El poeta simbolista francés Paul Verlaine
POETA MALDITO
El nombre de “poeta maldito”, al parecer lo recogió Verlaine de
un poema de Baudelaire, donde defendía que su malditismo era precisamente una
bendición.
Satánico, maligno, fracasado, sombrío, enfermo, oculto,
marginado, paradójico, libertino… los poetas llamados malditos han recibido
muchos atributos, no siempre bien escogidos. Pese a la agrupación de sugerencias
que nos pueden llegar al respecto, sabemos más o menos a qué nos referimos cuando calificamos
a alguien que escribe versos como tal. Hay sin duda un abuso de términos,
una profusión de etiquetas exageradas, que no les suele hacer justicia, al menos
a algunos. Debemos pensar que ganaron esas denominaciones, a base de vivir en maltrechas
buhardillas, en lóbregos cuartos, por enfermedades como la sífilis en desafortunado contagio
amoroso, por ediciones manuscritas de algunos poemas generalmente incomprendidos que leían
cuatro gatos, etc. Estos poetas solían ser encantadores perdedores, melancólicos
fracasados, aplicados aprendices de suicidas. Todo eso los convertían en lo que podríamos
llamar malditismo, palabra no sé si muy válida para la RAE pero que encaja bien en lo que quiso expresar Paul
Verlaine cuando la empleó para definir el movimiento. De todas formas, para
identificarse como tal, no bastaba con vestir de oscuro, tener cara acontecida, aspecto pálido y tristón, ser famélico y ansioso bebedor, llevar roído bombín y ser desgraciado al no tener fortuna en el amor. Debían, eso sí, poseer una personalidad significativa, buscar
rabiosamente la modernidad, escribir y vivir de manera transgresora e indócil.
Rimbaud, Verlaine,
Baudelaire, pudieran ser los fundadores de este movimiento al sentirse
sabedores de que la vida era una extensión de la poesía, que no había que someterse
a las convenciones sociales, y sí perseguir el placer incluso si pasaban
temporadas coqueteando con la muerte en el infierno de la desolación. No
buscaban éxito ni poder. Antes bien, se sentían seres marginados o exiliados,
turbios escritores sin posibilidad práctica de que se les publicara una sola
línea. Se dice que exploraban sus demonios particulares, que rebuscaban en la
basura porque pasaban hambre, que rompían la moral heredada enredándose en
deseos abyectos como ir tras nuevas
musas, abusar del odio y el desprecio a lo establecido, ser misántropos y
nihilistas en un resentimiento permanente contra lo humano, y muy aplicados en
la adoración a los paraísos artificiales como las drogas. Huir de la
realidad querían; sacar energía de lo abyecto amando el riesgo e incluso la
autodestrucción; huir del éxito; hacer de la miseria virtud y del abismo
marginación y aislamiento; en una palabra, explorar lo intenso y desconocido de la existencia, en un viaje sin
fin vivido como condena.
Barcelona, mayo de 2019. ©Teo
Revilla Bravo.
Grotesco
Poema de Paul Verlaine
Sus piernas por toda montura,
Por todo bien el oro de sus miradas,
Por el camino de las aventuras
Marchan harapientos y huraños.
El prudente, indignado, los arenga;
El tonto compadece a esos locos aventurados;
Los niños les sacan la lengua
Y las chicas se burlan de ellos.
Sin más que odiosos y ridículos,
Y maléficos, en efecto,
Y tienen el aire, en el crepúsculo,
De un mal sueño.
Y con sus agrias guitarras,
Crispando la mano de los liberados,
Canturrean unos aires extraños,
Nostálgicos y rebeldes
Y es, en fin, que sus pupilas
Ríe y llora – fastidioso-
El amor de las cosas eternas,
¡Viejos muertos y antiguos dioses!
Id, pues, vagabundos sin tregua,
Errad, funestos y malditos,
A lo largo de los abismos y de las playas
Bajo el ojo cerrado de los paraísos.
La naturaleza del mundo se aísla
Para castigar como es preciso
La orgullosa melancolía
Que te hace marchar con la frente alta,
Y, vengando en ti la blasfemia
De inmensas esperanzas vehementes,
Hiere tu frente de anatema.
Triste la vida de los poetas de entonces, qué diferente hubiera sido su existencia si en aquella época hubiera existido la autoedición. Aunque si en realidad no les interesaba el éxito ni el reconocimiento de ningún tipo, supongo que tampoco les interesaría que los conocieran ni que los leyeran y, menos aún, que lo que escribieran gustara. Me suena fuerte eso de malditos, sólo porque eran capaces de ver la vida y la poesía de una manera diferente a la común.
ResponderEliminarYo te dejo un poema de Rimbaud que me gustó, maldito o no:
Mi bohemia
Fantasía)
Me iba, con los puños en mis bolsillos rotos…
mi chaleco también se volvía ideal,
andando, al cielo raso, ¡Musa, te era tan fiel!
¡cuántos grandes amores, ay ay ay, me he soñado!
Mi único pantalón era un enorme siete.
––Pulgarcito que sueña, desgranaba a mi paso
rimas Y mi posada era la Osa Mayor.
––Mis estrellas temblaban con un dulce frufrú.
Y yo las escuchaba, al borde del camino
cuando caen las tardes de septiembre, sintiendo
el rocío en mi frente, como un vino de vida.
Y rimando, perdido, por las sombras fantásticas,
tensaba los cordones, como si fueran liras,
de mis zapatos rotos, junto a mi corazón.
Besitos
Yo creo qué sí tenían interés en ser leídos, que lo que querían era demostrar rebeldía y otra forma de concebir la vida y con ella la poesía; obedecían a un descontento.
ResponderEliminarGracias por el poema. Rimbaud, es mítico de verdad