Rubens (1630-1635) "LAS TRES
GRACIAS"
Este cuadro de
Rubens, “las tres gracias”, es el más famoso de cuantos se han pintado sobre
ellas –recordemos la obra de Rafael-, es un cuadro que nos hace reflexionar, según
palabras de la profesora de arte en la Universidad Complutense Carmen
Bernárdez, sobre la tiranía de la belleza y sobre la
salud por encima de las partes erógenas. En esta obra, los cuerpos femeninos se
salen de los cánones de belleza actuales, para complacerse en recrear arrugas,
resaltos y pliegues de la piel, se supone que al gusto de la época, ideal hoy
para que los jóvenes vean cómo es recomendable valorar otras cualidades del
cuerpo femenino.
El mito de las
Tres gracias se basa en la existencia de estas tres diosas, del hechizo, la
alegría y la belleza presidiendo los banquetes y los bailes. Aquel que fuera
bendecido por una de estas gracias, se convertiría en un gran filósofo, en un
orador o deportista. El pintor flamenco Pedro Pablo Rubens, lo ilustró como
nunca se había hecho antes, y lo hizo de tal modo que nos parece posible poder tocar
esos cuerpos pletóricos realizados con pinceladas sueltas resaltando las
carnaciones y sensuales relieves, y sentir el tacto de la piel nacarada y
preciosa reluciente bajo el sol aunque se supone están bajo la sombra de un
árbol. El resultado es de una gran sensualidad.
El estatismo
del Renacimiento dio paso a un movimiento de remarcada exuberancia, como se
aprecia en esas tres hijas de Júpiter y Eurímone, Aglae, Eufrosina y
Talía, que Omero relaciona con Afrodita que a su vez simboliza la belleza, la
sexualidad y la fertilidad; aunque también se las relaciona con la amistad y la
generosidad, pues eran pródigas en otorgar dones.
Comentar el
cuadro resulta algo complejo, pues los ojos se quedan anonadados ante la visión
de los tres cuerpos inmersos en un paisaje que resulta secundario a todas
luces, y donde no faltan los habituales ciervos ni las flores, ornando el
momento de estas tres hermanas entrelazadas en círculo. Las tres retrasan
ligeramente un pie, como si quisiera iniciar una danza, dando una sensación de
movimiento armónico y circular, en diálogo con las formas curvilíneas de los
cuerpos resaltados por las transparencias de las vaporosas gasas. Las diosas
parecen bien avenidas y contentas mientras comparten confidencias… Pese a que
los tres cuerpos parecen similares, el artista consigue dar a cada uno de ellos
su propia personalidad. La mujer rubia podría ser el retrato de la segunda y
jovencísima esposa del pintor, según algunos, una jovencita de dieciséis años
cuando él tenía ya cincuenta y dos, llamada Helena Fourment. Fuera cierto o no,
parece que el pintor, cuando pintó el cuadro, estaba exuberante bajo los
efectos de su estrenada y amorosa vida
conyugal.
Barcelona, junio de 2017.
©Teo
Revilla Bravo.
Hechizo, alegría y belleza, la verdad es que teniendo esas tres virtudes no se necesita más. si eres bella y alegre, y además tienes la posibilidad de hechizar con tus encantos ¿Qué más se puede pedir?, no me extraña que estuvieran felices, contentas y divertidas bailando en el bosque... mientras el lobo no está (rememorando aquella canción infantil).
ResponderEliminarEs una obra hermosa que dista bastante del canon de belleza actual.
Besitos.
Así es, Karyn, dista bastante, hoy sería muy difícil hacer virtud de esos cuerpos repletos de michelines... Para que veamos cómo todo puede ser subjetivo y cómo nos influyen las modas... Gracias por tu comentario.
EliminarExcelente y agraciado análisis de una obra arquetípica. Gracias, Teo.
ResponderEliminarGracias a ti por la insistencia y el tesón en llegar...
EliminarUN abrazo.
hermosa descripcion----
ResponderEliminarHilda, amiga, muchísimas gracias por dejar aquí pareceres y amistad.
EliminarFuerte abrazo.