ENTRE PALABRAS Y SILENCIOS

lunes, 19 de diciembre de 2016

SUEÑO EN LA CIUDAD DESIERTA




SUEÑO EN LA CIUDAD DESIERTA

La tarde se pone melancólica y parda. Se va estirando arrastrada por la noche que llega atenazada de prisa y tristeza. La ciudad flores de luces y sombras balancea sinsabores y espesuras. 
Camino sin rumbo, quién sabe adónde, por calles que se abren como heridas. La poesía que duele asoma valerosa entre los jirones de sombras esparcidos por avenidas, jardines y paseos. Observo. Como en las grandes panorámicas naturales, todo, a cada paso que doy, va cambiando de tintes y tonos. Es como entrar en un sueño de pájaros ocultos, espacio donde se entierran muertos y se desbaratan fugaces relámpagos. Triviales malaventuras me acosan, no me dejan caminar. Es la soledad. Son las vueltas y recovecos de un camino incomprendido, donde presiento silencios, noche bronca en la que intento apartarme del miedo buscando atisbos de lucidez mientras siento acechante la llegada inevitable olvido. ¿De qué estará hecho el olvido?, me pregunto. Residuos, despojos, cenizas… Quizás se refleje charcos que dejó la lluvia en esos espejos que me miran insultantes más allá o acá de mí mismo reflejando una nadería como miran a la poesía los insensibles. Pobre poesía a la que quisieran estrangular con la bufanda blanca -amagada crueldad- de oficiales laureles. 
Sigo. Camino aparentemente impávido por la ciudad desierta. Lo hago entre refulgencias y obscuridades, embriagado de pensamientos y atmósfera lobreguez. Una ventana iluminada y otra y otra, dan idea de encrucijadas humanas, actividad y vida; un turbio edificio y otro y otro, aferrando corazones, forman la interminable metrópoli del desconsuelo; un televisor, una guitarra destemplada, el lloro desgarrado de un bebé, la grieta abierta en el alma enamorada de una joven postrada en la cama de la desventura; la soledad extendiéndose como oscura mancha; rostros de mujeres y hombres; historias que empiezan y acaban de mil modos diferentes, la vida.
Doy vueltas a todo sin concretizar nada. Soy una entelequia más en todo este espanto. Quizás la más absurda. Existo, sí, y muero. Sé que existo y que muero. No quiero entrar al respecto en dudas, pero como un Ulises desterrado sin Ítaca posible que recuperar, misterioso ser atravesando duro desierto, ay dolor e infortunio, sin cuándo, sin antes, sin después, lloro esta noche donde nada es lo que parece ser. 
Hay un surco abierto en el asfalto a modo de garabato que me atrae poderosamente la atención. Quizás sea la línea obscura de los versos de Verlaine, que desde hace años me persiguen. No lo sé. En tal caso, el camino me desgasta, me obliga a detenerme y buscar un lugar donde reposar, con o sin ayuda de la absenta, con o sin Verlaine al lado, acunado y protegido por los setos de un jardín cercano, por la luna honda y la estrella alta que me miran desde las alturas, imploro un sueño redentor. Así, introducido en limbo surrealista, siento que caigo en éxtasis redentor o  quizás en redentora nada.
Cumplido sesenta y cinco años. Sesenta y cinco años y sigo apegado como en la infancia a utopías, ilusiones, pinturas, libros, películas, a estímulos y a liberadoras fantasías aún con la boca abierta ante espejuelos y abalorios que sorprendentes aparecen por doquier; aferrado a la curiosidad, al desacierto, y al desconcierto. La vida desgasta indeleblemente como por otro lado lo hace la hermana muerte. Hay puertas giratorias que no rotan; contraventanas inoportunas que nunca se abren; caminos fraccionados imposibles de recorrer; pero también cielos desplegados que conmueven y nos llenan de belleza y amor, ese amor que necesita aire abundante y fresco para no asfixiarse. Sé que las cosas, los objetos, todo lo que me rodea, jamás sabrán que he existido a su lado rozándolos, tocándolos, sirviéndome de ellos para bien o para mal. Morir es una necesidad que se adquiere con el nacimiento y que nos conduce, indefectiblemente día a día, a la vida goce, dolorcon la fórmula mágica del artificio embaucador, la misma con que la existencia nos devuelve luego indefectiblemente a la muerte. Olvidar el fracaso de la hora última. Olvidarlo todo. Dejar de deambular entre pájaros muertos y ciudades imposibles, e iniciar los caminos que conducen a las estrellas. Regresar al antes del nacer donde todo en nada estaba bien. Lograr por fin la inocencia, fiesta eternal del universo, simbiosis y armonía sin destino ni presión.



Barcelona, diciembre, 2016.
©Teo Revilla Bravo.



8 comentarios:

  1. Supongo que el momento más feliz del ser es cuando aún no ha nacido, cuando tu mundo es tan pequeño que sólo tú sabes cómo recorrerlo, en paz y tranquilidad....luego al nacer, todo cambia desde el primer llanto, acostumbrarse a otro ambiente, la tranquilidad y la paz se quedan atrás y vamos creciendo y desarrollándonos en un entorno generalmente áspero, poco se da fácil, todo precisa esfuerzo, los sueños se transforman en algo inalcanzable, pero vivimos tras ellos como de un globo en medio de un huracán. La vida no es fácil, pero es y gracias a todo el camino que recorremos, es que nos permite volver con los años, a poder volver a sentir las mismas emociones de antes de nacer. En fin, nacemos para vivir y vivimos para morir, es un círculo perfecto que nos transforma en eternidad. Besitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Grata lectura la de este comentario, querida Karyn, deja como grato eco resonando....
      Muy de acuerdo.
      Un abrazo en el corazón de la tarde barcelonesa

      Eliminar
  2. Un escrito con una belleza insuperable, y de una realidad auténtica,me dejas sin palabras. Genial. Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, amiga Imelda. Qué alegría sentirte también por estos lares más personales.
      Un abrazo grande.

      Eliminar
  3. Grato siempre leerte porque eres un escritor de finas tintas que tienes la virtud de inspirarnos en nuestros adentros y poner el lápiz en la mano para teñir de azul nuestro cielo, que a veces pierde nítido tinte de la esperanza. Gracias Teo por dejarnos esta joyas que leemos con mucho respeto por lo acerados de tus letras. U buen abrazo querido tocayo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y grato, muy grato, leerte este cálido comentario que dejas tras leer el escrito, amigo Theo. Qué alegría tu presencia en este pequeño refugio.
      Fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. "Dejar de deambular entre pájaros muertos y ciudades imposibles, e iniciar los caminos que conducen a las estrellas."

    Maravillosa frase que resume toda una filosofía de vida. Condensa, para mi gusto, uno de los mejores textos que te he leído, brillante en forma y hondo en el contenido. Mi más sincera enhorabuena agradecida por el placer y reflexión que me has aportado. Abrazos, amigo Teo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradezco enormemente tu comentario, querido amigo Francisco. No siempre se acierta. No siempre algo nos sale tal y como esperábamos fuera expresado y este escrito, en mi valoración, se aproxima a ese intento por lograrlo. Tus palabras, reafirmándolo, dan ánimos y alegrías. Bueno es recibirlas.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar