“Autorretrato con collar de espinas y colibrí” (1940). Frida Khalo
Frida Kahlo
Se ha escrito tanto sobre Carmen Frieda Kahlo y Calderón ( Frieda
significa paz en alemán, su padre procedía de ese país), mujer apasionada, de mente abierta y libre proceder,
que cuesta hallar algo novedoso que contar sobre ella, algo que nos llame la
atención, quizás lo mejor sea simplemente recordarla. Han pasado ciento diez
años desde su nacimiento en Coyoacán, Ciudad de México, y su llamativa vida aún
sigue interesando enormemente, como interesan sus maravillosas pinturas
cargadas de implícita tristeza. Frida fue una mujer proyectada a otros tiempos,
a otros intereses muy alejados de los que propiciaba la sociedad mexicana de su
época. Un accidente producido por un vehículo cuando tenía dieciocho años, le
ocasionó la rotura de la columna vertebral, clavícula, costillas, pelvis,
pierna derecha, pie derecho, hombros dislocados, más la pieza de hierro que
tuvo que soportar hiriendo su abdomen y útero, algo que para agrandar su dolor
impidió ser madre. Nada ayudó tampoco, para su estabilidad, la relación
compleja y tormentosa que tuvo con el pintor Diego Rivera veinte años mayor que
ella, con quien se casó dos veces sin que esto sirviera para arreglar algo sustancial
entre ellos, hecho que condicionó su realización personal, que se fuera
haciendo así misma sin pensar en lo que de provocativo pudiera tener su
actuación para otros (Frida era bisexual y tuvo romances con hombres y mujeres entre
los que se encontraba León Trotsky, relación que mantuvieron durante el tiempo
en que éste estuvo invitado en su casa). Su enfermedad la apartó del mundo de
la medicina, que había comenzado a estudiar, despertando su lado artístico por pura
necesidad de expresar sus sentimientos y sacarlos al exterior. De las ciento
cuarenta y tres pinturas que realizó, cincuenta y cinco fueron autorretratos, lo
que indica la fuerte obsesión por pintarse así misma que tenía, llevada del
dolor y de la misma soledad que sufría. La pintura, con el tiempo, supo
agradecérselo velando por su inspiración y calidad creativa.
“Pensando en la muerte” (1943). Frida Khalo
Se dice que Frida Kahlo fue surrealista a regañadientes, pues
ella renegó de este movimiento rechazando que su obra perteneciera a esa
tendencia artística: “Yo nunca he pintado sueños, lo que he intentado
representar siempre es mi realidad”, se quejaba con razón cuando se la intentaba
meter en ese movimiento artístico. Frida fue más bien una surrealista
espontánea, se podría decir; una surrealista que intentó tener éxito rodeándose
de grandes pintores, entre los que destaca, cómo no, Diego Rivera, amigo, amante
y verdugo. Por otro lado, y pese a sus soledades, fue una mujer popular,
admirada y muy retratada: posó para los
grandes fotógrafos de la época como Lucienne Bloch, Imogene Cunningham,
Peter Juley, Martin Munkacsi, Nickolas Muray, Carl van Vechten y Edward Weston
entre otros, ya que lista siguió creciendo. En México posó para Tina Modotti,
Lola Álvarez Bravo, Miguel Ángel Bravo, Miguel Covarrubias, Giselle Freund o
Héctor García… También fue fotografiada por André Breton y Dora Maar. Pero los
retratos más originales, que destacaban, por la sencillez de sus planteamientos,
fueron aquellos que captaron la intimidad de la pareja, curiosas y excelentes fotografías
debidas al artista colombiano Leo Matiz.
Frida Kahlo murió el trece de julio de mil novecientos
cincuenta y cuatro, pocos días después de haber cumplido cuarenta y siete años. Consciente
de lo que había sufrido y sufría, esperaba esta muerte temprana, algo enunciado
en las últimas páginas de su diario personal.
Barcelona, octubre de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
Ella se pintaba a sí misma porque quería liberarse aunque sea en sus lienzos de sus dolores tan profundos. siendo una mujer tan intensa, no me puedo imaginar el gran sufrimiento que habrá tenido que soportar al tener que estar en esas condiciones de inmovilidad. Sin lugar a dudas, la pintura debe haber sido su mejor remedio. Besos
ResponderEliminarSin ligar a dudas, Karyn Huberman: su refugio, su aliento, su alegría y dolor, su proyección hacia el mundo exterior, su aliento, su amor... Lo era todo para ella, estoy convencido, pues en ella resumía su vida pincelada a pincelada.
EliminarAbrazos.
Extraordinaria semblanza de una mujer fascinante que, sin duda, debió tener una personalidad arrolladora y una fuerza de espíritu incomparable para soportar todo lo que trágicamente le pasó en su agitada existencia. Artista de estilo único, supo traspasar los límites de la belleza artística para alcanzar magistralmente lo más perturbadores rincones del alma. De su propia alma y la de quienes contemplamos su obra —especialmente los torturados autorretratos— entre admirados, doloridos y turbados.
ResponderEliminarSu vida amorosa es tan simbólica como sus cuadros y transmiten mucho (si se llega a entender) de lo que debieron ser personajes como Diego Rivera y Chavela Vargas, por ejemplo. "Resumía su vida a pinceladas" es una excelente definición, a la que gustaría añadir "con lágrimas de colores".
Gracias a ti, Francisco Rodríguez Mayoral, qué ajustadas palabras para recrear un semblante. Frida las merece. Un abrazo.
EliminarMe conozco la biografría y muerte de ella. Abrazos a los dos por despertar algo que estaba dormido.
ResponderEliminarGracias, Mauricio.
EliminarGrato es despertar a recuerdos que ayudan a sentir, a vivir... Ella fue un ejemplo de ambas cosas. Un abrazo.