ALGUNAS OPINIONES SOBRE EL ARTE
Permanecemos, salvo excepciones, bajo el
abrigo del conformismo, del estoicismo, de la resignación, de la falta de
arranque y de empuje. La existencia
empírica, lo complaciente y fácil, la carencia de arresto y de compromisos, nos
envuelve y empereza con harta frecuencia. Tal estado de cosas se genera con
frecuencia en nuestras sociedades, frustrando deseos de cambio, entrando en
profundas crisis sin saber bien cómo llegan y por qué se producen. El universo
del arte no es excepción en estas circunstancias, ni tampoco presenta graves
diferencias con el devenir de un mundo
cada vez más globalizado y banal que parece adocenarnos desde la esfera alargada
del poder, cualquier poder. El artista ha de ser el revulsivo a todo ese
estado. Ha de intentar agitar y remover, ha de ver más allá de lo que sucede en
su entorno e intentar ese envite que ocasione cambios necesarios.
Cuando
hablamos de arte como disciplina humana, hacemos referencia a aspectos de la
cultura que muestran la relación que hay
entre la sociedad y el espíritu global que la franquea.
Una actividad en la que el ser humano expresa ideas y emociones, para dar a
entender así su perspectiva del mundo a través de diversos medios, ya sean
plásticos, lingüísticos, sonoros, etc. El arte expresa emociones que no pueden
ser manifestadas de otro modo, ya que deviene como
necesidad de desahogo; es una suerte de relación entre el hombre y lo
trascendente, Algo que se produce a través de los prototipos sensibles que en
la sociedad se originan. Estamos ante una identidad que se presenta confusa, sí, pero necesaria,
enredados en un mundo donde el conocimiento, el arte y demás manifestaciones sensibles
que nos elevan –no olvidemos que el arte es el deleite de los sentidos-
constituyen el mayor usufructo de la humanidad.
Si hay
mediocridad, si la gente vive sus vidas a medias y no hay un desarrollo
adecuado y una evolución precisa, presa de la apatía y de unas normas apenas
movibles que encadenan y vulgarizan sin exprimir bien el jugo de la vida, el
arte adolecerá también de ese impasse, de esa galbana colectiva. Al no
arriesgar, el arte deviene sin la aventura precisa, sin el desafío necesario,
sin la transformación decidida. En ese estado de cosas, todo parece estar bien,
pero nada resalta, nada agita las conciencias, es como si todo estuviera
estacionario, sin movimiento. Es en esos tiempos de aparente nadería, que se ha
de gestar el nuevo cambio, transformación que ha de percibirse fértil y revolucionaria como las que se han
dando en las distintas etapas de la historia de la humanidad. Supongo que
cuando se llega a un estado penoso de dejadez, llega un momento en que se
produce ese revulsivo y se comienza a arriesgar. Son ciclos. Siempre, pase el
tiempo que pase, sucede, originándose una agitación, una alboroto de ideas provocando
una catarsis, un necesario avance. Mientras todo parece ir lentamente, el arte
se acomoda representando solamente la objetivación superficial de una serie de
técnicas. Poco más da de sí. Es preciso por tanto que el arte, que ha de ser
abanderado de las innovaciones, vuelva a ser el espacio abierto donde se
ejecute la danza del riesgo prodigioso, del baile asombroso, de la vida; destello
prolongado, que ilumine nuevas vías a seguir.
Tampoco hay
que reemprender caminos recorridos y trillados por otras vanguardias más o
menos revolucionarias que lograron sorprender en el pasado, pues ese legado ya
está estableciendo y asumido por la sociedad artística. No es preciso repetir
sus éxitos ni sus fracasos, pero sí tomar ejemplos y referencias que nos sean todavía
válidos. Tampoco hay que denostarlo como sucede a menudo entre fanáticos que
intentan parcelar el arte con mil designaciones para recalcar –abanderados de
no se sabe qué engreimientos casuísticos- qué interesa y qué no a la sociedad. Hay
que evitar la ofensa y la desvalorización, los ataques directos a la herencia
de nuestros antepasados de donde siempre aprendemos y donde debemos miramos en su
espejo mágico, pues el arte, desde que el hombre es hombre, es un mar
inagotable de sorpresas. Todo cabe. Todo es necesario. La injuria gratuita a lo
otro o a los otros, siempre muestra más las insuficiencias de quien la profiere,
destapando más los fallos propios que aquellos a los que se intenta evidenciar
o menospreciar.
BARCELONA.-18.-02.-2011.
©Teo Revilla Bravo.
Un ensayo bastante interesante porque toca varios puntos, esos momentos que pasamos todos, de desgana, las influencias que sentimos de otros artistas, el deseo de un crecer o regenerarnos continuamente y la existencia de personajes llenos de carencias, que tratan de taparlas adjudicándoselas a otros que no se las merecen.
ResponderEliminarHay una frase en tu ensayo que me llena del todo y es, que el arte es una suerte de relación entre el hombre y lo trascendente...cuando se llega a eso, es la gloria infinita. Besos
Cierto, esa relación entre el artista y lo trascendente, es lograr de algún modo la gloria infinita. Nunca fácil de alcanzar, reservada como está para unos pocos.
EliminarBesos, Karyn Huberman