Esta creación fue diseñada por los arquitectos Soomeen Hahm e Igor Pantic. Instalación donde se aúna escultura y arquitectura de manera relevante, resultando una hermosa y alucinante creación.
EL HECHO ARTÍSTICO
El hecho artístico –forma expresiva, ensueños, circunstancias, emociones, poesía- intensifica el aliento
personal, le ofrece emoción y energía, acerca a la esperanza. Es el otro camino
o dimensión de la vida, que al ir recorriéndolo nos abre a percepciones
novedosas. En cuanto que el arte se hace necesario y somos conscientes de ello,
se crea una adición ineludible en el ser, se convierte en una extensión de uno
mismo con visos de gran pasión, pues crea una unión con las cosas que nos
emocionan rescatándolas del lado oculto. Nos las va mostrando, nos las deletrea,
nos las hace perceptibles, genera eso que llamamos gnosis. El arte incorpora a
las emociones personales esencias éticas de la vida anímicas o espirituales,
pero también seculares y sensoriales. No hay sabiduría ni emoción que no se
encuentren en el arte, de una forma u otra, reflejados.
El mundo nunca había experimentado, como ahora, el circunstancial drama,
ventura o desventura de la trama humana, con tanta intensidad: la radio, el
cine, la televisión, el vídeo, los museos, las exposiciones, la prensa escrita,
internet, etc., nos lo acercan hasta niveles antes desconocidos. Nos rozan, nos
sorprenden, nos invaden, nos forman o deforman la realidad, nos enseñan para bien
o para mal, nos aclaran o confunden, nos abducen. Pero nada de todo esto puede
ni debe alterar el hecho artístico. Éste ha de seguir siendo esa esencia con
capacidad para impresionar de siempre, pese a ser el arte elemento de posible
manipulación también, de alteración significativa de sus contenidos y razones.
A través de su vacuidad primaria, la obra artística se
convierte en algo importante,
incorporándose al drama más humano y personal. Entra a formar parte del
laberinto de emociones y complacencias donde perdernos con frecuencia, y lo
hace con un cúmulo de movimientos y energías que pueden llegar a ser inquietantes y hasta depresivos por su coste
de osadías, dudas e inseguridades, por el esfuerzo sobresaliente en querer que
todo salga bien y se acerque a un sentido de perfección intuido, ese que no nos
abandona y al que no logramos dar pleno alcance martirizándonos muy
posiblemente al comprobar que nunca, por más que nos lo propongamos,
alcanzaremos el objetivo deseado. El hecho artístico, si partimos que nace
desde y con la sensibilidad, puede suponer para el artista una subida
inequívoca a los cielos, pero también un descenso precipitado a los infiernos
de la frustración a veces en breves instantes en el trascurso laborioso de una
obra, así de vulnerable a la emoción –decepción- es el artista ante su trabajo.
El arte es una íntima forma de atrapar el mundo para permanecer en él intentando
advertirlo y sentirlo con la fuerza del alma; el arte exorciza el universo que
nos rodea a través de la fijación de quien lo crea o representa, en ese “jugar”
con la realidad desde las inquietudes que alberga su interior, acabando por ser,
no una representación en sí, sino una ficción descubierta a través de las
consternaciones y necesidades de desahogos inherentes al ser.
Es a través del arte que el mundo, nuestro personal mundo, inicia
un acto supremo de catarsis, al imponer
ese elemento necesario de ficción o
entelequia que libere energías a través de lo que expone e impone una determinada
obra. Es como si se respirara desde otro
proceder y se latiera bajo efectos inconmensurables. El objeto artístico acaba
siendo, visto así, un material indispensable donde entra en quid la complicidad
entre nosotros y el mundo; un enlace espiritual decisivo; un puente que actúa
aunando; un continuo movimiento, preciso e imprescindible, para beneficio del destino humano.
Hay muy pocas obras que puedan escapar al deseo caprichoso de su
significación, muy pocas que no sean forzadas a provocar un alcance que esté
vinculado a intereses convenientemente comerciales, pocas que no hayan llegado
a través del filtro de una idea específica interesada; muy pocas que aparezcan
libres, novedosas, mágicas, originales, que inviten a desentrañar misterios y anuncien
nuevos horizontes intelectuales sin la ayuda de muletas oportunas ya
conjeturadas. Estas obras son, emocionalmente, las imprescindibles. “El mejor juicio es el que dicta el tiempo”, nos diría
el escritor Ernst Jünger.
Una verdad antropomórfica es intervenida, en cuando entra en un
circuito sea del tipo que sea ante previa incubación o combinación más o menos consciente,
logrando de esta suerte hacerse conocimiento y discernimiento, algo que se
desborda a través de símbolos novedosos surgidos para ser procesados en la
mente debidamente estimulados, generando una especie de embarazo –proceso de
creación- que al cabo realizará la brillante transformación abriéndose como en un parto ante lo otro, los
otros. La razón prima (pasajes,
enseres, conveniencias y esencias diversas) es depositada atendiendo a un
estricto orden compositivo como si de una necesidad ineludible y vital se
tratara: el objeto creado, se convertirá en objeto aparecido y encontrado,
abierto a necesarios desarrollos y avances que han de adaptarse a las
necesidades comunicativas del autor y de la sociedad en la que vive. A veces es el propio azar quien actúa, dejando el
artista que obre sobre su conciencia, pues
éste no sabrá cómo finalizará la obra hasta que sienta que el arte le transmite encantamientos.
Pese a ello, sentirá que nunca finalizará del todo esa obra, ni alcanzará toda la
magia soñada. En todo caso, lo logrado hay
que saberlo temporizar y, desplegándole alas, dejarlo volar con destino –ojala-
a un meritorio universo artístico.
Barcelona.-Septiembre.-2012.
Tienes razón al comparar el arte con un parto, sabes que mientras se va desarrollando la obra, va cambiando de forma constante, por circunstancias, por el color del día, por el estado de ánimo, etc... y se dará por terminada, el día del parto, cuando por esas cosas de la vida, al mirarla veas en ella una cierta magia o encanto particular que trasciende...eso que enamora a quien observa como mero espectador y al embelesado autor. Besitos
ResponderEliminarCiertamente. Hay obras que se complican, que te cercan contra tu voluntad y te exigen esclarecimientos que no acabas de ver ni encontrar. Ardua labor. Tienes dos soluciones: dejarlas de lado, o seguir con tesón hasta dar con la clave que no es otra, a menudo, que el trabajo constante en ellas.
EliminarUn abrazo.
Hay objetivos inalcanzables, uno (lo digo como ingeniero) es el de una obra perfectamente acabada; ¡ni ocurre, ni ocurrirá jamás!
ResponderEliminarCiertamente, amigo Celebrador. Gracias por tu tiempo de lectura aquí, gracias por la visita amiga.
EliminarUn abrazo.
Me gusta pero nada mas.Prefiero otro tipo de arte.Mas intimo mas claro mas sensual mas eterno
ResponderEliminarabrazos siempre escritor
Voy conociendo tus gustos artísticos, amiga Mucha, imagino que este tipo de obras las puedes encontrar frías, sin ese alma y color que te caracteriza.
EliminarMuchas gracias por pasearte por el escrito.
Abrazos.