Una eternidad no es lugar de semejanzas
ni de tiempo masticado donde los espejos
convergen en la memoria creando reflejos
sorprendentes de ti y de mí; la eternidad
puede que sea un elemental desarraigo,
un vacío flotante, un camelo infinito que
habita en las entrañas de la loca imaginación.
Los espejos vomitan minerales, acorralados
entre sentimientos plagados de sombras.
Un pensamiento alargado en tiempo y lugar,
no significa poder revolver temas que ofrezcan
maneras de entender la vida o matar ilusiones;
ni es nada, si la eternidad domina el instante
trascendental del verte o no verte presente.
Yo no sé qué es una perpetuidad, lo confieso;
ni sé porqué estoy escribiendo absurdamente
sobre ello pensando insistentemente en ti
esta tarde gris. En tal caso lo que siento
puede que sea una aeternitas preexistente,
alocada, cohibida, tristemente deshabitada
de memorias, capacidades y recuerdos…
Tampoco sé qué significa que un sepulturero
arrogante, enredado en lo alto de una montaña
rusa, destripe en los circuitos de la vertiginosa
rueda cadáveres. Sé, eso sí que lo sé, que una
eternidad es estar sin ti naufragado infinitamente
entre sentimientos y desórdenes mentales
que mira a dónde tristemente me conducen.
No sé si debo medir o no el sinsentido de los afectos
baldíos que se quiebran con estos fatuos pensamientos,
o preguntar al aire sobre esta eternal impaciencia,
pero te preciso.
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Confieso que esta tarde estoy aterrorizado.
No sé nada de nada, lo que significa que
quizás todo -pasado, presente, futuro,
solsticios y equinoccios- en ti, en mí,
sea, en empeño agónico, vana ilusión.
¿Ilusión o pesadilla? Tiempos donde el ánimo se revuelve sin saber para dónde partir, se siente angustia como en la imagen de ese hombre que no soporta su momento. Un poema muy triste.
ResponderEliminarBesitos
Ciertamente triste, de pasar una mala tarde. Gracias, Karyn, ya me conoces y conoces cómo la sensibilidad es como un tiovivo que da vueltas y vueltas sin cesar: la vida. Fuerte abrazo.
EliminarSí. Todos sabemos que la tristeza, al igual que la alegría, reflejan nuestros momentos, y son inherentes al devenir humano. El poeta, a menudo, recoge esas sensaciones, por unas causas o por otras se las dicta el alma. Gracias, Karyn, tú eres un buen revulsivo contra esas manifestaciones que nos duelen o apagan. Inmenso abrazo.
EliminarSe me da muy bien logrado el poema, amigo, Discursa de maravilla y con mucha elegancia en su decir. Estupendo!
ResponderEliminarTe felicito.
Abrazos
José, es para mí una alegría, un honor recibir tus visitas y con ellas tus alentadoras letras.
EliminarUn fuerte abrazo, apreciado amigo.
La eternidad, ¿quién la entiende amigo mío? Solo podemos entender lo que palpamos, medimos, pensamos y lo que científicamente estudiamos.
ResponderEliminarLa eternidad la entiendo como un sentimiento, una sensación o una percepción, por lo tanto es amorfa al ojo humano e intangible a sus medidas y protocolos.
La inmensidad es -creo yo- también adimencional, y la podemos percibir en un solo instante o durante mucho tiempo en nuestra vida. Quizá sea la forma de preparar un cuerpo terrenal para una vida inmaterial pero perpetúa, dandonos pequeños toques que nos muestren que existe una inmensidad más allá de este mundo corporal.
La eternidad muchos la palpan a través de la ausencia del ser querido, y esa lejanía que no podemos superar.
Lejanía que ocasiona ese sensación de eternidad, como si nuestra vida se hubiera congelado en el instante preciso que el ser amado marcho de nuestro lado.
La eternidad tambien se siente en la soledad, cuando los días parecen no acabar nunca, y cuando acaban se repite la misma historia: días huecos como huevos hueros, días triste aunque brille el sol, nos acaricia la suave brisa del atardecer o veamos un jardín De bellas flores que nos dicen en silencio "sonríe, estás vivo"; o simplemente un niño nos regalé una tierna sonrisa. La eternidad muchas veces va asociada a la soledad como sensación terrenal, pero nada tiene que ver con la eternidad que creo, y nos espera, cuando dejemos estás vestiduras terrenales, y nos elevemos como las golondrinas de Bécquer, a un cielo del cual nunca volveremos, ya que allí seguro no habrá soledad, no habrá dolor, no habrá penuria alguna que perturbe nuestra alma celestial.
"Somos ciudadanos del cielo", así lo dice el apostol San Pablo en su carta a los Cristianos de la comunidad de los Filipenses, y al cielo estamos llamados a ir, no por nuestras obras que nunca serán suficientes, sino por el gran amor que Dios nos tiene... y el cielo es la verdadera eternidad.
Me ha encantado leerte amigo Teo, un abrazo fuerte desde mi retiro temporal en Lima - Perú.
Te agradezco mucho este desarrollo que haces de tus convicciones a cerca de la eternidad, amigo Alfredo. Toda opinión sirve para contrastar, para aprender, para emocionarnos según cómo, y tú con este largo comentario, lo consigues singularmente.
EliminarUn abrazo.
Norma Aristeguy dice:
ResponderEliminar"Me parece un contenido tierno, triste y sabio. Lo he leído y he encontrado mi sensibilidad oculta, como respuesta a cómo me siento hoy, con el mismo color con el que tú nos dices lo que dices, con la inquietud que transporta cada sonido, gracias por compartir sentimientos e ideas, he encontrado por aquí una comunión de sentires, de tiempo emocional, de incertidumbre, de espacios usurpados o cedidos, de una eternidad que aunque no existe, a veces se hace interminable en la paradójica repetición de todo."
Quedo agradecido.