ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

lunes, 19 de abril de 2021

LA MINA DE CARBÓN

 





Plaza de la mina. Foto A. Mario Fernández, 2013.






LA MINA DE CARBÓN

 

                  (Dedicado a los mineros de la cuenca hullera  barruelana)

 

    Mi abuelo materno, Teodoro, trabajó bajo tierra en una mina de carbón toda su vida laboral, hasta que un derrumbe -a punto de jubilarse- le sepultó dejándole sin vida. Esto sucedió en Vallejo de Orbó, provincia de Palencia, corría el año cincuenta del siglo pasado, estando yo plácidamente creciendo en el vientre de mi madre. Al nacer, en homenaje, se me puso su nombre que significa, qué responsabilidad, don de dios. El otro abuelo, el paterno, Felipe de nombre, también trabajó en la mina muriendo a la edad de ochenta y tres años víctima de la silicosis, enfermedad que contrajo como picador en El Calero, el pozo más grande de la zona minera palentina.  

    Trabajar como minero de carbón, a nadie se le escapa, es un trabajo difícil y peligroso. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de no sé qué año, ya no me acuerdo, los mineros del carbón son casi seis veces más susceptibles a las lesiones fatales que la tasa general en todos los sectores empresariales privados. Allá a metros de profundidad, alejados del medio ambiente al que el hombre está acostumbrado a vivir y respirar, en esas recónditas honduras donde la tierra está fuertemente ennegrecida, los cuerpos de  picadores y guajes, comprimidos entre angostas galerías veteadas, intentan agilizarse como pueden para poder entibar, usar pico y pala, e intentar respirar un aire que por momentos parece faltarles. Han de  tener en cuenta, en esa peligrosa situación, que el fuego puede hacer arder el temido gas y provocar a la muerte que ronda sin descanso entre galerías con voluntad de actuar. El grisú no avisa; el grisú llega y mata; el grisú, como bien explica Heinrich Böll en un escrito relacionado con las minas carboníferas alemanas en los años cincuenta y sesenta, puede convertir en tumba galerías y vetas en un solo instante, reinando luego el silencio más cruel y prolongado que pueda darse. Pero si se tiene la suerte de cumplir la jornada, tomar una ducha, quitarse la capa de polvo negro y espeso que tapa la cara, de poder colgar y colocar las ropas de faena en su sitio, llegar hasta arriba y ver la luz luego, la vida vuelve a ser clara y luminosa, torna la sonrisa, la seguridad afectiva entre los suyos.

    Cuando se produce una explosión, cuando hay un derrumbamiento que ciega el túnel principal quedando mineros atrapados, esos pensamientos, anhelos y ansias de vida, crispadas cuando se produce un accidente, se agigantan enormemente creando experiencias únicas que afectan su porvenir. Nace en ellos un espíritu de rebeldía, de posicionamiento contra la compañía minera de turno, contra el capataz o representante del explotador que mantiene las minas anticuadas por no invertir en seguridad laboral. Esos valores de los que hablamos, confianza, solidaridad, amistad, se afianzan aún más cuando la jaula los lanza a las profundidades conscientes de que en un solo segundo puede llegar la fatalidad. En esos momentos, saben que unos dependen de otros para que nada falle. Así nace una amistad que se convierte en una suerte de hermandad donde el minero siente con emoción que respira, que vive al lado de otros recobrando  anhelos y vivencias. La mina prepara para lo peor y para lo mejor. Ahí abajo, día a día, hora a hora, en el taller de la galería o en el oscuro tajo, dejan sudor, lágrimas,angustias, padecimientos, cantos y alegrías. A veces, como en el caso del abuelo Teodoro, la vida.

    Soy hijo y nieto de mineros. La mina va impresa en mí ADN desde que nací. Viví dolor, lutos e inseguridades, bien temprano; escuché las campanas de la parroquia de Santo Tomás, repicar con cada accidente letal; aprendí a sentir, respirar, y oler la muerte, con cada suspiro o grito de dolor dado por una joven mujer al quedar viuda. Lo mejor de cada persona surge cuando se está en las mayores dificultades, cuando la adversidad puede ganar la batalla dejándonos huérfanos de alguien a quien amamos.

    Las minas de Barruelo se cerraron entre 1968 y 1972. El gobierno franquista no cumplió las condiciones previas de venta de las minas como estaba previsto, y más de 1.000 trabajadores junto a sus familias tuvieron que buscarse la vida en otros lugares. Así, de esta manera tan triste, acabó la forma de vida de un pueblo dedicado a la extracción del carbón durante más de 100 años.    

    Por otro lado, lo complicado de la orografía de la zona cántabro-palentina, unida al corto periodo de tiempo transcurrido desde que estos valles abandonaran su configuración original, ha puesto de manifiesto un conflicto geológico al no devolvérseles su aspecto natural a los paisajes, algo que sigue siendo reclamo y exigencia pues apenas hubo pequeños intentos de penalizar con insignificantes multas. El paisaje de estos montes y valles, en otrora tan espléndidos y naturales, sigue adoleciendo de serias respuestas para restablecer la unidad ecológica que nunca, si se hubiera obrado con inteligencia, debieron perder.  

    Homenajes y recuerdos a los valientes mineros que dejaron sus vidas mientras trabajaban. Ellos, junto con el resto de compañeros, contribuyeron a crear prosperidad en los pueblos palentinos de minería cimentando la economía local. En el caso concreto de Barruelo, contribuyendo también mediante los ferrocarriles del norte y Altos Hornos de Bilbao donde usaban su carbón, a levantar un país paupérrimo aún dolido por la desolación que dejó la Guerra Civil. Esos mineros valientes, ayudaron a convertir estas villas y pueblos en focos luminosos de prosperidad, de afecto vecinal, de concordia y solidaridad.

 

Barcelona.-abril de 2014

©Teo Revilla Bravo.





4 comentarios:

  1. Puro sentimiento, Teo. Ese reconocimiento es propio de bien nacidos.
    Enhorabuena y abrazo mediterráneo.

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    1. Muchísimas gracias, Enrique.
      Esos hechos quedan grabados para siempre.
      Un abrazo.

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  2. Que historia tan triste y conmovedora. Sin dudas es un trabajo cruel que genera todo tipo de inseguridad a la persona y en donde de manera permanente su salud esta altamente comprometida.
    Grandes hombres como dices que con su trabajo han forjado el surgimiento de pueblos y ciudades prósperos, a costa de mucho sacrificio y dolor de sus familias.
    Un homenaje no solo a tu abuelo sino a toda esta gente que puso su vida al servicio de quienes llegarian despues..
    A veces nos hace falta refrescar la memoria, leer cosas como estas, y ser mas agradecidos de todo lo que hoy podemos disfrutar. Un abrazo y feliz inicio de semana

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    1. Es recomendable refrescar la memoria de vez en cuando, sí, amiga eli.
      Muchísimas gracias por hacerte eco, por dejar presencia, estímulos y amistad.

      Un fuerte abrazo.

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