Retrato de Émile Zola, óleo realizado por el pintor francés, Edouard Manet
CON EL TRABAJO DIARIO
Partimos de la soledad, del silencio interior,
iniciando recorrido por un itinerario
dificultoso y complejo que puede ser deslumbrante. Hay que permanecer concentrados y callados un tiempo antes de iniciar viaje, porque la tarea de
escribir supone sobre todo dificultad, soledad y silencio. Es como estar ante una
suerte de preliminares, iniciando una búsqueda previa de estímulos e
interrogaciones, tiempo contemplativo y necesario.
Mientras escribimos vamos vivificando y ampliando, a
nuestra manera, un lenguaje propio; al hacerlo alentamos también nuestro universo
particular, creando mundos paralelos que se estructuran al albur de las
inquietudes para aprehenderlos de algún modo, dibujando, en práctica incesante, sus mares y continentes más amables a través de una avalancha de encontradas emociones. Ampliándolo, llenándolo de símbolos y significados con disciplina, sinceridad
y coherencia, en una práctica creadora a veces confortadora, otras dolorosa y
torrencial, pero siempre presta a la novedad que nos abre a la luz que
permite salvarnos de la oscuridad inmanente. Es a través de esa luminaria que surge todo
principio y proceso de creación, luz llegada de los laberintos
infinitos que posee la sensibilidad y el ensueño. Así, encarando esos momentos desde el
diálogo íntimo abierto a un acto innato e impulsivo significación de un gran
desafío personal apreciable, damos sentido y valor a los sentimientos más irrefrenables y
bellos.
Esa disponibilidad para entresacar de nuestra propia
esencia circunstancias literarias, es nuestra razón de ser como escritores; es la apertura de
la realidad íntima en acto cabal, abriendo fronteras que nos
aprisionan. Como diría Baudelaire, “Con el trabajo diario”, que es de
donde deviene la inspiración y la magia de la palabra, desde donde se liberan
sentimientos y aptitudes.
Arte y palabra, como delicado punto de luz que fuga hacia lo transcendente compartido.
Arte y palabra, como delicado punto de luz que fuga hacia lo transcendente compartido.
Barcelona.-2011.
©Teo Revilla Bravo.
Tu escrito me recuerda las labores manuales, el punto cruz, en especial, escoges los colores a usar y comienzas a hacer puntadas, cambias de color y vas viendo a medida que avanzas, que te va saliendo la imagen que deseabas. En la escritura, también, conociendo lo que queremos decir, es ponerse, buscar la voz adecuada, seguir con ella o cambiarla a placer con el fin de acabar la historia de buena manera. Se necesita tiempo, las prisas no son buenas para la creación, la disciplina en cambio, nos asegura un mejor resultado. Besitos
ResponderEliminarAlgo de eso tiene la tarea de escribir, Karyn Huberman: voluntad, voluntad, voluntad. Y tesón.
EliminarUn abrazo.
"Esperemos la inspiración, pero que nos encuentre trabajando... Diez por ciento de inspiración y un noventa de transpiración". Abrazos, maestro.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, Francisco Rodríguez Mayoral. ¡Qué más quisiéramos que esa inspiración cubriera ese tiempo de trabajo imprescindible, a menudo dudo y repleto de dudas. Muchas gracias, buen comienzo de semana.
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