EL LECTOR
Ser lector es una de las cosas más sobresalientes y maravillosas que me han sucedido en la vida, como sin duda le ha sucedido a todo amante de las letras. Todo comenzó con fábulas y cuentos narrados a pie de cuna, teniendo su continuación en el aprendizaje escolar donde letra y palabra constituían buena muestra de lo que la magia de los sonidos y de los signos pueden lograr alcanzar en un niño imaginativo, sensitivo e impresionable, absorto y boquiabierto cuando le leían en voz alta. Magia en la voz y en la forma escrita, que me llevó temprano al dibujo de la palabra, ya que lo primero que perfilé sobre papel con un lapicero tras los habituales rayones fueron tímidas apariencias de letras transformadas en ilegibles garabatos; luego llegaría el dibujo. La lectura, la escritura y dibujo y puntura, forman parte esencial de mi vida desde el uso de razón.
Recuerdo la imagen de mis mayores leyendo novelones, por entregas en aquella época, al pie de lumbre en los largos inviernos cántabros. Verlos y oírlos leer en voz alta, me llenaba de grandes interrogaciones sobre un mundo con enigmas por descubrir. Como si en vez de nacer con un pan bajo el brazo que se dice, lo hubiera hecho con un libro de imágenes descubriéndome página a página lo sorprendente de la vida.
En la adolescencia notas que la lectura se convierte en práctica permanente, que no hay ocupación mejor como afición y aprendizaje al ser una actividad que no decepciona y produce satisfacción pues a partir de ella puedes descubrir incontables existencias ajenas a la propia. Hay una primera etapa en que se devoran libros de manera agitada y descontrolada, y es debido al ansia y a la prisa por conocer autores nuevos asumiendo que hay diferentes maneras de escribir y concebir el hecho literario. Es una etapa revolucionaria en la que no importa mucho cuáles sean los libros y sus autores pues nos hacemos simplemente adictos investigadores de sensaciones nuevas. Las letras, en esa edad, son alimento y aliento del alma para quienes las aman. Con el transcurso del tiempo, uno se va aplacando comenzando a ser selectivo y controlar mejor, al darse cuenta que no todo lo que se escribe es tan bueno ni tan importante como nos dicen y quisiéramos. Los gustos se van refinando y cambiando con la edad. Hay tanto por abarcar disponiendo tan poco tiempo para hacerlo, que hemos de aprender a seleccionar y averiguar aquello que encaja con nuestra sensibilidad tratando de cruzarnos con ese libro mágico que contenga en su interior alma y vida, esa historia que nos haga despertar a inquietudes y a la posibilidad de alargar el inagotable don del saber.
No sé si hay algún método especial para impulsar el hábito de la lectura; lo que sí sé es que a la literatura, al arte en general, es mejor llegar de manera personal y sin muchas influencias externas que pueden confundir o alinear ideológicamente en una dirección u otra, algo que atañe al crecimiento y discernimiento de la propia personalidad. Un libro lleva enseguida a otro, y éste a otro. Los métodos de lectura pueden ayudar, pero sin previa voluntad no son garantía de casi nada.
Siempre hay un libro revelador, un libro sorpresa, un libro que nos aguarda para enseñarnos algo importante seduciéndonos de manera especial. En mi caso, avanzada la adolescencia, fue el hecho de caer en mis manos “Siddhartha” de Hermann Hesse. Siddhartha nos muestra el aprendizaje de un joven con grandes inquietudes espirituales, que va en busca de la verdad y la felicidad. Siddhartha, en ese recorrido vital que presenta la novela, entra en contacto con personajes que le van mostrando aspectos diferentes de la condición humana. En un lenguaje de alto contenido poético con una estructura narrativa diáfana, Hesse logra exponer algunos evidentes efectos del comportamiento humano, abogando por valores morales que necesariamente han de surgir de la libertad individual y la independencia de criterio de cada cual. Tanto por su contenido como por su belleza literaria, Siddhartha se convirtió en uno de los clásicos más leídos del siglo XX. No sé explicar mejor qué vi en ese libro que me iluminó a los dieciséis años, sí que fue revelador, que la vida tras muchas vicisitudes y acontecimientos cumple un ciclo necesario y que mientras se realiza va transformándose uno poco a poco hasta morir enlazado con el todo. Pudo haber sido otro autor, otros libros, pero fue el maestro alemán quien, con su talento demostrado manejado fluidamente con la sencillez de una propuesta literaria significativa y conmovedora, lo consiguió. Hubo otros de manera continuada que sobresalieron por sus grandes manifiestos, incógnitas y secretos, de tal modo que con el paso de los años me convertí en un devorador convulsivo de libros. Hasta de aquellos que parecían imposibles por complicados, confusos o por su efecto intelectual contenido. Leí a autores franceses, alemanes, italianos, ingleses, que me asombraron; lo hice con norteamericanos con mucho celo, pero me quedé sobre todo enganchado a los autores rusos por la importancia que cobraron en mí obras de Nikolai Gogol, Tolstoi y Dostoievski, esencialmente. Por afinidad y cercanía lingüística, me embebí luego, también con placer de lo asombroso del mágico boom latinoamericano, sin olvidarme de clásicos españoles y foráneos.
