La musa, el genio. Pablo Picasso: "Jacqueline con flores", 1954
LA MUSA
Y EL GENIO, NI TANTO NI TAN CALVO.
Se nos ha contado con frecuencia que la historia del
pensamiento, de la ciencia, del arte, nos ha sido dada como fruto del genio
creativo y revelador de algunos seres humanos ─generalmente hombres─ que poseían
excepcionales capacidades para hacerla posible. Esa visión del arte, generalmente
proveniente del sexo masculino, claramente anulaba la labor de muchas mujeres
que, pese a sus aportes interesantes en muchos campos del saber, permanecieron en
la sombra bien por imposibilidad o bien porque sólo podían funcionar como musas,
modelos, ayudantas o alumnas de taller o laboratorio, tan limitadas estaban. Hubo
grandes creadoras a lo largo de los tiempos, a las que no se les quiso reconocer
su valía, por considerar que el arte no era campo propicio para ellas. Sabemos
ahora ─poco a poco salen a la luz─, que muchas de esas mujeres fueron el alma
mater de algunas obras atribuidas a hombres, que acabaron llevando el sello de
ellos al ocupar ellas simplemente el lugar de esposas, compañeras o amantes. Pongo
por ejemplo a Camille Claudel que vivió a la sombra del escultor Roden; Lee Krasner que fue probablemente la
primera persona en creer en la valía de la obra de Pollock, de quien fue pareja así
como referente del expresionismo abstracto y gran prestigiosa de este
movimiento cuyos pintores influyeron en gran parte de su obra; o el caso de Zanobia Camprubí escritora y gran traductora que
hizo como ideal y razón de vida ser secretaria del poeta Juan Ramón Jiménez; o Zelda Sayre, conocida escritora
estadounidense más recordada por ser la esposa y musa del escritor F. Scott
Fitzgerald, mujer rebelde y moderna que en los años veinte reivindicó la vida
desenfadada, gran inspiradora a su vez de muchas de las obras de Fitzerald; O la pintora Rosario Weiss (1814─1843) cuyos setenta y siete dibujos fueron atribuidos a Goya, de quien fue alumna, hasta que a mediados del siglo pasado un estudioso del
arte logró darles la auténtica identificación. Y así infinidad de mujeres que desarrollaron
en silencio una labor personal prodigiosa, quedando en muchos casos en el limbo
del olvido. Aún así, algunas lograron destacar como las científicas Madame Curie (1867─1934) premio Nobel, o
Nettie Stevens (1861─1912) quien demostró que
el sexo venía determinado por unas bases cromosómicas concretas.
La sensibilidad
no tiene sexo y el arte tampoco. Sin embargo, la cara visible del arte, salvo
excepciones, es masculina y está representada por hombres. Él, el genio, el
talento, el artista; ella, la musa, la inspiración, la que trabaja en la
sombra. Afortunadamente hoy en día hay una gran movilización, un reclamo permanente
y fervoroso para acabar con este estado de cosas tan deplorables y poner el
arte femenino en el lugar que le corresponde haciéndole justicia. Así se van
descubriendo artistas fundamentales en todos los campos, de las que por fin
podemos aprender y complacernos. Cuesta lograrlo. La mujer todavía aún hoy ha
de tener que derribar muchos muros que le cercan y aprisionan, hay ejemplos
claros de mujeres valiosas que han tenido y tienen que sudar y trabajar duro
para poder lograr mostrar su valía. Por citar algunos casos cercanos a nosotros,
se me ocurre mencionar a las cineastas Iciar Bollain e Isabel Coixet que
siguieron la brecha abierta por Pilar Miró, o la escritora Laura Freixas quien en
una conversación que leí de ella hace
poco, decía: “A medida que se va subiendo la pirámide de las artes hay menos
mujeres y la cima siempre es predominantemente masculina”. La lucha ha sido y
es ardua: la mujer ha tenido que batallar a contracorriente la mayoría de las veces,
teniendo que soportar voces en contra como: “En casita preparando la ropa y la
