"El Orador" Obra del pintor barcelonés Martin ley Urssing
LA PALABRA, ESENCIA VIVA DEL SER HUMANO
Todos sabemos lo esencial que son las palabras en nuestras vidas como vital trasmisión de padres a hijos. Llegan como señal deslumbrante e imparable, necesaria contraseña de una evolución que determina el lado más humano e impactante del ser humano. Todos conocemos su importancia esencial como elemento de comunicación, fundamental e imprescindible ya sea en su forma oral o escrita. Sabemos también que hay palabras que nacen y se afianzan en nosotros, mientras que otras -por falta de uso y desmemoria- se pierden ante la dejadez o la incapacidad para reactivarlas quedando arrinconadas en el habla de pueblos alejados donde poco a poco pasado un tiempo acaban muriendo.
Sin las palabras no seríamos nada importante como concepto de comprensión e inteligencia, ya que forman la esencia de nuestras propias almas, así como la base anímica donde se asientan y canalizan pueblos y civilizaciones. Tenemos un buen ejemplo cuando nos detenemos en tratados de historia o antiguos alfabetos como el sánscrito, el arameo, el hebreo, viendo cómo son fuentes de potestad en sí mismos ya que crearon las bases que favorecieron la manifestación del pensamiento, de la emoción, del sentimiento, de la sensibilidad, de la poesía y de creencias religiosas. Las palabras se nos adelantan, nos bailan, nos cubren y enlazan, nos apaciguan o aletean, se meten dentro de uno, recorren la memoria y todo el soporte espiritual, alentando sensaciones que nos ayudan a comunicarnos con los otros. Hacen posible el amor, el entendimiento y a veces también el desencuentro, la traición o el engaño. Las palabras más que elegirlas, nos eligen; llegan claras o confusas, felices o complicadas, tiernas o severas. Están ahí para proporcionarnos, con el mismo progreso, la personalidad debida y el encaje necesario en la sociedad.
Las palabras, tanto en su forma oral como escrita, una a una o en conjunto, nos conmueven de alguna forma por la expresividad y riqueza de los sonidos que desprenden. Son retumbos relampagueantes hermosos, pero también malsonantes, dependiendo del estado emocional que atraviese el sujeto que las pronuncia. Sabemos que en las culturas del antiguo Oriente eran utilizados los rezos o mantras, como técnicas precisas para materializar estados de ánimo así como para programar realidades pensadas y preparadas previamente con fines de control colectivo. Los consejeros espirituales y religiosos del pasado, comprendieron pronto que nuestro cuerpo se puede programar –para bien, para mal- por medio de la palabra y a través de ésta con los pensamientos.
Las palabras se han de masticar, se han de digerir poco a poco aunque a veces se nos atraganten o nos convulsionen por dentro. Por lo general amamos aquellas que sabemos que son dulces y suaves, que parecen deshacerse en la boca cuando llegan en forma de verso, en dulce decir o suave cántico rimado. Hay palabras que parecen ante nosotros como si fueran un don natural, tal la dulzura de un sol en el amanecer de la hermosa primavera. Las hay musicales y poéticas. También espléndidas y relucientes, que parecieran flotar en la atmósfera y ser traídas y llevadas por la brisa en un paseo sin fin. Hay palabras que apenas pronunciadas parecen escaparse como suaves notas musicales por la cálida atmósfera, flotando cual aleves mariposas. Con este tipo de palabras componen versos los poetas, escriben hermosos ensayos, tratados y novelas los escritores, ayudándonos a comprender y a disfrutar mejor la vida. Las palabras pueden ser elegidas y hasta pueden ser inventadas en un sinfín de movimientos y sonidos -a veces circulares- que entroncan con la realidad que las ha hecho posibles.
Trasladada a la poesía lo es todo, ya que sirve para dar coherencia y sentido al mundo, para explicarlo y descubrirlo emocionalmente aparte de ser investigación y conciencia de ciertas esencias –como diría Gorostiza- que se producen en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje intentando hacerlo transparente. Porque la poesía no ha de ser embriaguez verbal solamente, sino que ha de implicar a rigurosas disciplinas intelectuales que la hagan más hermosa, más grande y necesaria. El mundo poético, según el mismo Gorostiza, se edifica precisamente en las zonas más vivas del ser como son el deseo, el miedo, la angustia, el dolor, el gozo, todo lo que hace que el hombre sea sensible.
La palabra es la mejor y principal herramienta del conocimiento y de la comunicación. La resolución liberada en cada palabra impresiona no sólo a quien se la dirigimos, sino que también a nosotros y al mundo que nos rodea. A través de las reglas de la sintaxis, de la forma en que aparecen juntas para formas oraciones y frases, de la semántica y de todo estudio y comprensión del lenguaje junto a las reglas gramaticales básicas, se convierte, todos lo sabemos, en la esencia latente y viva del ser humano.
Barcelona.-octubre.-2013
©Teo Revilla Bravo.
Con bellas y acertadas palabras has construido un gran homenaje a ellas mismas. Gracias, amigo Teo.
ResponderEliminarGracias a ti, Francisco. Las palabras, entre otras cosas, nos permiten conectar con el ser humano, como lo hago en estos precisos momentos contigo. Sin ellas, poco o nada seríamos. Un abrazo agradecido.
EliminarEsta vez no me alargaré demasiado porque creo que has realizado un escrito magnífico. Solo decir que quizás la mejor caricia sea una palabra bien dicha o escrita en el momento oportuno y que hay que cuidar de ellas como niñas bonitas porque al final, ellas son el reflejo de nuestro ser y del mundo que nos envuelve. Besitos.
ResponderEliminarEstá claro, Karyn, que no merecía la pena extenderse: has realizado un comentario suficiente y lúcido.
Eliminar...la palabra es un callejón de suertes
ResponderEliminary el registro de ausencias no queridas,
puede sobrevivir al horizonte
y al que la armó cuando era pensamiento.
Puede ser como un perro, o como un niño
y embadurnar de rojo la memoria,
puede salir de caza en silencio
y regresar con el moral vacío
la palabra es correo del amor
pero también es arrabal del odio
golpea en las ventanas si diluvia
y el corazón le abre los postigos
y ya que la palabra besa y muerde
mejor la devolvemos al futuro.
Mario Benedetti.
Excelente texto, mi querido amigo mío de mí. La palabra es el idioma que mejor me entiende, no puedo menos que intentar honrarla. Nada más importante que ella para ponerle nombre a mis miserias y a las riquezas que lidian con ellas. Sin la palabra no somos nada, como bien dices en tu excelso texto, pero cuando se está enamorado de ellas, aún somos menos.
"Aún somos menos", qué sensato final el de tu comentario. Gracias, amigo de mí y querido Cyrano por tu comentario y por el inmenso poema de Benedetti, una mente pensante maravillosa.
EliminarFuerte abrazo.
Las palabras nos eligen... Tienes toda la razón y en elgunas ocasiones eligen al poeta y escritor, como tú querido amigo, que buen y completo discurso querido y admirado amigo. Gracias
ResponderEliminarModesto, gracias a ti por apreciar esta exposición literaria sobre la palabra. ¡Qué añadir! Si ellas la poesía quedaría escondida en nuestros corazones sin poderse revelar de alguna manera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu escrito, Teo. Acabo de bailar entre tus palabras, mecido suavemente entre sus olas y he saboreado el dulzor de su significado; aunque a veces, como tantas otras cosas en "manos" del ser humano, puedan herir más que el cuchillo más afilado, como dices, sin ellas no somos quienes somos. Un abrazo enorme.
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