"El nacimiento de Venus" de Sandro Botticelli. Témpera sobre tablero.
ARTE, CALIDAD O SENTIMIENTO
Sentimiento o calidad, me preguntan a
veces. Algo latente que siempre surge, punto de inquietud a menudo cuestionado
en un sentido u otro por lectores, artistas y escritores. Importa que surja esta preocupación,
ya que sin ella y sin la eterna incertidumbre, no progresaríamos. Ambas cuestiones van de la mano, han de estar asociadas, nada sería lo uno sin lo otro. En
un principio, desde mi percepción particular, debe de ser la emoción y el sentimiento
lo que debe impulsarnos a escribir o crear. Si con ello conseguimos llegar a un
punto de calidad óptimo en lo realizado, muchísimo mejor, habremos acertado. Toda forma artística ha de ir acompañada de emoción y sentimiento. Por tanto,
la calidad, ha de derivar de ese primer foco de entusiasmo, de
la propia expectación, y de la necesidad imperiosa que nos lleve a crear arriesgando, y mejorando. Si no hay sentimiento, no hay obra; si
no hay calidad, no hay arte. Lo que nos ofrece el hecho artístico, es un buen
ejemplo para enlazar calidad y sentimiento en una innata necesidad de expresión. A
veces, por fortuna, genera arte o algo que se le
aproxima, sorprendiéndonos gratamente; otras, pese a los bríos y energías
puestos en ello, fracasamos. Así de simple es, no sólo de sentimientos vive el arte.
Al leer el
poema, al contemplar o escuchar la obra (sea del tipo que sea) recién hecha,
notamos que nos quedamos cortos, que la idea o sensación primigenia que manaba poderosa y prodigiosa en nuestro interior, se queda corta. Al
plasmarlo, verlo, leerlo o escucharlo, surge con frecuencia la decepción, y con ella el
desencanto. Es bueno que así sea, aunque nos cubramos de aparente impotencia; ya que esa decepción o desencanto debe ser fuente de esfuerzo, de atrevimientos, de mayores avances. Con la duda, ante la duda y a veces con el
sufrimiento como energía o sinergia, y a su través con tesón y fe, crecemos. Así
se ha desarrollado el arte a lo largo de los tiempos.
Hay obras que nacen aparentemente solas, hijas de la espontaneidad, de un momento feliz y luminoso. Pero habitualmente no es así, supone en su ejecución voluntad, dudas, corrección, esfuerzo. Si nos sentamos a esperar y ver aparecer las musas, posiblemente éstas no lleguen. Hay que comenzar a elaborar el borrador dándole forma, ritmo, armonía, sentimiento. Es en ese trayecto donde nos solemos complicar a menudo al pretender lo imposible, es donde solemos atinar o errar sin que sepamos exactamente por qué lo uno o lo otro. Si creemos que nos hemos descaminado, si no vemos bien ni convincente la ruta realizada, hemos de dar marcha atrás, borrar, romper, destrozar, anular, tachar y comenzar de nuevo, no enzarzarnos en una batalla reiterativa, estéril y frustrante.
Hay obras que nacen aparentemente solas, hijas de la espontaneidad, de un momento feliz y luminoso. Pero habitualmente no es así, supone en su ejecución voluntad, dudas, corrección, esfuerzo. Si nos sentamos a esperar y ver aparecer las musas, posiblemente éstas no lleguen. Hay que comenzar a elaborar el borrador dándole forma, ritmo, armonía, sentimiento. Es en ese trayecto donde nos solemos complicar a menudo al pretender lo imposible, es donde solemos atinar o errar sin que sepamos exactamente por qué lo uno o lo otro. Si creemos que nos hemos descaminado, si no vemos bien ni convincente la ruta realizada, hemos de dar marcha atrás, borrar, romper, destrozar, anular, tachar y comenzar de nuevo, no enzarzarnos en una batalla reiterativa, estéril y frustrante.
Mi
experiencia personal parte de esa primigenia emoción, traducida en requerimiento impulsivo. Sobre un esquema
primario, trabajo, medito, limo asperezas, elimino palabras, versos, excesos en
adornos y metáforas, o bien, todo depende, añado sensaciones nuevas y
estimulantes sobre la arquitectura de lo que se va construyendo para darle
realce y acabado. Así en la pintura también borrando, maldiciendo, mezclando, corrigiendo. Esto lo facilita el instinto artístico, pues dependemos de él; pero también la observación, la lectura, la experiencia acumulada, las cualidades, el
afán, la inspiración y sensibilidad que se tengan.
