Cuando cobijado estoy a tu lado
entre reflejos que te agrandan,
la naturaleza se abre como una flor
y mi sangre circula enamorada.
Siento entonces cómo se alargan
los límites del misterio, cómo
se desvanecen las impenitentes
fronteras del implacable desánimo.
No entiendo el sentido global
de la vida sí no es, luz inesperada,
mirándome en tus ojos consciente
de que vivir es ver, palpar, respirar,
amar, revelado feliz en tu cuerpo.
Al morir el día, al permanecer
pegado a ti en gozoso acto
de susurro, sexo y ternura,
la duda se despoja de lamentos.
Quedan trémulos pájaros
vagando por noches infinitas;
quedan ardientes resplandores
a modo de luminosas estrellas;
la imaginación, exuberante, navega
libre por el cósmico espacio
y el amor,luminoso y preciso,
se convierte en sorprendente
talismán, volcán activo abriéndose
-reflejos de lunas y auroras-
a los insospechados colores
que iluminan tu rostro.
Al aparecer sorprendente el día,
dejas que el viento te eleve...
Océanos de luna”
(Cuaderno VIII. (1984-1987)
©Teo Revilla Bravo.
Flotando en bendición compartida...
ResponderEliminar¡Qué hermoso! Gracias, Francisco.
EliminarUn abrazo.
Levedad en esa perfecta imagen que ofreces de Ernst, levedad en el título del poema, pero profundidad en cada verso, en especial en aquellos que nos recuerdas que el sentido de la vida se refleja en una mirada...me gusta mucho. Besitos
ResponderEliminarGracias por dejarte reflectar por esa mirada, Karyn
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Hermoso poema pletórico de imágenes cada verso Me encantó con esa sutileza y cada uno de ellos también, bello muy bello Gracias por compartirlo Teo
ResponderEliminarGracias a ti por tu presencia amiga, Modesto, es una gran alegría.
EliminarTe dejo un abrazo desde este pequeño rincón.