ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

jueves, 13 de septiembre de 2018

ALGUNAS OPINIONES SOBRE EL ARTE










ALGUNAS OPINIONES SOBRE EL ARTE


Permanecemos, salvo excepciones, bajo el abrigo del conformismo, del estoicismo, de la resignación, de la falta de arranque y de empuje. La existencia empírica, lo complaciente y fácil, la carencia de arresto y de compromisos, nos envuelve y empereza con harta frecuencia. Tal estado de cosas se genera con frecuencia en nuestras sociedades, frustrando deseos de cambio, entrando en profundas crisis sin saber bien cómo llegan y por qué se producen. El universo del arte no es excepción en estas circunstancias, ni tampoco presenta graves diferencias con el devenir  de un mundo cada vez más globalizado y banal que parece adocenarnos desde la esfera alargada del poder, cualquier poder. El artista ha de ser el revulsivo a todo ese estado. Ha de intentar agitar y remover, ha de ver más allá de lo que sucede en su entorno e intentar ese envite que ocasione cambios necesarios.

Cuando hablamos de arte como disciplina humana, hacemos referencia a aspectos de la cultura que muestran  la relación que hay entre la sociedad y el espíritu global que la franquea. Una actividad en la que el ser humano expresa ideas y emociones, para dar a entender así su perspectiva del mundo a través de diversos medios, ya sean plásticos, lingüísticos, sonoros, etc. El arte expresa emociones que no pueden ser manifestadas de otro modo, ya que  deviene como  necesidad de desahogo; es una suerte de relación entre el hombre y lo trascendente, Algo que se produce a través de los prototipos sensibles que en la sociedad se originan. Estamos ante una identidad  que se presenta confusa, sí, pero necesaria, enredados en un mundo donde el conocimiento, el arte y demás manifestaciones sensibles que nos elevan –no olvidemos que el arte es el deleite de los sentidos- constituyen el mayor usufructo de la humanidad.

Si hay mediocridad, si la gente vive sus vidas a medias y no hay un desarrollo adecuado y una evolución precisa, presa de la apatía y de unas normas apenas movibles que encadenan y vulgarizan sin exprimir bien el jugo de la vida, el arte adolecerá también de ese impasse, de esa galbana colectiva. Al no arriesgar, el arte deviene sin la aventura precisa, sin el desafío necesario, sin la transformación decidida. En ese estado de cosas, todo parece estar bien, pero nada resalta, nada agita las conciencias, es como si todo estuviera estacionario, sin movimiento. Es en esos tiempos de aparente nadería, que se ha de gestar el nuevo cambio, transformación que ha de percibirse  fértil y revolucionaria como las que se han dando en las distintas etapas de la historia de la humanidad. Supongo que cuando se llega a un estado penoso de dejadez, llega un momento en que se produce ese revulsivo y se comienza a arriesgar. Son ciclos. Siempre, pase el tiempo que pase, sucede, originándose una agitación, una alboroto de ideas provocando una catarsis, un necesario avance. Mientras todo parece ir lentamente, el arte se acomoda representando solamente la objetivación superficial de una serie de técnicas. Poco más da de sí. Es preciso por tanto que el arte, que ha de ser abanderado de las innovaciones, vuelva a ser el espacio abierto donde se ejecute la danza del riesgo prodigioso, del baile asombroso, de la vida; destello prolongado, que ilumine nuevas vías a seguir.

Tampoco hay que reemprender caminos recorridos y trillados por otras vanguardias más o menos revolucionarias que lograron sorprender en el pasado, pues ese legado ya está estableciendo y asumido por la sociedad artística. No es preciso repetir sus éxitos ni sus fracasos, pero sí tomar ejemplos y referencias que nos sean todavía válidos. Tampoco hay que denostarlo como sucede a menudo entre fanáticos que intentan parcelar el arte con mil designaciones para recalcar –abanderados de no se sabe qué engreimientos casuísticos- qué interesa y qué no a la sociedad. Hay que evitar la ofensa y la desvalorización, los ataques directos a la herencia de nuestros antepasados de donde siempre aprendemos y donde debemos miramos en su espejo mágico, pues el arte, desde que el hombre es hombre, es un mar inagotable de sorpresas. Todo cabe. Todo es necesario. La injuria gratuita a lo otro o a los otros, siempre muestra más las insuficiencias de quien la profiere, destapando más los fallos propios que aquellos a los que se intenta evidenciar o menospreciar.



BARCELONA.-18.-02.-2011.
©Teo Revilla Bravo.

2 comentarios:

  1. Un ensayo bastante interesante porque toca varios puntos, esos momentos que pasamos todos, de desgana, las influencias que sentimos de otros artistas, el deseo de un crecer o regenerarnos continuamente y la existencia de personajes llenos de carencias, que tratan de taparlas adjudicándoselas a otros que no se las merecen.
    Hay una frase en tu ensayo que me llena del todo y es, que el arte es una suerte de relación entre el hombre y lo trascendente...cuando se llega a eso, es la gloria infinita. Besos

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    1. Cierto, esa relación entre el artista y lo trascendente, es lograr de algún modo la gloria infinita. Nunca fácil de alcanzar, reservada como está para unos pocos.
      Besos, Karyn Huberman

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