'Guernica', de Picasso (1937)
UN CLAMOR FRENTE A LA BARBARIE
Lo primero que impacta de esta magna obra de Pablo Ruiz Picasso cuando se
la contempla en el Museo Reina Sofía de Madrid, es el horror que transmite al
instante. Un horror que aparece sin paliativos entre los gritos, llantos, y gestos, de los personajes que
aparecen en pleno estado de shock. Sucede con el hombre que parece estar
mirando al cielo implorando con sus brazos que cesen los bombardeos; o con el
desboque del adolorido caballo que está a punto de caerse al suelo atravesado
por una lanza y herido en un costado, símbolo para el artista de todos nosotros;
o con la alteración y aturdimiento del esquinado toro, que para Picasso
significaba la oscuridad y la brutalidad. No obstante, entre todo ese espanto que
se recoge y respira se mire por donde se mire, por su composición y tonos
grises aparecen símbolos que son de
esperanza, de creer que todo eso pertenece a una pesadilla del pasado y no ha
de volver a pasar.
El Guernica es un alegato contra la crueldad de la guerra, contra la
ignominia y degradación que con frecuencia hallamos en la acción del ser humano,
sobre todo en los que crean, alientan, participan en guerras y lastran prolongadas
miserias. Ese es su importante símbolo. Una alegoría llegada a la mente de su
creador tras la noticia del espantoso bombardeo nazi que sufrió la población
vasca de Guernica, y que sirvió para ser expuesto en el Pabellón español
durante la Exposición Internacional de 1937 en París, por encargo del Director
General de Bellas Artes Josep Renau a petición del gobierno de la Segunda
República Española. También es uno de los legados más importantes de este
artista único, colosal e inigualable, advirtiéndonos de los horrores angustias y sufrimientos que
provoca la guerra.
Esa sería la interpretación común conocida, realizada de una manera
concisa y rápida. Pero el Guernica tiene tantas interpretaciones, como ojos que
lo miran. Tiene razón José Lebrero, director del Museo Picasso de Málaga, cuando
señala: “Más allá de lo
que digan los expertos, es interesante escuchar a las personas que no lo son, porque
si hay algo que hace estas grandes obras tan especiales, es que trascienden
cualquier discurso culto o retórica histórico-artística; nos llevan a unas
dimensiones y a un espacio que tienen muchas lecturas". Por tanto, más que atrevernos a
comentar nuestra idea del Guernica (o de la obra que sea) a otros, deberemos intentar
escuchar lo que otros creen encontrar en él (o en ellos), seguro que nos llevaríamos
gratas sorpresas.
Barcelona, finales
de junio de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
Quizás lo que más me llamó la atención de esta obra cuando la vi en alguna obra porque directamente no la he podido ver, fue, no sólo el dolor que representa, quizás fue ese blanco y negro. Estaba acostumbrada a ver su obra colorista y me chocó ese cambio. Supongo que el dolor es así blanco y negro... Gracias por la explicación detallada. Besitos
ResponderEliminarEl dolor se vive más en blanco y negro que en color. Seguro que sí, Karyn Huberman. Quizás sea una escala de grises lo que con él se vive, sobre todo cuando es tan sobrecogedor y directo. Gracias por tus palabras que aprecio. Un abrazo.
Eliminar