comida para tu marido e hijos estarías mejor, mona”. Sin duda que estaría y está
bien en familia ¡qué duda cabe!, pero mejor estará si además puede ser ella
misma realizándose sin trabas ni cortapisas. Ana Fernández─Villaverde, que
además de música es pintora, afirma que ella lo nota a nivel económico y de
reconocimiento: “Los artistas son los hombres y las mujeres hacemos
manualidades”, otro tópicazo frecuente. “¿Qué
significa ser mujer y dedicarse a escribir libros? Ser dos veces pobre, por lo
tanto doblemente revolucionaria”, nos dice la escritora peruana Gabriela
Wiener. La
mujer artista se enfrenta a todo eso, parece mentira, pues el imaginario
histórico identifica el genio artístico o científico como masculino, así como
la autoafirmación, el egocentrismo, la ambición, la provocación o la
promiscuidad, características que en la mujer han estado y aún están mal vistas
pues siempre se confinó su labor a un asunto de ámbito privado. Todo empieza
con la trasmisión e información de lo que aparece: no se da el mismo
tratamiento a las obras de las mujeres que a la de los hombres, ni el mismo
apoyo tienen unos y otras desde las instituciones. Si ya es difícil salir
adelante para cualquier artista, los prejuicios en torno a la mujer la hacen
más vulnerable, pues la desigualdad en este aspecto ─como en tantos─ es
fragante. La solución pasa por tomar medidas que hagan de la ley de igualdad
una realidad, pues sabemos que no basta con aparente buena voluntad.
Algunas, porque
hay infinidad, de las frases de hombres doctos, de hombres de ciencia o de
letras admirados por sus teorías, influencias, pinturas o escritos, que
ayudaron a fijar las bases del patriarcado con sus pensamientos y
manifestaciones:
San Agustín
(354─430): “es orden natural entre los humanos que las mujeres
estén sometidas al hombre, porque es de justicia que la razón más débil se
someta a la más fuerte.
Calderón de la
Barca (1600─1681): “Sepa una mujer hilar; coser y hacer un remiendo, que
no ha menester saber gramática ni hacer versos”
Schopenhauer
(1788─1860): Sólo el aspecto de la mujer revela que no está
destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes
trabajos materiales”.
Oscar Wilde
(1854─1900): “Las mujeres nunca tienen nada que decir pero lo dicen
encantadoramente”
Hasta que no veamos la presencia de la mujer en las artes y en
las ciencias con naturalidad y no como agradables excepciones, estará la
sociedad en deuda con ella y con todos.
Barcelona, febrero de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
©Teo Revilla Bravo.
Muy bueno, Teo: una sucinta semblanza del poderío machista (a las veces, a la sombra de una mujer mucho más poderosa).
ResponderEliminarBien cierto lo que comentas, amigo Mauricio. Todavía andamos así. Uno creía, en su candidez, que al intentar transformar el mundo, años setenta, todo habría cambiado a estas alturas y, sin embargo... Pues, a ello. Un abrazo y gracias por el comentario.
EliminarComo padre de tres hijas con extraordinario talento, solo puedo confirmar y compartir cada palabra, Teo. Abrazos.
ResponderEliminarCreo que lo habíamos comentado ya, no sé si por aquí por Encuentros literarios. Coincidimos básicamente en estas cuestiones, así que sí: compartimos palabras y esto siempre alegra el corazón. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarInteresantísimo, Teo. Sin duda la mujer ha estado terriblemente marginada en esto del arte. Poco a poco se va reconociendo su valía, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Gracias por dar luz a tantas mujeres olvidadas, gracias por tu tiempo y dedicación a todas estas artistas que de verdad dedicaron su vida al complicado mundo de la literatura, pintura, escultura, etc.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero.