
"Bosque otoñal" 2008. Obra de mi autoría.
COLORES QUE OFRECE LA NATURALEZA
La llegada del otoño, la primavera, el invierno o el verano, lo hace siempre con una explosión de matices cromáticos -donde menos es siempre más- diferenciados, dignos de admirar en cualquier estación. Unas veces provenientes de la luz en todo su potencial como en primavera y verano, otras más tamizados pero generando igualmente momentos memorables.
El cambio de una estación a otra podríamos interpretarlo como el inicio que tienen los colores de ir transformándose imperceptiblemente. Así como en el otoño o el invierno la “senescencia” o envejecimiento celular nos acercan al marrón, al verde grisáceo, al naranja rojizo o amarillento, a momentos de menor actividad de la luz permitiendo de manera sutil e insospechada apreciar los cambios, la primavera y el verano resultan ser una maravillosa explosión, un fogonazo sorprendente y vibrante de color.
Los apasionados a adentrarse en la naturaleza a recorrer valles, caminar entre sembrados, subir y bajar montes y collados, nos sentimos directamente hechizados y atraídos por todo lo que se presenta ante nuestros ojos, todo un libro abierto o código de color que nos va descubriendo la esencia de lo que somos. Cada paisaje es en el fondo un estado del alma, decía Unamuno con toda la razón. Esas sensaciones cromáticas con su hermoso lenguaje, son las que nos llenan verdaderamente de estímulos vitales y tranquilizan el alma.
Los colores del medio natural, abren puertas a nuestra sensibilidad, son inimitables y necesarios para la salud, forman parte de la capacidad poética que logramos alcanzar al respirar, al sentir, al saber llevar al arte de pintar o escribir lo recogido con tanto entusiasmo. Tonos y coloraciones naturales, nos tiñen de gratas sensaciones, de momentos y recuerdos afectivos que direccionan nuestra sensibilidad hacia el respeto absoluto del medio ambiente. Son, por decirlo de algún modo especial, la alquimia de la vida.
Los aficionados al paseo, a la caminata por montes y valles captando el instante mediante la toma de fotografías, conocen bien lo que quiero decir. Ellos han aprendido a saborear con cada paso acumulado, la importancia del matiz. Han aprendido, poco a poco, mirada a mirada, a esclarecer detalles que a otros pasan desapercibidos, coloraciones delicadas escondidas entre el marrón-naranja, entre el intenso verde, entre la variación floral del follaje que alfombra el bosque.
Todo ello representa un canto de amor a la naturaleza. Un grito entusiasta necesario si queremos que el planeta sea respetado, permanezca vivo y nosotros con él.
Barcelona. Abril del 2021.
©Teo Revilla Bravo