Pablo PIcasso, retrato de su amigo Carlos Casagema, poeta y pintor barcelonés.
El poeta Casagemas, amigo íntimo de Pablo Picasso, se suicidó. Este hecho y las grandes dificultades económicas, afectaron mucho al pintor, marcando el final de una etapa de iniciación y abriendo el principio de un periodo que acabaría llamándose época azul, pintando varios cuadros alusivos a la muerte de su amigo donde predominaba el azul, color que le pareció apropiado para expresar su dolor y el sufrimiento que le inspiraba este acontecimiento. El azul se convirtió en básico distintivo de sus obras durante los años, cuatro, que duró el periodo, cuatro años que vivió míseramente en su estudio sumido en la pobreza y el dolor. Por eso sus obras las protagonizan, ciegos, mendigos, gentes que desconocen la felicidad.
HABLANDO DE AMISTAD
Hablar de la amistad parece tarea fácil pero puede resultar algo complejo y
que entraña cierta dificultad. Al menos en mi caso: cómo expresar una emoción con palabras…
Habría que definir primero qué entendemos por amistad, un
sentimiento como el del amor tan manido, incomprendido, y sobre todo
malentendido. Sentimos a través de la relación amistad por alguien, y cuando
ese alguien es receptivo a ese sentimiento, se produce un vínculo especial
cargado de emociones. La emoción es algo bello sin duda, es una gama de efectos
caleidoscópicos deslumbrantes, un grueso y bello tejido de vivencias internas
que se nos suscitan cuando pensamos o estamos con la persona que consideramos
amiga. Tener un amigo es tener un tesoro se dice con frecuencia, y es cierto.
Parece ser que sin amistad no podríamos vivir, o al menos vivir bien, ya que es
intrínseca a la naturaleza del hombre y se ha dado siempre a lo largo de su
existencia, siendo una tendencia que, como la del amor, nos acompaña a lo largo
de la historia repitiéndose las constantes: el nacer y crecer de una afinidad
de emociones con efecto íntimo y personalizado. Ser amigo de alguien es tenerle confianza, estar cercano, implicado,
atento al momento que vive, reír si ríe, llorar si llora, encontrar momentos
para el encuentro, la empatía y la simpatía, hablar, visitarse, compartir…
La amistad se relacionada con la felicidad e incluso con la estabilidad y
equilibrio emocional, de ahí su importancia. Por otro lado, esa relación exige libertad, permeabilidad y
respeto mutuo: ser amigo de alguien es una decisión libre, y no siempre
garantía de durabilidad, se mueve como el amor por espacios resbaladizos. No se
puede asegurar ni encerrar ni forzar, en ningún sentido: nace, muere, o
permanece, mil motivos pueden hacerla frágil e inestable. Por tanto hay que
saber cuidarla si nos interesa, ya que todos hemos visto descolgarse y
eclipsarse a amigos de nuestras vidas, seres para los que tuvimos un momento
especial, pero que desaparecieron a veces sin saber la causa. La amistad hay
que saber conservarla y conllevarla. Pero, ¿cómo? Indudablemente siendo
receptivos a las necesidades del otro. Debemos impulsar su crecimiento desde el
estímulo y la ayuda mutuos. Si
alguien se descuelga, desaparece aunque deje dolor, formará parte de una
incomprensión. Es un vínculo entre dos, sin que éste tenga que ser
excluyente (los grupos de amigos funcionan a veces muy bien, pero la relación o
el sentimiento con cada miembro de ese grupo siempre es personal.
La amistad nunca debe ser posesiva ni absorbente, no es un contrato, ni
debe obligar a nada; no puede amordazar, ni exigir. Al contrario: bien
entendida, nos lanza a compartir un universo recíproco, un crecimiento de igual
a igual, con naturalidad y correspondiente benevolencia y afecto. El bien mutuo
es el centro de la amistad, es el intercambio de pensamientos, conocimientos,
recuerdos, palabras, juegos, problemas, diversiones, actividades, impulso,
unión… Disponer de un amigo es disponer de un don que no admite comparaciones.
Es saber que podemos contar con él, que sube al cielo y baja al infierno con
nosotros, que está en la luz y en la oscuridad de nuestras vidas... Por eso
–según Francesc Torralba, filósofo y profesor catalán- la amistad es un antídoto contra la desesperación.
Tener amigos no es fácil. Y menos fácil es en una sociedad como la nuestra
donde prevalecen los intereses exclusivos e insolidarios. Todo el mundo siente
la soledad. Quizás nunca se sintió tan extendido el sentimiento de soledad como
sucede en la actualidad. Quizás nunca hubo tantos solos quejándose. Hay que
superar el miedo al otro, la desconfianza, el recelo. Hay que evitar tener
prejuicios, desidias, atonías, desganas, hay que saber luchar contra la cerrazón
de la suspicacia, contra el orgullo personal que nos atenaza, porque cuando
esto se alcanza y aparece de verdad el amigo, un trozo de cielo luminoso y
despejado se nos abre…
Hay que compartir. Esa es la clave. Compartir
sentimientos, pensamientos y emociones; forjar vínculos, ser sociales y
atentos, planificar y proyectar con entusiasmo. Y todo ello con el añadido del
afecto, que es como una cuerda de valorado violín que se va afinando, tensando
y alargando delicadamente, teniendo cuidando de que la cuerda no se rompa bruscamente
y se logre producir un sonido especial y exquisito.
Barcelona.-abril.-2009.
©Teo Revilla Bravo.
Lindo y triste tema es la amistad, lindo cuando es abierta y sentida en amplitud y libertad; triste cuando por situaciones ajenas se produce un vacío y ese querer desaparece sin casi motivo aparente. Creo que hay amigos para siempre, que aguantan distancias y tiempos de ausencias, que permiten silencios largos pero que al más mínimo toque están, siempre están... de esos hay muy poquitos, pero si tienes la suerte de tenerlos, hay que cuidarlos "como hueso santo" (como decía mi abuela). Besos
ResponderEliminarGenia, amiga Karyn.
EliminarDices bien, Karyn Huberman, Ambos aspectos me ha tocado vivir en la amistad. Pero la amistad, como el amor, no siempre se queda, a veces necesita de alas para volar libremente; la amistad mal entendida, puede ser opresora... Abrazos.
ResponderEliminar