L. H. O. O. Q.
La ideología dadaista se sirve de la concepción clásica, adaptando cambios en obras clásicas. En este caso, sobre la Gioconda.
Fuente.
Obra expuesta en Nueva York bajo un seudónimo. Fue criticada por el mismo autor, partícipe así mismo del jurado de la exposición, intentando confundir la realidad y criticar así la forma controladora de la sociedad.
Elasticum; Hausmann. Fotomontaje que consistía en la inserción del papel en el dibujo.
Otro fotomontaje, éste de The Engineer, Grosz.
Obra "Parade Amourense", de Picabia.
EL DADAÍSMO O LA NEGACIÓN DEL ARTE.
El manifiesto Dadá nace en el año 1918 con el objetivo, ni más ni menos, que el
de hablarnos de la muerte de la belleza.
En 1920 se reunieron en Berlín en torno a una exposición de maniquíes coronados
con una cabeza de cerdo y vestidos con el uniforme del ejército
alemán, una serie de pintores dadaístas bajo el lema “El arte ha muerto”.
Querían con ello hacer valer el carácter antiartístico, antipoético y
antiliterario, que formulaban. Querían dejar constancia, con ello, que no
querían fabricar obras de arte como tales, sino crear objetos que lo liberasen
de las cadenas tradicionales que creían amordazaban las inquietudes en ese
campo. Fue el principal objetivo de Picabia, y también de los vanguardistas que
le siguieron, quienes consideraban que la obra de arte verdaderamente moderna
no debe de estar hecha por artistas sino por simples hombres. El artista y el
hombre, la obra y el objeto. O sea: recoger utensilios cotidianos de lo más
variado reciclados incluso de las basuras, y presentarlos como obras propias
bajo el contexto dadaísta de la negación del arte.
Rebeldía, búsqueda de la subversión, insurgencia, juventud, insatisfacción,
desenfreno, apasionamiento. En todo caso, un cóctel muy duro de digerir, apto
solo para almas dolidas, desafiantes, irreverentes. Estas proclamas dadaístas
resonaban ─aún resuenan─ en los oídos con un acento agudo y pertinaz,
el del grito de la negación sistemática remarcando el fin del arte moderno. Tal
actitud los emparentaba con el surrealismo al cuestionar y considerar relativo,
todo lo considerado arte hasta ese momento. En ello, en la práctica constante
de la negación, encontraron -o creyeron poder hacerlo- su libertad
creadora.
En realidad fue una cornisa al borde del abismo, una barca a punto de zozobrar.
Pero había algo psicológico en esa revolución artística y estructuradora, que
pronto precipitó la apertura de una crisis profunda en su seno. No era para
menos, pues buscaban su camino orientándose hacia el propio presagio, que no
era otro que se estaba ante la abolición del arte. ¿Y qué hacer sin el arte?
¡Qué hay después, qué nos queda? Se trató de una revolución cultural, que podía
negarlo todo y a todos, protestar, hacer actos irreverentes, reírse en los
funerales, llorar en las bodas, doblegar y trastocar todas las reglas de la
convivencia. Todo, absolutamente todo, era criticable.
Tristán Tzara fue, quizás, el primer abanderado de la causa. Cual gurú del
grupo predicó su verdad, que no era otra que el escepticismo llevado a los
límites de la razón. Llegó a sentenciar: “Dadá no es nada”. No era nada, porque
Dadá no era un isnmo más. No podía serlo, pues el movimiento estaba en contra
de todos los ismos habidos y por haber. No se buscaba nada, No se quería nada. Solamente
se estaba en contra de los manifiestos, y en ese contexto las obras no podía
durar más de cinco minutos en las exposiciones que habían de ser fugaces.
Incluso en las puertas de algunas exposiciones, se colocaban palos para que los
concurrentes acabasen a golpes con lo que allí encontraban.
Algunos claros exponentes del dadaísmo fueron, Francis Picabia pintor y poeta,
y Marcel Duchamp escritor y pintor, ambos franceses, Man Ray, estadounidense, o
Hans Richter, cineasta alemán. Todos intentaron hacer catarsis manifiesta de
sus sentimientos, de sus contradicciones sin límites ni destellos esclavos del
tiempo que los tocó vivir, tiempo que los enlazaba a la realidad abrumadora de
un mundo pervertido, desarraigado, destruido. La declaración en 1914 de la
Primera Guerra Mundial, se supone tuvo mucho que ver.
Barcelona. Marzo de 2017.
©Teo Revilla Bravo.
Fue una revolución en su época y retoma bastante fuerza en esta época actual, quizás por esa constante del hombre en el intentar descontrolar todo o generar nuevas sensaciones saliéndose del molde establecido. Besos
ResponderEliminarBueno, yo creo que en arte no hay molde establecido, no que no se pueda romper, es una transgresión constante por fortuna. El dadaísmo tuvo su momento brillante, como tantos otros estilos que fueron apareciendo a lo largo de la historia del arte. Y ahí andamos.
EliminarUn beso, Karyn.
, sí: Sí, la idea de avanzar, Karyn, es connatural en el ser humano. El artista es, generalmente y por su inquietud, uno de los más arrojados valientes que va en pos de ello, aunque no sepa bien a dónde se dirige. Así aparecen los distintos movimientos, pues otros se van sumando. El Dadaísmo entró con mucha fuerza. Quizás en un momento en que se quería cambiar de verdad y mucho ciertos aspectos convencionales o molestos de la sociedad. Abrazo.
EliminarGracias Teo, siempre uds son un aporte a mis precarios conocimientos,
ResponderEliminarAl contrario: todos aportamos, todos aprendemos unos de otros. Esta interrelación siempre es provechosa.
EliminarUn abrazo.
Lo Dadá siempre me ha generado posturas contradictorias. Como todo lo que se manifiesta como teórica destrucción frente a los actos de creación. Y, me pregunto, si no es eso una profunda contradicción en sus propios principios, cuando recurre a la "recreación" como supuesta expresión de la abolición. Supongo que esa actitud es un germen que subyace en diferentes grados en la psique del ser humano.
ResponderEliminarEs un razonamiento bien y claramente planteado, Amigo Francisco, que asumo y comparto.
EliminarGracias por ser partícipe activo del pots.
Muy interesante e ilustrativa tu exposición de los orígenes y la esencia del daismo.
Quisiera amigo Teo, recoger algunas notas sobre el dadaismo, que se pueden leer en el magnífico libro del doctor Demetrio Estébanez Calderón titulado "Diccionario de términos literarios". En dicho libro, entre las páginas 253 a 257, desgrana los inicios y la esencia del dadaismo, el cual tú ya nos has explicado.
Recuerdo una clase en la Universidad, cuando estudiaba Literatura y Lengua Castellana, que tocaron este tema y me quedé muy impresionado.
Hoy deseo copiar unas pocas citas que anoté y que hoy, leyendo o mejor dicho releyendo el libro del doctor Estébanez reproduzco tal cual, ya que creo y pueden aportar algo más al excelente artículo que nos compartes.
Las citas todas son de Tzara:
"Mi propósito fue crear solamente una palabra expresiva que mediante su magia cerrase todas las puertas a la comprensión, y no fuera un ismo más". Ésta expresión puede describir ese escepticismo más radical del dadaismo, así como la negación y la burla sacártisca al mundo occidental donde vive, siendo esta reacción el germen en que se basa el dadaismo.
Otro frase o concepto de Tzara que es importante - creo yo - compartir con todos, para que así podamos comprender el mundo donde se desenvuelven él y los otros artista - básicamente hablo de los escritores y poetas - que atrajo a su movimiento cultura, donde intenta reducir al absurdo la cultura occidental existente:
"Nosotros desgarramos, viento furioso, la ropa de las nubes y los rezos, y preparamos el gran espectáculo del desastre, del incendio, la descomposición". Luego continúa afirmando:
"Que todo hombre grite: hay que completar un gran trabajo destructor, negativo. Barrer, limpiar. La plenitud del individuo se afirma tras el estado de locura, de locura agresiva, completa, de un mundo abandonado entre las manos de los bandidos que se destrozan y destruyen los siglos"...estas eran palabras del propio Tzara.
Nunca llegué a entender esta filosofía artística, será por mi base matemática obtusa al escribir, que se funda como en un ordenador en ceros y unos, en la lógica y la razón.
Sin bargo conozco a un amigo, un escritor bueno, muy bueno que cultiva el dadaismo en sus letras, te dejo un poema suyo que he encontrado en mi muro, y con su permiso (no se lo he pedido, pero como todo noble artista quiere que su arte llegue) lo comparto aquí como expresión que parte de una idea lógica y, que luego sigue el proceso dadaista
TRAMITANDO ILUSIONES
Intentando tramitar ilusiones nuevas,
procuro que el tedio y la doma no se me enrosque
antes que el calor de esta alteración climática,
que ya empieza a joderme, se apodere de mí.
Estoy echando números y formulaciones
y he llegado a la conclusión que esta fórmula
es buena para entender el misterio: ilusiones,
partido por realidad al cuadrado, igual
a la velocidad del vuelo de una paloma
partido por el tiempo que tarda en escaparse
de nuestra vista, al cuadrado, cual bisectriz
del ángulo inmaterial, que dos segmentos huidos
proporcionan, entre planetas indefinidos
y unen al infinito.
© Luis Vargas Alejo
Un abrazo fuerte amigo y poeta.
Es maravilloso lo que nos aportas, Alfredo, impagables esas declaraciones del que se consideró fundador: Tzara. leídas con mucha atención de nuevo, ya habían llegado en algún momento a mis manos.
EliminarAgradecerte este entusiasmo, así como el poema de Luis Vargas Alejo con el que ahora no tengo comunicación, difícil es mantenerla con él, ya sabes de su carácter, pero con quien durante años mantuve correspondencia e intercambio de poemas. Al final logré llegar hasta aquí, ando tardío contestando. Cuídate. Un fuerte abrazo.
A mí el dadaísmo me parece tan absurdo como los llamados "haters" de la actualidad. No les gusta el curso de las cosas y destruyen como protesta. Cuando la mejor transgresión es crear alternativas a lo que no te gusta. ¿Es el dadaísmo creatividad a través de la destrucción? ¿O es una expresión que oculta una frustración por no lograr crear una alternativa? Esas son las preguntas que suelo hacerme. Pienso que si no te gusta algo no debes destruirlo, siempre hay a alguien a quien le puede gustar. Crea otra cosa y demuestra que se puede hacer mejor.
ResponderEliminarHoy en día sí. Cuando nació, lo hizo en un contexto caótico, destructivo, bélico incluso. Ese negacionismo del arte era una metáfora de la inquietud destructiva de la época, que no era otra cosa que una realidad muy incómoda. No se podía creer en una civilización basada en normas y armas que hacían desgraciadas a las gentes. De ahí la rebeldía, la insatisfacción, el querer romper con todo e intentar basar el arte en lo efímero.
ResponderEliminarEstoy contigo en que lo mejor es crear alternativas a lo que no corresponde, mirar siempre hacia adelante, y tener en cuenta lo que somos y desde dónde venimos, conscientes de que el arte viene también con nosotros. Interesante tu comentario, Cyrano, que comparto plenamente.
Un abrazo bien grande y gracias por dejar tu huella en este cuaderno.