Émile Verhaeren fue un poeta en lengua francesa de origen flamenco, uno de los principales fundadores del modernismo. Pintura de Van Rysselberghe
CUENTO, FÁBULA, RELATO…
Se escribe por algún motivo. Se escribe para que se nos entienda, para apagar un poco esa quemazón que a veces arde en la cabeza de uno y que ha de salir al exterior por puro desahogo y salud mental. Ya Jesús nos dijo en una frases hermosa y sincera de los evangelios: “Los que quieran oír, que oigan; los que quieran entender, que entiendan”, o algo parecido, palabras que salvando distancias y contextos subscribo poniéndome en la piel de quien desea trasmitir algo como es el caso del escritor. Las sociedades, la ética y normas de conducta de las mismas, todo el progreso del hombre, se ha formado a través de grandes relatos, de fundamentales libros de distracción y enseñanza como la Biblia, El Corán, la Ilíada, La Divina Comedia, u otras obras de escritores como Homero, Séneca, Platón, Descartes, Pascal, Rousseau, Cervantes…, hasta llegar al día de hoy. El escritor siente el cosquilleo o las ganas, intuye que tiene que contar necesariamente algo, y se pone a ello con afán de principiante. Este hormigueo que se siente como algo inexplicable, es el comienzo; luego, como en una galería de mágicos espejos, las letras van actuando para que el lector se mire en ellas, goce, sufra, sonría, ame, se reconozca o aprenda a comprender aspectos sustanciosos de su propio latir.
Jorge Luis Borges nos decía que todo encuentro casual con la vida es una cita previa, que los cuentos los hallaba fortuitamente, en apariencia viviendo, observando, cumpliendo con esa cita previa. El cuento está ahí, espera, nos espera. En alguna parte sobrevive a la expectativa de que alguien, diestro prosista, de con él y actúe escribiéndolo. Un escritor que lo recoja, lo abra, lo desentrañe y comience a narrarlo imaginariamente, apareciendo al cabo un escrito, una fábula, una parábola, un cuento, un relato, modos literarios que a menudo se combinan y mezclan formando una suerte de simbiosis o bien funcionando por separado, todo dependerá de las motivaciones, expectativas, pericias y destrezas del escritor.
La literatura nos permite recrear la realidad de distintas maneras, e incluso inventar otra realidad paralela. Un cuento, un relato, una fábula, son una exploración entre los límites de la realidad y la ficción. Es como una pequeña fisura que hacemos en el tiempo, permitiéndonos profundizar y sintetizar enfatizando en las sensaciones, en las ideas, en el ensueño o en el mismo pensamiento, a la vez que fomentamos la imaginación. El lector va olvidándose de sí y de cuanto le rodea para entrar, alejado de lo accesorio, en las entrañas de la emoción y del sentimiento, completando así los detalles (superfluos o no) y la misma historia que quiere narrar.
La idea del relato es impactar al posible lector con la menos cantidad de palabras posible. Esa es la labor del relator, del cuentista, del escritor: lograr sustraernos por un rato llevándonos a otros campos, mientras nos va hablando de algo o de alguien interesante e imaginario, de animales o de costumbres, en una labor que ha de llegar a emocionar. El escritor sabe que la vida se mueve y vibra constantemente a su alrededor, y que su labor es recrear situaciones, mundos y personajes, entresacando de ella lo más interesante. Por eso ha de escribir logrando hallar un tiempo sagrado, un espacio mágico que se abra como una bella flor al tiempo y al horizonte amplio de los hombres.
La literatura nos permite recrear la realidad de distintas maneras, e incluso inventar otra realidad paralela. Un cuento, un relato, una fábula, son una exploración entre los límites de la realidad y la ficción. Es como una pequeña fisura que hacemos en el tiempo, permitiéndonos profundizar y sintetizar enfatizando en las sensaciones, en las ideas, en el ensueño o en el mismo pensamiento, a la vez que fomentamos la imaginación. El lector va olvidándose de sí y de cuanto le rodea para entrar, alejado de lo accesorio, en las entrañas de la emoción y del sentimiento, completando así los detalles (superfluos o no) y la misma historia que quiere narrar.
La idea del relato es impactar al posible lector con la menos cantidad de palabras posible. Esa es la labor del relator, del cuentista, del escritor: lograr sustraernos por un rato llevándonos a otros campos, mientras nos va hablando de algo o de alguien interesante e imaginario, de animales o de costumbres, en una labor que ha de llegar a emocionar. El escritor sabe que la vida se mueve y vibra constantemente a su alrededor, y que su labor es recrear situaciones, mundos y personajes, entresacando de ella lo más interesante. Por eso ha de escribir logrando hallar un tiempo sagrado, un espacio mágico que se abra como una bella flor al tiempo y al horizonte amplio de los hombres.
Barcelona,
mediados de septiembre del 2016.
©Teo Revilla Bravo.
Creo que lo dices muy bien, amigo. Siempre disfruto de tu decir directo, ameno y que transmite el valor de las virtudes.
ResponderEliminarAbrazo
Abrazo fraternal, apreciado José Valle Valdés. Tus comentarios siempre son un incentivo, un empuje hacia el encuentro con la palabra.
EliminarTeo
Escribes con la facilidad con la que te expresas del tema, lo haces aparecer tan fácil que me dan ganas de salir al jardín a explorar y tratar de encontrar alguna historia guardada en el pétalo caído de una rosa o en el reflejo que guarda algún charco de agua. Me ha gustado mucho. Besitos.
ResponderEliminarY a mí tu hermoso comentario, Karyn, muchísimas gracias por esos reflejos tan bellos de sensibilidad y poesía. Inmenso abrazo. Ah, y gracias por correcciones: mi cabeza a veces gira hacia otro lado.
EliminarEstás hermanado con el latir de la vida, amigo: por ello expones con suavidad invitando a la lectura. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn abrazo
Rosario, gracias por el acercamiento al escrito, por tu sensible comentario. Me alegra que lo sientas como una invitación a la lectura.
EliminarFuerte abrazo.
Ha sido un placer encontrarte. Se nota en tu manera de expresarte tu amor por la letras.
ResponderEliminarYo también tengo un idilio con ellas.
Saludos.
También para mí ha sido un placer hallarte, Maripaz. Gracias por recabar en este rincón de letras y silencios. Compartiremos ese idilio.
EliminarUn abrazo.
Que bien lo cuentas, relatas y fabulas, es un placer pasearse por tus escritos. Abrazos.
ResponderEliminarGracias, Imelda. ¡Qué golpe de moral son tus palabras!
EliminarUn abrazo.
Teo.
Me maravilla la magia de uds.
ResponderEliminarElla escribe siempre como una novia
El contesta siempre como su amado novio...
Y así nos entendemos bien....
EliminarUn abrazo, Recomenzar, que estés bien.
Idilio apasionado y contagioso el tuyo con las letras. Enamora leerte. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias, apreciado Francisco.
EliminarCon qué poco -o mucho, que no sé- uno se siente feliz.
Fuerte abrazo.