Había un lago hondo, extendido,
reposado por el valle, lleno de brillos,
colores y peces. Como algo anterior
a la vida, jugando incesante con la fresca
brisa y el escondido impulso del viento.
Tengo el alma doblada de tanto intentar
captar—hilos de esperanza—los reflejos
huidizos de tu prodigioso cuerpo.
Tu cuerpo, tus ojos, y esos pechos
Insolentes, armas blandas abiertas
al ensueño, avivados como racimos
de flores creciendo en el manual
febril del jardín de los sentimientos.
Tus ojos me delatan, amor,
que estoy vivo.
Una belleza, como la misma mirada de esa obra de Vermeer, que no por tan conocida deja de ser hermosa, en ella está esa luz de la cual hablas en tus versos, unos reflejos que te mueven, que te hacen sentir vivo porque en definitiva hay alguien que te llena de amor y remueve tu interior. Ya lo digo, hermoso. Besitos
ResponderEliminarEs un comentario que pareciera irle como anillo al dedo al poema, si éste fuera de carne y hueso, Querida karyn. Agradezco ese sensible y cálido análisis de la lectura. Y me alegra que el poema sea de tu agrado.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Emoción que cala hondo, como esa mirada llena de cálidas promesas.
ResponderEliminarSaludos, amigo Francisco Rodríguez Mayoral. Y gracias por proximidad y por palabras.
EliminarFuerte abrazo.