Pintura de Benon Lutaaya, un artista visual ugandés que trabaja el collage en formatos grandes, usando materiales reciclados como papeles y cartones.
Porque esto es un suspiro, y porque
l llegamos y nos despedimos a cada instante.
Pronto saldré de la propia objetividad
sin miramientos, espero que sin lamentos.
Todo lo pensado, penado, gozado
y vivido, habrá sido aparentemente en vano,
puro vacío, equivocado aire atravesando
anómalos cielos, o quizás, quizás, un respiro
pergeñado en ritos de perennes minucias
Recogido en las coloridas auroras del exilio.
Me extraño mucho si al rasgarse el día
por lontananza me miro en el espejo de los años
y escucho el temprano canto del pájaro, juguetón
irremediable, aletear en torno a los postigos
de la abierta ventana.
Ya Barruelo—donde un día me dejó brotado
la primavera—, todo Santullán, Salcedillo
y Brañosera, arriba o abajo de los días,
los ciclos y los años, rumiando nieblas
se estarán ocultando apacibles envueltos
en sombra y alargados silencios.
Hasta perdono—insomne pensamiento—
los pavorosos temores de la infancia, recelos
de niño frágil y sensible, que me abrumaron
e intimidaron con frecuencia,
como perdono la confusión ante la vida,
lo divino y lo humano, la timidez, los pasos
perdidos así como los que felizmente hallé.
Todo lo perdono hoy—el tiempo tuvo
su lugar— al sentirme agradecido
a lo más grande y sutil de la existencia,
al amor encontrado por partida doble
y extensible, amor espiritual, infinito,
hermoso y humano.
Quiero irme lento pero seguro.
Tranquilo. Masticando poco a poco
los segundos, antes de que al fin
se corte el cordón umbilical que me mantiene
corrigiendo desvíos y rutas cosido a ti amor
de hoy y de ayer, a los hijos, a los hijos
de los hijos que nos salvaguardan y preservan,
a lo que se ve y a lo que no se ve,
a todo aquello que da sustancia a la vida,
al goce sostenido de vivirla,
al deterioro irremediable de los cuerpos,
a la concreción misma de dejarse uno ir,
al olor a heno y a pétalos olvidados,
al apego sensitivo y estimulante de cabalgar
a lomos del viento cada día,
a todo lo que ofrece la maravillosa existencia.
Y hasta perdono, en dolor o en paz,
esa muerte—todo pasa todo vuelve—,
ojalá tarda, que al fin nos acoge para siempre.
No puedo dejar de emocionarme al leerte, al sentir cada palabra, al pensar en ese perdón a la vida por todo lo acaecido en ella y también a la muerte, por sus visitas, por incluso ese adiós final, espero bastante tardío. Parece una queja pero también hay agradecimiento por todo lo que ha llenado tu vida de amor y lo que de él se deriva. En definitiva es un poema hermoso y me ha encantado. Besitos.
ResponderEliminarPor cierto, preciosa la obra, como la vida, llena de matices y retazos que se juntan para hacer un todo ojalá congruente.
Qué bueno que te emocione, Karyn Huberman, ahí hay parte de la vida que nos corresponde a todos, en este caso concreto a a ambos y a nuestro entorno más cercano.
EliminarUn abrazo inmenso.
Llegas al alma con este perdón tuyo Teo. Todo suma en la vida,lo que nos dañó y lo que con intensidad en ella vivimos. Creo que la vida y tú hicisteis buen trabajo juntos de vivencia y crecimiento en todos los sentidos. Llena de vida también esa hermosa obra de infinitos matices como la vida misma. Besos mil amigo
ResponderEliminarTodo suma, efectivamente, Gloria, Como suma la amistad cuando ésta es sincera. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarAbrazos.