin de semana.