Algo importante: inculcar la afición a la lectura a niños y jóvenes, pues corren el peligro de quedarse enganchados en lo lúdico, universo a veces engañoso que les ofrece lo visual al que recurren con pasmosa facilidad. Que las nuevas generaciones sigan disfrutando del placer de la lectura, ha de ser uno de los fines principales de padres y educadores, que logren ser luego personas preparadas para entender la vida propia y la ajena que les llega.
Ser lector significa descubrir, indagar, tener intuiciones, manejarse con sensibilidad, fracasar con unas lecturas y ser premiados con otras, siempre aprendiendo. Una cosa está clara: una vez hemos entrado a navegar por el maravilloso orbe de los libros, no podremos ni desearemos dejar de hacerlo.
Barcelona.-22.-01.-2014.
©Teo Revilla Bravo.
Leer es recorrer el mundo, caminarlo, volarlo si se quiere. Me he encontrado en tu texto, así comencé yo desde muy pequeña, es cierto cuanto dices, un libro puede salvar la vida de un niño, hacerla placentera al punto de aferrarse, como bien dices, en un leer desbocado, ansioso de conocimiento interno. A mí me salvó varias veces, en diferentes etapas de la vida. Tienes una maravillosa manera de contarlo y de renovar nuestras percepciones e interpretaciones. Gracias Teo, querido amigo. Cariños.
ResponderEliminarDe nada, Norma, ha sido un placer poder compartir este escrito con todos vosotros, porque sé que despierta interés. Somos lectores y hemos aprendido a vivir y a comprender la existencia través de las letras entre otras cosas. Fueron y son importantes en nuestras vidas. Por eso quise dedicarle estas líneas. Gracias por tu presencia y por tu comentario, me han dado mucha alegría.
EliminarUn abrazo muy grande
Teo tu texto sobre El Lector, nos representa a cada uno de nosotros en ese remolino que casi siempre se inicia en la adolescencia, y en algunos antes cuando se comienza a subir los escalones de la educación escolar, hermoso y bien desarrollado tema, ME ha hecho poner en una dimensión diversa en la cual se abren los caminos de la búsqueda y la ansiedad por momentos desmedida de entrar en el conocimiento. Es muy bella esa primera etapa, es deslumbrante, luego (como.bien dices...) viene el sosiego, la reflexión y ahí es cuando comenzamos a elegir. Te felicito amigo Teo! Nunca más claro un tema y clasificador para las nuevas generaciones. Gracias. Soy Ana Navone (Madinka).Saludos
EliminarAna, amiga, no sabes la alegría que me da tu vista por estos pequeños rincones de palabras y silencios.
EliminarLa importancia de leer, el sentido que se le va dando a la vida si la acompañamos de beneficiosas lecturas... Algo imprescindible para conocer y ser mejores sin duda.
Fuerte abrazo, amiga.
Leer es maravilloso, a ti te marcó Hermann Hesse, yo también lo recuerdo pero por Demian, por esa búsqueda interior desgarradora a veces. Antes fueron los cuentos que llegaban en cada cumpleaños, luego los libros de arte, para pasar luego a los de poesía. En el colegio recuerdo Niebla, Fuente ovejuna y Doña Bárbara...de ahí en adelante, como bien dices, comienza nuestra propia búsqueda y me suelen gustar mucho las escritoras mujeres, quizás porque me siento más identificada en su forma de ver la realidad, rosa montero, Marcela Serrano, Isabel Allende...pero también me abro a experimentar emociones con Chejov, Faulkner...y más actuales como Marías, Trueba o Murakami. Soy lenta, lo reconozco, pero avanzo página a página y me guardo todo aquello que los autores me regalan como novedad en un cuaderno de tesoros narrativos. Gracias por el precioso escrito y contarnos tus experiencias al respecto. Besitos.
ResponderEliminarGracias por las tuyas, querida karyn, y por ese interés que despiertan. Leamos...
EliminarUn abrazo.
Ay, Teo que bien has contado tu amor por la lectura...
ResponderEliminarMi amor por las letras comenzó también en mi más tierna infancia. Al principio a través de los tebeos y cuentos que compraba en la librería Tejerina de Guardo. Desde siempre las librerías han tenido para mi algo mágico. El santuario de los libros por excelencia. Aún recuerdo ese olor a tinta, a goma milán, a papel...
También recuerdo en las frías noches de invierno al amor de la lumbre, estar leyendo toda la familia.
Luego, la vida me fue llevando por unos derroteros que me impidieron seguir con mi pasión. Apenas pude leer con libertad lo que quería, por lo tanto mis ansías juveniles se quedaron prisioneras.
Pero pasaron los años y pude recobrar mi libertad. Desde entonces, se ha desatado en mí una pasión incontrolable. Este verano he descubierto a Hermann Hess y he leído, "Demian" y "El lobo estepario"
Me encantan Dostoievski, Chejov, Tolstoi...
Y si...he llegado al arte de manera personal.
En ello estoy. Recuperando el tiempo perdido.
Siempre es un placer visitarte querido Teo.
Un abrazo inmenso.
Gracias, Maripaz por compartir este pots dedicado a la lectura. No digo nada nuevo, pero sí creo que sigue siendo importante insistir sobre el bien que nos hace leer en cuanto que adquirimos conocimientos y también maneras de entender mejor la vida y la relación con las personas. Lo que dices sobre las librerías, la magia de los libros, etc..., lo comparto plenamente porque me sucedió otro tanto.
EliminarTe dejo un abrazo emocionado por tus visitas que en el compartir ayudan.