La rima y
la métrica siempre son complicadas en poesía, pero te permite un juego musical
y un encaje de corrección en los versos. Algo realmente complejo, ya que el
poema guarda unas reglas fieles que le pueden hacer bello, ajustado a norma y
felizmente conseguido, pero también puede resultar ser un desbarajuste, una intentona
frustrada, un fracaso. El poema de versos libres, en cambio, se redime de ese
forzamiento de reglas transmitidas, apareciendo otras más sutiles ocultas y complejas. Y lo son, porque este
tipo de poemas no se dejan dominar por la rigidez, sí por el ritmo y el poder de facilitar renovadas lecturas. No hay una matemática manifiesta en el proceso, pero
sí implícita e indefinida que aflora o debe aflorar libre y espontánea. La
complejidad está servida en estos poemas, pues son donde más podemos perdernos
y naufragar al creer vanamente que todo
en ellos puede servir. No es así: tienen pautas de ejecución ambiguas y emocionales, leyes no confesas, juegos de ritmos, colores, sortilegios, intuiciones, todo eso que son en alguna medida lo que impulsan, nutren y engrandecen.
Lo
importante en todo caso, es lo que nos lleva a querer crear a partir de ese algo
especial que nace del sentimiento, aliviando y desahogando profundas e íntimas conmociones.
Luego la obra, es o no es en función del acierto armonioso y eficiente que
hayamos sabido o no impregnarle.
Lo que quería decir y acabo ya, es que
hay que tomar como norma lo que va
implícito en todo acto creativo: el cuestionamiento, la calidad o no de la obra,
la eterna duda que se genera (¿quién dictamina, quién decide qué es qué no es, qué
tiene calidad y que no la tiene, dónde empieza el arte y cuándo se ha logrado llegar a él?). Lo importante es mantener la duda, la insatisfacción permanente, nuestras alas para
mejorar y crecer.
Barcelona.-2009
©Teo Revilla Bravo.
©Teo Revilla Bravo.
Mejorar y crecer, lo dices bien, esa debería ser la tónica siempre al crear. Las formas de hacerlo deben nacer del propio autor, guardando siempre La emoción primigenia, el sentimiento que genera la ilusión para dar la primera pincelada o escribir el primer verso o la primera línea de un relato o novela. Mantener la perspectiva desde el inicio hasta el final y controlar el ego en todo el proceso, antes y después. Muy buen escrito, Besitos.
ResponderEliminarGracias Karyn, por tu comentario: va al hilo de lo que he intentado decir en el escrito con mayor o menor éxito, y eso ofrece mucha confianza.
EliminarUn abrazo.
Dejo este comentario del amigo Alfonso, hecho en mi página de FB., me pareció interesante:
ResponderEliminar"No hay ninguna duda respecto al desarrollo de tus alas, y buena prueba de ello es este pequeño gran ensayo en el que el cuestionamiento no queda respondido, por imposible (como ocurre en todos los cuestionamientos importantes). La vida del arte, de cualquier plasmación o generación de arte es independiente de nosotros a la par que su vida solo existe gracias a nosotros y, sobre todo, a trabajos como el tuyo (éste que acabo de leer y tus obras en general). La calidad, fruto de la dedicación y el genio, de la entrega a la obra y sus posibles destinatarios, existe sin poder ser definida, solo depende de la amplitud y profundidad del autor, un autor siempre insatisfecho a la par que realizado, como tú debes sentirte gracias a la labor, o labores, que realizas y nos regalas."
Gracias, Alfonso, por motivar y por amistad.
Muchas gracias a ti por todo.
ResponderEliminarComo desarrollas magistralmente es un proceso que hermana supuestos contrarios. La emoción que impulsa a la creación y la razón del pensamiento crítico que se bate en la pelea de la mejora del resultado. Excelente aproximación que aporta respuestas a algo que se vive de manera inconsciente aunque constante. Gracias, amigo Teo.
ResponderEliminarGracias a ti, Francisco, por tener la amabilidad de leerlo y dejar este estimulante comentario.
EliminarUn abrazo grande. .