LA POESÍA COMO AVENTURA
Escribir es un riesgo que se
corre, una aventura convertida en éxito o torpeza dependiendo como resulte,
pues requiere vigilancia, control de la inteligencia y un conocimiento
suficiente del idioma. La vida no es poesía, pero la poesía es vida. Tiene
mucho de sagrado, de contemplativo y personal. A través de ella se bucea en lo
oculto secreto para aflorarlo y revelarlo. Puede resultar alegre y festivo, así
como turbador, angustioso y triste, pues
está en todas las realidades manifestándose como acto de fe.
Para escribir buena poesía hay
que haber sufrido por una u otra causa, haber amado y gozado, haber percibido
los sueños y avatares de la existencia. El poeta se enraíza en lo bueno y
tormentoso que le toca vivir, escribiendo sobre ello por pura necesidad de
desahogo. Lo que registra y luego escribe, son sombras y luces que le han permitido
reparar en los propios errores y crecer. Hay que mantener abierta los
fundamentos de la existencia para poder reinar sobre la muerte, y esto solo se
consigue a través de la poesía, magnética relevancia musical que suena
sobrecogiéndonos en nuestro paisaje interior, diálogo íntimo que se intenta
aclarar por la imperiosa necesidad que tenemos de conocernos.
La palabra apareció, en los
lejanos tiempos de la prehistoria, permitiéndonos el lujo de poder llevarla hasta
el contacto directo con lo que sentimos. Con ella podemos explicarnos, tener la
posibilidad de hacer hermosa literatura, llegar al otro. Como nos dice
Swedenborg Levertov, la tarea del poeta es mantener abierta la comunicación
ente el hombre y su imaginación, el hombre y sus sentidos, el hombre y el
hombre, el hombre y la naturaleza, el hombre y los dioses”, una alianza entre
el yo y el tú consagrando el momento en que la palabra se funde como nuevo lenguaje,
pues los poetas escriben siempre las mismas cosas pero dándoles un matiz
contrastado. El poeta tiene el deber de reconquistar la palabra olvidada,
poblarla de luz, y llenarla de efectos y afectos.
El poeta, al que se le tendría
que dar todas las facilidades para publicar y llegar a la gente porque ese es
su fin en la sociedad, ha de lograr mostrar, inquietar, conmover, deleitar,
encantar, instruir, iluminar, ha de hacer perceptible lo oculto desvelando su
realidad, ya que su misión es converger con otros estableciendo un lazo de
solidaridad universal.
Barcelona. Junio de 2015.
©Teo Revilla Bravo.