"La dama del armiño" (Cecilia Gallerani) 1496. Leonardo da Vinci.
LA OBRA DE ARTE
La
obra de arte ha de ser viveza evocadora, terreno fértil para la experimentación,
donde germine desde la sencillez y la delicadeza poética más íntima y
comprometida, lo que sorprende o maravilla. La obra de arte ha de explorar el
trazo mágico - intrepidez que surge de la mano del artista-, desde el asombro y
valentía. Éste ha de intentar hallar el efecto calidoscópico que asegure la
magia, situando al posible espectador ante el terreno de lo sorprendente en su
encuentro con las coordenadas de la libertad creadora. El artista ha de explorar
nuevas vías, en viaje imparable e incomparable, sabedor de que las visiones
cambian con rapidez moviéndose determinantes hacia el futuro, alteradas por
efectos comunicantes -estímulo revelado- con cada aliento, con cada entidad
plástica lograda.
Hallar
el tempo ideal donde colocarse ante el vacío y quedarse en silencio alejados de todo ruido,
es primordial. Ahí siente cómo se expresa la nada absoluta ante los abiertos
ojos que observan la materia. El artista entra en ese lugar -o limbo-,
dirigiéndose hacia un logro indeterminado que le llama y abstrae. Cómo poco a
poco va dejando caer las runas, a manera de hechicería, para iniciar la
aventura de encontrarse con algo sorprendente que le acerque a un ideal creativo.
En mi caso particular, de apegado aficionado más que pintor profesional, el mismo
vacío propicia un inicio sin esbozos previos. Algo parecido a lo que decía el
pintor dibujante y grabador, Avigdor Arikha (Bucovina, 1929-París, 2010): “El
instante no se repite si lo retocas, ya que lo desorganizas en algún sentido, yo
no puedo permitirme dar marcha atrás”. La cuestión es, una vez iniciada la
primera raya de lápiz o mancha de pincel, poder lograr llegar, a través de un
trabajo constante, ilusión y esfuerzo, a una obra cada vez más depurada, personal,
y cualificada. Hay que convertir la actitud ante la obra en un registro de
momentos irrepetibles, donde se guarden tensiones y se sufra con el esfuerzo con el fin de lograr el gozo posterior de lo admirable metamorfoseado en una poética de la plasticidad.
Toda
persona en mayor o menor medida tiene la posibilidad de desarrollar arte, si ahuyenta miedos al fracaso. Nadie debe
frustrarse ante el intento, si se afana con honestidad y vivacidad. Dudas y fracasos,
son necesarios, forman parte inevitable del aprendizaje. Ahí está el espacio y
el silencio; ahí, el artista, ante el reto y la serenidad que logre impactar al
espectador. Medios sugerentes, yuxtaposición de formas, metáforas y colores, lenguajes
del alma que ofrecen veracidad a lo realizado. Para ello hay que lograr tener
un estilo propio y una capacidad e intuición,
fuertes, atractivas, emanantes, extraordinarias.
El
papel del artista, ha de encajar en un carácter inconformista, inteligente,
rápido, rebelde, intuitivo, contribuyendo a la agitación artística del momento que
vive por bien del progreso cultural. El objetivo, a través del discurso
expositivo de la obra, es lograr hacer reflexionar –aun no siendo a veces
conscientes- sobre la realidad que nos envuelve, haciéndolo con pasión y
entrega conscientes del valor de la naturaleza metafórica que debe poseer la
obra. Se ha de ir, dejando surcos indelebles, con razón y corazón, fuerza, y a
veces rabia. Cada obra ha de ser lúcida, singular, hermosa, pujante, misteriosa,
necesaria, espejo o metáfora del maravilloso
mundo interior que posee el ser humano.
Barcelona.-Marzo.-2013.
©Teo Revilla Bravo.
©Teo Revilla Bravo.
Quién si no tú podrías hablarnos del artista ante la obra, de las sensaciones necesarias, de la magia del resultado; de las características del autor y de lo imprescindible que necesita una obra para ser realmente arte...tú, sí, todo un artista. Besitos
ResponderEliminarHalagador comentario, Karyn.
EliminarOjalá que sea así con aciertos y fortunas en saber comunicarlo....
Un abrazo.